Según los científicos, la mentira es algo intrínseco en el ser humano y todos mentimos, pero explican que los políticos lo hacen más. “La falta de honradez es contagiosa”. Cuando las mentiras tienen éxito, es “más tentador mentir. Las mentiras empiezan a repetirse. Pueden tener un efecto constante, incluso si ya fueron desacreditadas”.
Los regímenes totalitarios se mueven con las mentiras y apariencias que difunden a través de su hegemonía comunicacional además creen que son suficientes para anestesiar a toda resistencia democrática que pueda emerger. No obstante, como a todo farsante siempre les llega la hora en la que el pueblo descubre las verdades verdaderas y termina por no creerles ni las verdades más irrefutables. Las verdades no se compran y menos las tangibles. En el contexto de la política, el gran teórico de la mentira institucionalizada fue el doctor Goebbels, ministro de propaganda del gobierno Nazi, quien sustentaba en su teoría que toda mentira repetida mil veces termina por convertirse en una verdad. Pero, en un mundo globalizado por la era de Internet y de las redes sociales, las mentiras cada día tienen poco espacio, se desmontan por su propio peso y sustancia, derivándose poca efectividad en su perversa intencionalidad.
En el caso venezolano, aquellos que trazan un supuesto dilema ético entre virtud política y eficiencia comunicacional, se debe entender que no se trata de una batalla entre platónicos y sofistas. Nada de esto es fácil comprenderlo a primera vista, porque vivimos inducidos para vivir tiempos violentos, por razones de intereses políticos y económicos por parte de una revolución que se quiere eternizar en el poder central.
Sin embargo, la relevancia que posee el contenido real de la esencia de la diaria actividad política en Venezuela no debe ser ignorada, porque la crisis es una verdad, es real. La razón revela que toda lucha por mantener el poder adquiere sentido si es racional, si se sustenta de los valores de fondo que todo gobierno debe apropiarse: vocación de servicio, eficiencia, honestidad y liderazgo y no tratar de atornillarse cueste lo que cueste por mantener intereses endógenos y exógenos.
El sometimiento que demuestran la mayoría de los medios de comunicación en nuestro país, también tiene toda una maliciosa intencionalidad por parte del gobierno Maduro, ocultar el desencanto, ineficacia, la corrupción, el desamor del pueblo venezolano y las voces del chavismo crítico. Por ejemplo, para los técnicos en gestión pública, el desconcierto en la planificación del gobierno, a pesar de contar con significativos recursos, hace que en lugar de “Gobierno de Calle se deba hablar de gobierno en la calle”. Muchos expertos se atreven incluso asegurar “La capacidad de gestión pública del gobierno de Venezuela entre 1999 y 2017, en relación con los recursos económicos que ha recibido por concepto de renta petrolera e impuestos, haciendo analogías con otras gestiones de gobierno es la peor gestión en la historia venezolana”. Es decir, este gobierno fracasó.
Tengo visión compartida con los especialistas en materia de estrategias de imagen, “el espacio de la “magia” de la publicidad no debe nunca sustituir el debate de las ideas”. Tiene significación puntualizar que el gobierno revolucionario se apoya en sofisticadas técnicas comunicacionales, orientadas a dos fenómenos sociales de profundas consecuencias políticas que apuntan hacia: la mediatización de la sociedad y la confusión valorativa de sus prioridades siempre mirando el escenario político – electoral. En nuestro país observamos a diario una práctica como el gobierno utiliza a un marketing político para transformar las mentiras en verdades, el objetivo que se trata de alcanzar están en las distorsionadas imágenes.
En primera síntesis, el gobierno gravita desesperadamente sobre la magia de los medios de comunicación para mostrar lo que no existe, lo que no han hecho durante 17 años en el poder central, esta realidad se articula perfectamente con las expresiones muy críticas de algunos dirigentes revolucionarios que afirman que el Gobierno de Calle o los programas sociales han sido “puro pote de humo”, esta situación se visualiza y se siente en el rechazo en los sectores hacia los líderes y funcionarios del gobierno, además, es revelador como últimamente la mayoría del pueblo chavista no sale a recibir ya con emoción a su máximo líder Bolivariano Nicolás Maduro cuando los visita con todo su equipo de alto gobierno para darle arranque algunos de los programas “Gobierno de Calle”. Esta postura no es más que una notable indiferencia hacia la gestión de Maduro según nuestros número es valorada en 87,1% de rechazo, articulado a la actitud potenciada por los diversos discursos incluso de algunos miembros de los consejos comunales, sin miedo se atreven a decir que viven de puras mentiras y algo más están pasando hambre… los estratos sociales D/E de la población que fue en mayoría fieles en su momento histórico al “comandante eterno”, valoraran según su percepción la gestión de Nicolás Maduro, como muy mala y sin expectativas.
En una segunda síntesis, si construimos una caracterización del presidente, observamos que tenemos un “líder” de opereta. Un dirigente político que llego al cargo prácticamente sin proponérselo. Lo grave este tipo de “líder” puede ser tan mentiroso e inhumano como el más iluminado de los líderes, pero son fácilmente influenciables, y sus propósitos pueden ser modificados sustancial y regularmente según la dinámica y la presión que le imponga sus compromisos.
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