Tres años después de la muerte del hombre que lideró el camino a la democracia en Sudáfrica, cada vez más ciudadanos se atreven a cuestionar los compromisos que lo hicieron posible y el papel protagonista de Nelson Mandela, a quien se acusa de haber vendido a su gente para conseguir la paz racial, reseña EFE.
Este discurso, marginal hasta hace muy poco, toma fuerza en las universidades y entre la población más joven, y, pese a ser aún minoritario, ocupa cada vez más espacio en la esfera pública.
Lo hace inflamado por las protestas estudiantiles a favor de una educación superior gratuita y por la irrupción de los Combatientes por la Libertad Económica (CLE), un partido revolucionario que aboga por despojar a los blancos de sus tierras, y que con tres años de vida se ha convertido en la tercera fuerza del país.
“Hay un cambio generacional en la manera en que la gente ve a Mandela”, dice a Efe Malaika wa Azania, de 25 años, una de las intelectuales sudafricanas jóvenes más influyentes y también más críticas con el expresidente y premio Nobel de la Paz, fallecido el 5 de diciembre de 2013.
“Bajo su presidencia, el Gobierno de Sudáfrica no fue especialmente progresista, y pasó de una forma de socialdemocracia al neoliberalismo. Su administración no abordó cuestiones como la de la tierra, y se centró demasiado en la reconciliación a costa de la justicia”, añade Wa Azania.
Las mismas ideas dominan el debate en las universidades, que se vieron sacudidas en octubre por una ola de protestas violentas sin precedentes en la que cientos de alumnos exigieron educación gratuita y la “descolonización” de los centros.
“Lo único que el Gobierno democrático tomó de manos del apartheid fue el poder político. El poder económico no cambió de manos”, señala a Efe David Manabile, secretario general del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Wits (Johannesburgo) y una de las caras más visibles de las protestas.
Manabile se declara simpatizante de Mandela, pero al igual que el estudiante de Ciencias Políticas Thato Mokoena, espera que sus sucesores en el CNA lleven un paso más allá la transición democrática con la adopción de medidas más contundentes que acaben con “la marginalización de la población negra”.
“A mucha gente en la universidad no les gusta Mandela. Una de las razones es que no aplicó el socialismo en este país. Hay gente que cree que no trajo ningún cambio”, señala Mokoena, que, no obstante, no comparte este juicio.
Esta decepción puede verse también en el seno de los CLE, cuyo líder, el joven populista Julius Malema, que ha acusado a Mandela de traicionar a la “revolución” y tiene un discurso radicalmente opuesto al suyo, con constantes amenazas a la población blanca y ataques a la supuesta hipocresía del CNA.
En 2014, un año después de su fundación, el CLE obtuvo más de 6 % de los votos en las elecciones generales, y mejoró este resultado en las municipales de agosto, en las que obtuvo más de un 8 %, lo que le convirtió en pieza clave para sacar al CNA de importantes alcaldías.
Una de las razones del desencanto con la democracia liberal que propugnaba Madiba hay que buscarlas en la falta de liderazgo del Gobierno del partido de Mandela, el Congreso Nacional Africano (CNA), que con el presidente Jacob Zuma al mando se ha caracterizado por la corrupción y la destrucción de empleo.
Así lo ven muchos analistas, pero críticos de Mandela como Wa Azania discrepan: culpan al sistema capitalista implantado en 1994 y declaran muerta la vía de transformación gradual de la sociedad que tomó Sudáfrica.
“El CNA debe salir del poder, y ser sustituido por una coalición de organizaciones panafricanistas, de orientación socialista”, declara la escritora, que ve en experiencias como el Gobierno de Lula en Brasil un ejemplo inspirador.
Tanto Wa Azania como Mokoena reconocen el fracaso de políticas de nacionalización en Zimbabue y otros países de la zona, pero achacan el colapso de estas economías a la presión de las “potencias internacionales”. EFE