Emilio Nouel: Cuba ¿saliendo del infierno?

Emilio Nouel: Cuba ¿saliendo del infierno?

 

thumbnailemilionouelNov2014
A los compañeros de la adolescencia, que la locura del totalitarismo castrista los aventó a nuestro país

Allá, en San Felipe, Yaracuy, al comienzo de los años sesenta del siglo pasado, tiempo en que se desencadenó la lucha armada guerrillera de la izquierda venezolana inspirada en la revolución fidelista, comenzando yo el bachillerato, pude oír de forma directa los relatos del drama de los cubanos que habían llegado a nuestro país huyendo del terror castrista.





No solo teníamos un número inusual de vecinos originarios de ese país, también había compañeros de clase, que de una u otra forma nos referían lo que estaba ocurriendo en su patria. La revolución cubana no llegaba a un lustro y gozaba de la simpatía de muchos en Latinoamérica, sobre todo, por su antiamericanismo, ideología absurda e irracional muy arraigada en nuestro patio.

Imberbe e inexperto uno a esa edad para procesar debidamente la información que salía al respecto, a la que se sumaban opiniones contradictorias sobre el proceso político de marras, no dejaba de ser tema de conversación en familia y entre amigos, a pesar de que eran otros los asuntos que llamaban más la atención a los chamos de entonces, los picoteos, los noviecitas iniciales, los Beatles, las caimaneras y sobre todo, las primeras lecturas.

Debo confesar que no me convencía todo lo que decían nuestros vecinos cubanos, aunque me inquietaban e impactaban muchas de las historias que se contaban. ¿Será verdad que no tienen ni crema para cepillarse los dientes y llevan al pelotón de fusilamiento a los opositores? En mi ignorancia sobre el problema, percibía, a veces, cierta exageración, que creía producto de un resentimiento, el cual, con el tiempo, me di cuenta que era totalmente justificado.

Quizás mis reservas y rechazo tempranos a los comunistas y el comunismo vengan de allí, a pesar de mi adhesión posterior a la utopía socialista, que me hizo creer en que era posible un mundo justo, solidario, libre y democrático, al que aquellos barbudos del Caribe supuestamente habrían traicionado en la práctica.

En cualquier caso, esa visión izquierdista me hacía ver ciertas cosas “positivas” en aquella experiencia socialista que se habría “desviado” del buen camino. Eso, igualmente, me convertía en un bastante tibio entusiasta de esa revolución, siempre crítico de los excesos, y esperanzado en que el mal rumbo tomado pudiera enderezarse en algún momento.

Con el paso de los años, no sólo me convencí de que la de los Castro era una tiranía totalitaria que tenía poquísimas cosas que mostrar al mundo en términos de bienestar social y libertades, sino que también los principios políticos y económicos de la utopía socialista necesariamente conducían a ese saldo desdichado. Que la aplicación de la filosofía y la economía marxista, en esencia, lleva a la tiranía, a la pérdida de las libertades, en definitiva, a su consecuencia lógica.

Fidel Castro, que viene de fallecer, fiel a sus ideas y a su voluntad de poder desmedida, convirtió a su país en una sociedad empobrecida y sin esperanzas en el futuro. Supo vender ante vastos sectores del mundo, una imagen falsa de hombre intachable que perseguía el bienestar de su pueblo, a lo que ayudaron, por cierto, los errores cometidos por gobiernos del entorno.

Sin embargo, desconocer la referencia política en que se convirtió para nuestro hemisferio y el mundo, es una estupidez, más allá de que se haya estado o no en su contra.

Muestra de ello es la repercusión mediática que hemos visto los días que corren, y cómo aun hay gente, incluso gobernantes democráticos, que extrañamente ensalzan una figura que representó todo lo peor que puede haber en un político.

No  se equivoca quien dice que es el último caudillo de un sistema muerto, al que algunos de manera insólita aun ven como un ideal a seguir.

Lo asombroso es que en el mundo se continúe creyendo en las supuestas virtudes de un sistema político aberrante y generador de pobreza, que en nombre de ideas aparentemente loables, sólo ha alcanzado a levantar sociedades-cárceles para los seres humanos, en las que una oligarquía inescrupulosa y corrupta somete a poblaciones enteras a sus designios egoístas, ilegítimos y ominosos.

Hoy, que se fue un hombre que con su personalidad arrolladora y un discurso poderoso de redención social, fascinó -y embaucó- a muchas generaciones de jóvenes en nuestro hemisferio y el mundo, se impone reflexionar una vez más sobre las utopías nefastas y lideres mesiánicos que en lugar de acercarnos a sociedades libres y de bienestar alcanzables, nos conducen a la profundidad de los infiernos.

Donde quiera que estén, reciban esos amigos de la primera juventud, a quienes les secuestraron su patria hace tantas décadas, una palabra esperanzada y de afecto, deseando que al fin se abran, como es también ahora nuestro caso, los caminos a la libertad y la democracia en ese sufrido país hermano.

 

EMILIO NOUEL V.

@ENouelV

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