El pasado 25 de noviembre de 2016 muere en la Habana, Cuba, a las 10:29 horas de la noche, a la edad de 90 años el comandante en jefe de la Revolución Cubana, Fidel Alejandro Castro Ruz. Dictador calavera para muchos, último revolucionario del siglo XX, para sus admiradores en el Tercer Mundo, líder autoritario sin más para media humanidad, leyenda revolucionaria y azote del imperialismo yanqui para los más desposeídos y la izquierda militante, fue el último superviviente de la Guerra Fría.
Fidel nace en Birán, cerca de Holguín, antigua provincia cubana de Oriente un 13 de agosto de 1926. Fue el tercero de los siete hijos tenidos fuera del matrimonio por Ángel Castro, un rudo hacendado gallego llegado a Cuba como soldado de reemplazo al final de la guerra de independencia, y la cubana Lina Ruz. Fue Abogado, doctor en Derecho Civil y licenciado en Derecho Diplomático, mandatario de su país como Primer Ministro, Presidente y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
También fue diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular desde 1976. Se mantuvo en el poder durante más de 47 años, en su carácter de primer secretario del Partido Comunista de Cuba hasta 2011, cuando definitivamente dejó el cargo y transfirió todos los poderes de la Nación a su hermano Raúl.
Fidel siempre creyó que había “líderes destinados a desempeñar papeles cruciales en la vida de los hombres, y que él era uno de ellos”. Esa convicción, unida a su intuición política y gran poder de convencimiento, así como a su temeridad y capacidad de “convertir los reveses en victorias”, le hicieron destacar a todo lo largo de su vida.
Gabriel García Márquez, escribió de él una vez que “su devoción por la palabra” era “casi mágica”. “Tres horas son para él un buen promedio de una conversación ordinaria. Y de tres horas en tres horas, los días se le pasan como soplos”. Y cuentan las historias que así era Fidel, impactaba con su verbo y su manera de dirigirse a la gente tenía un carácter casi hipnótico. Cualquier político extranjero que lo haya tratado podría atestiguarlo con el rigor del caso, sin mencionar a los millones cubanos de cualquier edad que debieron dedicar miles de horas de su vida a escuchar las alocuciones y arengas del comandante, porque Fidel si se encadenaba largo y tendido.
Así era Fidel y así llego al poder, bajó de la montaña envuelto en la bandera de José Martí y convertido en un ídolo popular que encarnaba los valores de la justicia social, la igualdad, la no discriminación para una nación empobrecida por la dictadura y hambrienta de cambio. Los intelectuales de todo el mundo, con Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir a la cabeza, saludaron su victoria pero aquella magia duró solo algunos años, hasta que la revolución se radicalizó más temprano que tarde.
Sin embargo, lamentablemente la inteligencia y brillantez de Fidel Castro, fueron utilizadas y colocadas al servicio del mal, para pisotear a su pueblo y reprimirlo, de tal manera que luego de la llegada al poder Fidel se dio a la tarea de transformar el país caribeño, utilizando como estandarte la igualdad pero basándose en la supresión de las libertades de los ciudadanos, el derecho a disentir, a opinar distinto por decir lo menos. Hizo uso y aprovechó el capital simbólico de la revolución en la búsqueda de una incidencia en el rediseño del mundo, durante la Guerra Fría. Así Fidel se convirtió en caudillo, opresor del pueblo cubano a quien torturó y maltrató sin compasión, convirtiendo a la pequeña isla en un país inmerso en el más profundo atraso, pobreza, lleno de miedo, hambre y corrupción.
Se dedicó entonces a realizar purgas cíclicas de la dirigencia revolucionaria, generó un partido único, dominó la esfera pública, aniquiló a sus opositores y adversarios por medio de ejecuciones, arrestos y exilios, controló la economía, la sociedad civil y la cultura, todo circunscrito al dominio más absoluto y la hegemonía del poder, todo centralizado en el poder del estado porque el estado sin lugar a dudas, era Fidel.
Así se mantuvo durante anos, haciendo y deshaciendo a su antojo, pero a partir del 2006 Castro se vio en la necesidad de entregar el poder al verse afectado físicamente por una enfermedad que lo inhabilitaba, de modo que ya hace un rato que no participaba en las decisiones de Gobierno, asi paso el testigo y puso la dirección del Gobierno cubano en manos de Raúl Castro, su hermano. Raúl entonces procedió a dar un vuelco sustancial en las políticas implementadas y que significaban el legado de Fidel y comenzó a descontinuar algunas de ellas. De este modo, hoy entonces la economía y la sociedad cubanas, han dejado de estar controladas de forma absoluta por el Estado, y la política exterior ya no es exactamente anti – yanki.
Lo cierto es que aun, cuando no se sabe a ciencia cierta y con seguridad que pasará en Cuba después de Fidel, si saldrán fortalecidos los sectores reformistas o los más conservadores o inmovilistas, la verdad es que lo lógico es que su muerte no debería tener mayor impacto en la realidad de la isla, ya que el desmontaje del orden revolucionario ya está en proceso desde hace algún tiempo. Ha sido progresivo y a pesar que aunque por su carácter de símbolo, hasta el último hilo de vida Fidel influyó en el rumbo político del régimen cubano marcando una línea roja que no debía cruzarse, la isla quiere avanzar, quiere cambio, quiere progreso y libertad y en ese orden escuchando el clamor popular está siendo dirigida la isla caribeña, en pos de la ansiada democratización, por lo que presuntamente y sin temor a equivocarme al parecer llegó el fin de la era castrista y el comienzo de una nueva etapa para el pueblo cubano. Dios mediante!
@mauxi1