Por eso Arria no es optimista en el corto plazo.
Algo parecido parecería sucederle a Henrique Capriles, que ahora sostiene que si en la reunión prevista para el próximo 6 de diciembre no hay ya un calendario determinado para efectuar el referendo revocatorio o realizar las elecciones anticipadas que pretende la oposición, el diálogo debiera interrumpirse. Sin más. Ocurre que, como Arria, no es optimista, sino realista. Y el diálogo, tal como está, no va absolutamente a ninguna parte. Es así. La violencia y las protestas sólo parecen haberse postergado, pero la solución no está siquiera en la mesa como una posibilidad concreta. Para nada. Las expectativas son falsas, porque carecen de sustento concreto.
A nadie le gusta advertir lo antedicho, porque supone que, una vez más, los bolivarianos tienen de rehén a su pueblo, sumergido en las privaciones de todo orden. Manipulando todo, con mala fe. Y el tiempo corre.
Pronto puede haber un despertar muy distinto, el del hartazgo. Incontrolable. Lo que debe ser anticipado. Por esta vía, presuntamente negociadora, si no hay cambios, el final es previsible: los enfrentamientos. Salvo que el pueblo pueda decidir su futuro a través de las urnas. Por sí mismo. Sin muletas. Sin engaños y sin demoras.
Ojalá se entienda que la espera para salir del caos y del estado de humillación del pueblo venezolano naturalmente no puede ser eterna. La democracia hace rato ya que se desmoronó en Venezuela y no por causas naturales, sino por la perversión programada por los bolivarianos, manejados por control remoto desde Cuba.
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas