Reinicio la entrega semanal de mis artículos, después de unos pocos días donde disminuyó -no desapareció- la actividad política que ocupa buena parte de nuestro tiempo. Regresamos de unas festividades grises,carentes de la alegría y las expectativas de otrora. La magnitud de la crisis se evidenció en toda su dimensión. Las carencias y penurias de la mayoría para satisfacer sus necesidades elementales se hicieron patentes. La propaganda oficial no logró el efecto, sus acciones y contenidos chocaron contra la cruda y terca realidad.
Las predicciones para este 2017 para nada son alentadoras. El gobierno se resiste a producir el viraje necesario, que prácticamente constituye una exigencia nacional. Los recientes cambios en el gabinete son una muestra refractaria ante el clamor de cambio existente. Su incapacidad manifiesta se hizo nuevamente palpable en los días finales del año con las órdenes y contraórdenes en torno a las decisiones del cono monetario, con la aparición y desaparición del billete de cien.
El anuncio reciente de aumento de salario, más que entusiasmo, despierta mayor preocupación entre los venezolanos, quienes han aprendido que estas decisiones aisladas, sin concertación y al no estar acompañadas de otras medidas económicas generan mayor inflación, desempleo y agudizan la crisis para la pequeña y mediana industria y para el comercio en general.
En el terreno político el gobierno arrecia su ofensiva contra la instancia más representativa de la soberanía popular, como lo es la Asamblea Nacional, con el pretexto del desacato, no disimula su intención de radicalizar y adelantar su acción de amedrentamiento hacia la población, con la creación del “Comando Especial Antigolpe” dirigido por El Aissami, pretende desviar la atención de los gravísimos problemas que agobian la vida de los venezolanos.
El inicio del 2017 está impregnado de la misma atmósfera con que culminó el 2016, en el entorno priva el desconcierto, la desazón y la incertidumbre. Después de la maniobra inconstitucional del oficialismo para abortar el proceso del referéndum revocatorio como alternativa de cambio político, las perspectivas lucen difusas, las desavenencias en el territorio opositor también contribuyen -en alguna medida- a enrarecer este ambiente.
Las fuerzas democráticas agrupadas en la Mesa de la Unidad están llamadas a dar respuestas urgentes frente al panorama con el cual iniciamos este año, el tiempo apremia ante la ofensiva del adversario, hay que redefinir la hoja de ruta, ampliar los espacios de acuerdo para fortalecer la unidad de propósitos y recomponer la instancia unitaria. Superar las diferencias subalternas y abordar con sentido de grandeza las metas del presente. La MUD ha conducido con acierto indubitable las confrontaciones electorales, su carencias se ubican en el plano de la conducción política no electoral, es allí precisamente donde se requiere de creatividad para superar las falencias reconocidas.
Fortalecer y ampliar la unidad, aún en medio de la necesaria diversidad, es un objetivo inaplazable. Las fuerzas democráticas han conocido -en diversas situaciones- momentos de dificultades, con inteligencia y habilidad los ha superado, hoy nuevamente tiene que demostrar destreza para colocarse a tono con las exigencias del presente.
Es imprescindible ir al encuentro del inmenso descontento social, sintonizarnos con las vivencias cotidianas para reorientar la lucha por el cambio, poder rescatar la confianza en la dirección, sin despreciar ningún escenario de lucha, con entereza y aplomo hay que hacer frente a los nuevos desafíos. Siendo fieles a los postulados unitarios renovaremos la esperanza y saldremos nuevamente airosos de la actual coyuntura.