El primer ministro de Francia, Manuel Valls, nacido en España hace 54 años, encarna la concepción de la izquierda moderna, pero su personalidad inflexible y su discurso favorable a las empresas le han valido un fuerte rechazo en sus propias filas, reseña AFP.
Todas las miradas se centraban desde el jueves pasado en este barcelonés, naturalizado francés, tras el anuncio del presidente François Hollande, en caída libre en los sondeos, de que no optará a la reelección, con lo que le despejó el camino hacia el Elíseo.
Y este lunes Valls anunció su candidatura a la presidencial de 2017 y que el martes presentará su dimisión al cargo de primer ministro.
Valls, que no se ha cansado de expresar su fe en “el orden republicano” y su rechazo de una “visión angelical de la realidad”, siempre ha querido derribar los tabúes de la izquierda. En 2007, propuso cambiar el nombre del partido “socialista” al considerarlo obsoleto, pero últimamente ha moderado su discurso para ampliar su base electoral.
Valls, que ha dicho que existen “dos izquierdas irreconciliables”, ha proclamado su “amor por las empresas” y ha defendido la prohibición de la burka, ahora llama a su campo a la unión a cinco meses de los comicios presidenciales.
En el primer paso de la carrera presidencial, tendrá que pasar por las primarias del Partido Socialista, previstas el 22 y 29 de enero, a dos vueltas, sin ninguna certeza de ser electo.
En 2012, durante su primera participación en las primarias de la izquierda francesa, Valls, considerado como el socialista más a la derecha, solo obtuvo un 5% de los votos. Inmediatamente después se puso al servicio del ganador y se convirtió en responsable de comunicación de su campaña.
Cuando Hollande llegó al poder en 2012 le confió la cartera del Interior. En ese cargo, reforzó su estilo marcial y su imagen de hombre implacable, ganando popularidad, a veces más entre los electores de la derecha que de la izquierda.
– Lo comparan a Sarkozy –
Valls se deja ver a menudo en los lugares donde se produjo un drama o un hecho importante. Su despliegue de actividad suele ser a menudo comparado con el del ex presidente conservador Nicolas Sarkozy. Una comparación que le disgusta.
En 2014, Hollande lo puso a la cabeza de un gobierno que tuvo que enfrentar la crisis económica y los peores atentados de la historia reciente del país, con un saldo de 238 muertos.
Valls ha irritado a muchos socialistas por sus exabruptos sobre los gitanos, sus disputas con la ex ministra de Justicia sobre la reforma penal o la publicación de sus fotos (tomadas sin que él lo supiera, según asegura) en la prensa rosa, junto a su segunda esposa, la violinista Anne Gravoin.
Pero este hombre de ojos azules y cabello oscuro ignora las críticas y aplica fielmente la línea social liberal del presidente Hollande: reducción de impuestos para las empresas, reforma laboral, entre otros, provocando la partida de varios miembros del gobierno del ala más izquierda del partido.
Valls nació en Barcelona el 13 de agosto de 1962, en una familia de artistas (su padre, Xavier Valls era un reconocido pintor catalán; su madre es suiza-italiana).
Se naturalizó francés a los 20 años, después de la elección del presidente socialista François Mitterrand (1981-95), pero a menudo ha proclamado su “orgullo” de “estar al servicio de Francia”, sin dejar de asumir su origen español.
Diplomado en Historia, su carrera política no ha tenido fallas –alcalde de Evry (suburbio de París) en 2001, diputado en 2002, ministro del Interior en 2007, primer ministro en 2014– y se construyó en torno a un credo: la seguridad. En 2001, atribuyó la derrota de Lionel Jospin en la presidencial precisamente a su negativa a abordar ese “tema tabú” para la izquierda.
Este hincha del Barça tiene cuatro hijos, de su primer matrimonio.