Nicolás Maduro tiene sobre su escritorio, desde hace varios meses, un decreto para estatizar los bancos venezolanos. El proyecto se lo entregó Alfredo Serrano Mancilla, un marxista español que funge como director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, y quien está vinculado al partido Podemos de España. El hombre es amigo personal de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, y actúa como asesor económico del ex chofer del Metro de Caracas desde mediados de 2013.
Serrano siempre estuvo en las sombras, aconsejando directamente a Maduro. Son amigos desde que Maduro fue canciller. El andaluz llegó a Venezuela tras la toma de posesión de Maduro en abril de 2013, y realizó varios viajes a Caracas hasta finales de agosto de 2016, cuando el Jefe de Estado lo promovió a un nuevo cargo. Según la Gaceta Oficial 40.977 del 30 de agosto, el asesor de marras fue designado como miembro del Estado Mayor de “Construcción y Consolidación de un Nuevo Sistema de Distribución y Comercialización”.
Serrano no duró mucho en ese puesto. Tuvo un fuerte encontronazo con el Ministro Vladimir Padrino López y los generales que están a cargo de la distribución de alimentos en Venezuela. Al parecer los hombres que usan uniforme verde oliva no querían a un entrometido husmeando en sus negocios. El generalato pidió cambiar un Serrano por otro y fue así como en la Gaceta Oficial del 2 de septiembre (40.980) el cargo que ocupaba el español apareció con otro nombre: el general de División Pedro Jesús Serrano Duque.
Serrano Mancilla es un fiel defensor de la Estatización. El dirigente de Podemos considera que lo mejor para la Venezuela socialista es que el estado asuma la administración de empresas privadas, tal cual como lo estuvo haciendo cuando Hugo Chávez fue Presidente. La estatización de la banca es una idea que siempre ha estado en la mente de los revolucionarios que nos gobiernan desde 1999. Ellos creen a pie juntillas que los medios de producción y el sector financiero no pueden estar en manos privadas. La estatización o nacionalización es una acción muy característica de ideologías y gobiernos mal llamados socialistas.
En América Latina la estatización del sector financiero no es algo nuevo. Ocurrió en Costa Rica en 1948. Luego en El Salvador en 1970. La estatización más recordada ocurrió en Chile. El 30 de diciembre de 1970, a escasos dos meses de haber asumido la Presidencia, Salvador Allende anunció una medida fundamental para poner en marcha su camino al socialismo: la estatización de la banca que se encontraba en manos privadas. El gobernante justificó la medida alegando que lo hacía “para lograr que la banca deje de ser un instrumento al servicio de una minoría, para utilizar sus recursos en beneficio de todo el país (…) es preciso que el sistema bancario sea de propiedad estatal. La banca siempre buscará la forma de evitar los controles mientras su administración directa no esté en manos del gobierno”.
Después de la experiencia chilena, le tocó a México en 1982. En septiembre de ese año, el presidente José López Portillo, aconsejado por su asesor, el empresario Manuel Espinosa Yglesias, poderoso propietario de Bancomer y el hombre más acaudalado de México en aquel entonces, decidieron estatizar la banca, aunque ellos prefirieron usar el término “nacionalizar”.
López Portillo dijo en aquella oportunidad: “He expedido en consecuencia dos decretos, uno que nacionaliza los bancos privados del país y otro que establece el control generalizado de cambios… Es ahora o nunca, ya nos saquearon. México no se ha acabado. No nos volverán a saquear”.
López Portillo aseguraba que la banca privada promovía la fuga de divisas y permitía el predominio de quienes llamó ‘sacadólares’ y que habían llevado al país a una crisis financiera. En total, fueron 49 bancos los nacionalizados. Las consecuencias fueron desastrosas.
Más tarde le tocó el turno a Perú, en 1987. El Presidente Alan García, acusó al sistema financiero de ser cada día más dependiente de la especulación del dólar y de la inversión de las ganancias en la moneda norteamericana. García decretó la estatización de la banca y anunció también la clausura inmediata y definitiva de las casas de cambio y la suspensión del mercado paralelo del dólar. Lo que vino después ya es historia. Perú se fue por un barranco.
El sistema bancario de Venezuela, ciertamente, no ha sido uno de los más sanos del continente. Pero hay evidencia de que tampoco es el más malo. Para finales de 2009, la banca privada tenía 54,8% del mercado; la banca pública o estatal 31,91%; y la banca de capital foráneo, 13,29%. Según Sudeban existen 31 instituciones financieras; de ellas, 27 son bancos comerciales y otras 4 son bancos microfinancieros. El sector emplea cerca de 79.110 personas (2009) y cuenta con más de 3.883 agencias u oficinas. La mayor crisis financiera que ha sufrido Venezuela, se produjo en 1994. 16 bancos resultaron afectados. Algunos pasaron a la historia, otros fueron auxiliados por Fogade.
Chávez siempre quiso ser banquero. En 2008 compró el Banco de Venezuela. A finales de noviembre de 2009, intervino 11 bancos. El comandante intergaláctico no se conformó con el poder que le daba el Banco de Venezuela y decidió crear el Banco Bicentenario, el cual empezó funciones de manera oficial el 21 de diciembre de 2009. Célebre fue aquella conversación telefónica, en cadena nacional de radio y tv, entre Chávez y un banquero. El difunto amenazó al presidente del Banco con expropiarlo ese mismo día.
En 2010, intervino 5 bancos más, entre ellos el Banco Federal, propiedad de Nelson Mezherane, accionista del canal Globovisión. Ese mismo año fue intervenido Bancoro. En 2011 le tocó el turno a BanValor. En la medida en que el gobierno iba interviniendo y apropiándose poco a poco de los bancos privados, se iban creando nuevas instituciones financieras del gobierno: Banco del Pueblo Soberano, Banco de Desarrollo de la Mujer, Banfanb, Banco del Tesoro, Banco Agrícola de Venezuela, etc.
La intención siempre estuvo muy clara: había que reducir la presencia de empresarios privados en el sector financiero. Paralelamente, había que aumentar la participación del gobierno en la banca, de manera que todo el dinero de los venezolanos, o por lo menos, una parte importante, estuviera siempre bajo control del gobierno. La estrategia no solamente se aplicó en los bancos, también en las empresas de seguro y por supuesto, en los medios de comunicación.
Pero tal parece que todo eso no ha sido suficiente. La revolución sabe que su supervivencia depende fundamentalmente de tres elementos: control político, control militar y control financiero. El primero ya casi lo tienen. Han logrado, con el apoyo del TSJ, minimizar y reducir casi a su mínima expresión a la Asamblea Nacional. El CNE hará la tarea de ilegalizar a varios partidos políticos a partir de 2017. En el plano militar todo parece estar bajo control. Mientras Padrino López sea ministro, los generales defenderán la revolución a capa y espada. Sólo falta una cosa por hacer: control económico. El gobierno necesita que los ciudadanos dejen de manejar su dinero tal cual como lo han venido haciendo. La guerra económica es un invento. Las mafias del billete de 100 bolívares es otro. Y los nuevos billetes, aunque necesarios, debido a la inflación y a la pérdida del poder adquisitivo, no son más que una buena excusa para controlar el acceso del ciudadano de a pie a sus propios recursos financieros.
Ya nos dieron algunas pistas: limitaron el retiro por cajeros automáticos a tan solo 10 mil bfs diarios. Redujeron el IVA en 2% para las operaciones electrónicas. En algunos estados, los bancos no pueden pagar cheques por encima de 50 mil bfs. Y lo más reciente: recogieron todos los billetes de 100 en apenas 3 días, obligando a la población a depositar todo su dinero en los bancos, con la excusa de que aquel que no lo hiciera se quedaría con unos billetes que en pocos días no tendrían ningún valor. En apenas 72 horas, el gobierno se hizo de casi todo el dinero de los venezolanos sin echar un tiro. Fue un asalto a mano armada, pero con vaselina.
Maduro ha dicho que habrá oportunidad hasta el 20 de diciembre para depositar o canjear todos los billetes de 100 bfs. Anunció que llegó al país un cargamento de 76 millones de billetes de 50 bfs. También dijo que ya llegaron las monedas y que los nuevos billetes de 500, 1000, 2000, 5000, 10000 y 20000 estarán muy pronto en las calles. El ex chofer del Metro de Caracas está desesperado por tratar de resolver todo este engorroso y bochornoso asunto en plena navidad y año nuevo. No quiere que lo agarre enero de 2017 con este tema. ¿Cuál es la razón por la cual se escogió precisamente las fiestas de navidad para tomar unas medidas tan impopulares?
Maduro sabe que en Navidad no hay Asamblea Nacional funcionando. También sabe que la mayoría de los venezolanos se olvida de la política y hasta de sus propios problemas para hacer un stop y dedicarle unos días a la familia. Un decreto de estatización de la banca en plenas fiestas decembrinas provocaría un shock, pero la gente tendría que escoger entre celebrar la navidad y lanzarse a las calles a reclamar su dinero.
El decreto está sobre el escritorio de Maduro. Los radicales del PSUV y los asesores cubanos y españoles ya dieron su visto bueno. Sólo falta que estampe su firma y se atreva a difundirlo. Lo único que puede pararlo es la gente en la calle, como ya está ocurriendo en varias ciudades del país, reclamando sus derechos, protestando porque no le dejaron depositar sus billetes, exigiendo su dinero en efectivo, sus ahorros de toda la vida, nuestro derecho a gastar nuestra plata en lo que se nos dé la regalada gana. No permitamos que el socialismo nos siga robando.
16 de diciembre de 2016
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