Es jocoso, es verdad, así como él dice. Vive en un goce permanente, se ríe, disfruta, baila, comenta y hasta baila ballet como el gran personaje Ariel de aquella canción de Billo que tantos recuerdos nos trae. Un hombre polifacético, si se quiere.
Su última declaración sobre la jocosidad es grave. Muestra ciertas debilidades mentales que pueden poner en grave situación su condición para dirigir el país, aunque esto sea por usurpación. Después de haber dicho que liberaría a Leopoldo López si Barack Obama, su enemigo unilateral, liberaba a Óscar López Rivera, un puertorriqueño que una vez luchó por los Estados Unidos en su ejército y que después pedía por la fuerza la liberación e independencia de Puerto Rico. Ahora dice Maduro que eso no era así, que fue jocoso su comentario. Es a los tribunales, es decir, a sus tribunales, a sus jueces, a los jueces del horror, a los que correspondía decidir sobre su libertad pero que en todo caso y en pocas palabras, se puede inferir de su estúpida declaración, que Leopoldo López era un asesino muy distinto a lo que fue el puertorriqueño.
Una burla más. Ahora dice que fue un vacilón, una broma, un chiste, un lujo que un jefe de estado, aunque usurpador y farsante, no se puede dar.
Pero Maduro es además de jocoso, un enorme mitómano y para eso me remito a su discurso en el TSJ lugar al que no debió haber acudido para rendir cuentas, pues el pueblo está representado en la Asamblea Nacional, pero insiste en su desobediencia y allí está.
En su “alocución” anual dijo lo que no tenía que decir y dejó de decir lo que tenía que hacer. Habló de libertad, de progreso, de crecimiento; pero no de inseguridad, de miseria, ni de los más de 100 presos políticos que torturan sus esbirros del sebin en la tumba y otros cuartos de tortura manejados por sus sucios socios cubanos.
Mintió jocosamente, se burló de nuevo de un pueblo que rechaza su proyecto y que más pronto que tarde, le pasará la factura por el paíscidio que ha cometido.
Ese es el mejor resumen que puedo hacer de tanta mentira y falacia, de tanta charlatanería, de tanto engaño y manipulación que aplauden los miserables lacayos del imperio cubano en el seno de nuestro Tribunal Supremo.
Si Bolívar oyese estos disparates los condenaría como a los españoles y canarios en el decreto de guerra a muerte. No son dignos. Maduro y su gente son la propia escoria que se apoderó del poder y secuestró a un país con la falsedad y la mentira, en medio de su jocosidad.
#ConstituyenteYa
Robert Carmona-Borjas