La sociedad venezolana vive un nuevo momento de convulsión y desorientación a raíz de los últimos anuncios que sorpresivamente hiciera el Presidente Maduro: uno el pasado domingo 11 en Cadena Nacional de medios públicos y privados y otro el día sábado 17 de diciembre. Aprovechando las facultades que le otorga la cuarta prórroga del Decreto de Estado de Excepción y Emergencia Económica, Maduro ordenó hace una semana la salida de la circulación del 46% del papel moneda en circulación emitido por el Banco Central de Venezuela y fijó un plazo de 72 horas para hacerlo.
Así, y de acuerdo al Decreto Ejecutivo sancionado por él mismo, todo aquel ciudadano portador de piezas de 100 bolívares (el billete de mayor denominación en Venezuela) no quedó con más opciones que de salir a la calle para liquidar sus saldos de efectivo, acudir a la banca pública o privada para depositar la piezas, ó, acudir (desde el 16 de diciembre) a las taquillas del Banco Central de Venezuela para canjear éstas por billetes o monedas de otras denominaciones. La primera parte del proceso ya fenecida fue caótica y angustiante. Durante 3 días los venezolanos se volcaron a la calle a gastar y acabar con sus tenencias de efectivo y armaron inmensas colas en las agencias bancarias para depositar el remanente.
En perspectiva las transacciones en efectivo quedaron rotas y el billete legal de mayor denominación que quedó en circulación (de 50 Bs.) tiene un valor de 3 centavos de dólar. Alcanzar a pagar la canasta alimentaria familiar mensual de un hogar en Venezuela con billetes de ésta denominación requeriría de 8.593 piezas, un volumen absolutamente no trasportable.
El descontento en la calle no se hizo esperar y en un clima de gran incertidumbre no escaseaban las especulaciones, y hubo incluso quienes señalaron que el gobierno no devolvería nada a cambio, en una operación que ha sido percibida como una estafa masiva contra la ciudadanía cuyo patrimonio ya ha quedado atrapado por el control de cambio y diluído por la inflación. Quienes se volcaron a las dos únicas instalaciones físicas que tiene el Banco Central para canjear los billetes, no recibieron a cambio billetes sino un certificado de depósito que indica que sus fondos serán en un futuro acreditados en una cuenta de algún banco público.
Para aquellos que optaron por depositar la incertidumbre es aun máxima. Las piezas de la nueva familia de billetes que en teoría sustituirían a las piezas de 100 bolívares no han llegado a los bancos y no hay ninguna evidencia de que estén en el país. Los bancos han puesto límites estrictos para girar fondos y los ATMs han quedado vacios. En la quincena más importante del año el sentimiento de mucha gente es que su dinero ha quedado confiscado. Por temor a quedar sin fondos líquidos en efectivo las personas, los negocios al detal, y los bancos atesoraron los billetes de menor denominación agravando la interrupción del sistema pagos.
malandro-dinero-2-1100x618Después de una ola de protestas y saqueos en el interior del país, Maduro ahora prácticamente ha anunciado que todo era una gran farsa y que los billetes de 100 bolívares vuelven a la circulación hasta el 2 de enero.
Semejante temeridad gubernamental de haber secado la circulación monetaria y haber creado una crisis de liquidez requiere desde luego explicaciones y las hay de todos los tipos. El argumento oficial, en boca del Ministro que ha comandado ésta operación, el General Nestor Reverol, es que esta acción ha sido necesaria para detener una conspiración internacional contra la moneda y contra la estabilidad del gobierno; y que se ha materializado con la extracción de casi 300 millones de billetes de 100 Bs. fuera del país que estarían ubicados en grandes depósitos en países como Colombia, Ucrania, España, Suecia, Polonia, República Checa, Alemania, y República Dominicana. Tal acción explicaría la escasez de billetes crónica que viene presentando el sistema financiero venezolano desde hace meses.
No es posible encontrar alguna lógica sólida en tal argumento. La realidad es que el incremento en el nivel de precios en Venezuela en los últimos 2 años supera la velocidad de impresión de papel moneda, por consiguiente el número de piezas monetarias en circulación no alcanza para la realización de las transacciones cotidianas en efectivo del público. Es la aceleración inflacionaria y no la extracción de billetes lo que ha venido generando esta escasez relativa de papel moneda. Por otra parte, para extraer billetes en circulación desde Venezuela es necesario comprarlos y eso sólo puede hacerse, en primera instancia, en moneda extranjera, que es el activo financiero que los tenedores locales estarían dispuestos a recibir. Semejante inundación de moneda extranjera en los mercados de cambio habría revertido la cotización cambiaria en el mercado paralelo no oficial y eso no es lo que hemos visto en Venezuela en los últimos 3 años. Por el contrario, por efectos de la galopante inflación y la escasez de divisas, el tipo de cambio paralelo (cuyo marcaje se hace en Colombia pues en Venezuela es ilegal) ha explotado y hoy día la tasa Bs./US$ es 230 veces la que existía cuando Maduro asumió la Presidencia.
Hay un interés económico específico en la frontera colombo-venezolana por el efectivo venezolano, que sin duda ha estado movido por las jugosas ganancias que deja el contrabando de productos venezolanos con precios regulados hacia Colombia. Pero el problema ahí no es de conspiración política. El problema son los inmensos subsidios indirectos al consumo que deja la regulación de precios en Venezuela.
Cualquiera desde luego haría bien en preguntarse ¿Cuál es el alcance a futuro de ésta medida de vaciar hoy los bolsillos de la gente? La verdad es que con la llegada de la nueva familia de billetes de más alta denominación este negocio de comprar bolívares para adquirir en los estados fronterizos productos venezolanos a precios regulados probablemente seguirá campeando, y en ese caso toda esta operación de desincorporación forzada de notas legales, habrá sido un rotundo fracaso.
La desincorporación oficial de los billetes ha generado en la frontera vecina con Colombia una caída muy rápida en la tasa de cambio del mercado paralelo. En sólo una semana la cotización cayó casi un 40%. Hábilmente algunos voceros gubernamentales han señalado que se ha cumplido el objetivo de la medida. Es decir, el objetivo no era del todo desmontar una conspiración contra la moneda sino más bien tumbar la cotización del mercado paralelo que se forma en Colombia. Sin embargo, éste desplome de la cotización era esperado pues nadie demanda billetes que no son ya de curso legal. El mercado se ha roto parcialmente, pero estructuralmente todo está dado para que repunte nuevamente.
La tercera explicación proviene de algunos analistas que señalan que el gobierno sencillamente procedió a apretar en forma sorpresiva la liquidez monetaria para tumbar el ritmo de los precios internos. El gobierno habría usado una lógica estrictamente “monetarista”. Admitiendo que ese sea el motivo, la lógica es defectuosa. En teoría el gobierno está canjeando billetes por depósitos a la vista sin que exista en realidad destrucción monetaria. Incluso las personas bancarizadas pueden seguir haciendo sus transacciones por los medio electrónicos. Pero bien puede decirse que la necesidad de efectivo del público no está siendo satisfecha.
Sin embargo, aunque cierta esta situación no es posible mantenerla por largo tiempo sin crear un problema aun más serio en el sistema de pagos, y un ambiente de pánico y desconfianza del público hacia el sistema financiero. En consecuencia, no es factible sostener el apretón monetario en una economía donde las expectativas inflacionarias siguen moviendo la demanda de recursos líquidos para transacciones. Por otra parte, en esencia, el desorden monetario en Venezuela tiene un origen fiscal, y si ese problema no es resuelto, las autoridades monetarias tarde o temprano seguirán acomodando, con las restricciones de impresión de papel moneda, las necesidades de recursos financieros gubernamentales.
Existe una cuarta explicación más sombría y tenebrosa. Hay quienes han señalado que esto no es más que una gran operación de lavado de dinero. La operación habría permitido insertar autenticas fortunas en el sistema financiero y en la economía legal. De hecho, apenas horas antes de la operación, el Presidente Maduro habría removido al Superintendente de Bancos para sustituirlo por un desconocido funcionario (Leoncio Guerra), quien no más llegando dio instrucciones precisas a los bancos de recibir todos los billetes de 100 Bs. que colocaran frente a sus taquillas.
Todos los mecanismos implantados en el sistema financiero como barreras para prevenir e impedir la circulación de dinero sucio fueron suspendidos. Más aun, la presentación de la cédula de identidad se convirtió en el único requisito establecido para abrir una nueva cuenta en el sistema. Para levantar aún más las sospechas, la cabeza visible de toda esta operación monetaria y financiera, el Ministro del Interior y el General Néstor Reverol, ex jefe de la Oficina Nacional Antidrogas (ONA), ha sido acusado unos meses atrás por fiscales norteamericanos en un tribunal federal en Brooklyn, Nueva York, de haber colaborado con organizaciones del narcotráfico.
Nadie cuestiona la evidente necesidad de introducir en Venezuela una nueva familia de monedas y billetes. Es un reclamo que vienen haciendo las organizaciones de la sociedad civil, los analistas y el mismo sistema financiero para salirle al paso a las dificultades transaccionales que evidentemente viene exhibiendo el sistema de pagos en Venezuela como resultado de una inflación descollante. Lo que parece inconcebible e inverosímil es haber introducido de una forma improvisada, abrupta e irresponsable una operación de sustitución monetaria que ha sembrado pánico y ansiedad en la población, para que luego revertirla como si nada hubiera pasado. No hay una justificación económica sólida para haber impuesto semejante ultimátum sobre la población, y peligrosa pero muy creíble sería aquella especie que apunta a la creciente influencia que grupos criminales vienen teniendo sobre las decisiones públicas en Venezuela.
Leonardo Vera es Ph.D. en Economía en la University of East London. Actualmente es profesor de la Cátedra de Teoría Económica Avanzada y de Macroeconomía de la Escuela de Economía de la UCV, profesor de la Maestría en Teoría y Política Económica de FACES
Publicado originalmente en Infolatam