Aunque salvaje y brutal, el comportamiento del régimen obedece a una lógica altamente predecible. La mayoría de sus operadores fueron discípulos de los comandantes guerrilleros de los 60’ o militares renegados que conspiraban contra la democracia en los 80 y 90. Las nociones que estos operadores tienen de la política han sido tomadas del mundo militar, de la guerra y la insurgencia armada.
Una de las prácticas militares más socorridas para abortar las crisis internas del cuerpo militar es identificar un adversario exterior real o imaginario para forzar la cohesión interna del grupo ante la amenaza externa, lo cual lleva a distraer y posponer los conflictos internos.
El secreto —no tan secreto— de Hugo Chávez para mantener cohesionadas a sus huestes a pesar de sus profundas diferencias, fue siempre mostrarles un adversario poderoso, pero derrotable, para mantenerlas ocupadas luchando contra él. Ese adversario toma cuerpo diferente según la coyuntura política. Unas veces es el “imperialismo norteamericano”, otras la “derecha fascista” o la “oligarquía”. Es una práctica política y militar del chavismo oficialista el crear adversarios externos imaginarios ante crisis internas.
La ferocidad y brutalidad de la represión del régimen en los últimos días trata de esconder la profunda crisis que vive el chavismo oficialista. Hay división y descontento civil y militar en las filas de su partido desde hace años. Pero esta crisis no termina de aflorar porque, hábilmente, la cúpula siempre maniobra para crear un adversario externo que obliga a todo el cuerpo con sus facciones enfrentadas a concentrarse en el enemigo externo y no en las confrontaciones internas.
En los últimos días, el régimen ha combinado la represión brutal contra la oposición y unas maniobras militares ante presuntos planes de invasión extranjera. La realidad es que la oposición política al régimen no está interesada en involucrarse en golpes militares y que ningún país, y menos los Estados Unidos, obtendría beneficios con una absurda e imaginaria invasión a Venezuela.
En realidad, el aumento de la ola represiva y los caricaturescos ejercicios militares son distracciones fríamente calculadas para abortar la crisis interna del chavismo y el creciente descontento entre sus cuadros civiles y militares.
Se trata entonces, de un viejo truco del régimen. Al mismo tiempo es una advertencia clara a los chavistas, civiles y militares, que están pensando romper con el sistema y enfrentarlo. Que sepan que si eligen ese camino les espera el linchamiento moral y físico, y ni siquiera sus familias serán respetadas.
La represión y las maniobras militares de estos días solo tratan de esconder lo que casi todo el mundo sospecha: el chavismo también está dividido. Chavistas —civiles y militares— dividen sus lealtades entre el régimen que fenece y el grupo que puede garantizar su supervivencia.
@humbertotweets
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Humberto González Briceño
Maestría en Negociación y Conflicto
California State University