El Chapecoense, con un plantel reconstruido, recibía este sábado en su estadio al Palmeiras en un partido amistoso que marca la voluntad de supervivencia de este pequeño club del sur de Brasil convertido en un grande de Sudamérica, antes de ser diezmado por un accidente aéreo, reseñó AFP.
El encuentro comenzó a las 4:45 pm (hora local), aunque el momento más emotivo del día sucedió una hora antes cuando los tres jugadores que sobrevivieron al accidente aéreo levantaron la Copa Sudamericana-2016 que la tragedia no les dejó ganar en la cancha.
El arquero Jackson Follmann, que sufrió la amputación de parte de la pierna derecha tras el accidente, enarboló junto al defensor Neto y al lateral Alan Ruschel el preciado trofeo bajo un torrente de aplausos.
Todo el estadio Arena Condá estaba en pie para recordar a los que se fueron entonando “los campeones están de vuelta” y “vamos, vamos, Chape”, el grito de guerra de la hinchada de este club modesto pero de espíritu combativo.
Otro de los momentos de mayor intensidad se vivió con la entrada en el césped de las esposas de las víctimas del accidente, homenajeadas con un pasillo de honor formado por los niños del club.
Cada una recogió las medallas que hubieran recibido sus maridos, entre sentidas lágrimas de recuerdo y los gestos de cariño de los directivos al entregarles el premio.
Con las medallas ya al cuello, se unieron a los supervivientes para dar una emocionante vuelta de honor al estadio.
‘Todos campeones’
El equipo se dirigía el 28 de noviembre a Medellín para disputar con el Atlético Nacional el partido de ida de la final de la Copa Sudamericana cuando el avión se estrelló en las montañas colombianas. De las 77 personas que iban a bordo, 71 perecieron. Los otros sobrevivientes son el periodista radial Rafael Henzel y dos tripulantes bolivianos, Ximena Suárez y Erwin Tumiri.
A pedido del equipo de Medellín, la Conmebol declaró campeón del torneo al Chapecoense, que este año disputará por primera vez la Copa Libertadores de América.
En el estadio, un grupo de hinchas portaba una pancarta en la que se leía: “Todos campeones, del tendero al presidente”, mientras centenares de origamis con mensajes de homenaje a las víctimas colgaban de las vallas que rodean el césped.
Pese a que la ciudad de Chapecó se volcó con su equipo, el estadio, con un aforo de 20.000 espectadores, no estaba lleno, probablemente a causa del elevado precio de la entrada: 80 reales (25 dólares), en un país golpeado por la crisis y el desempleo.
La mitad de la recaudación se destinará a las familias de las víctimas y la otra mitad a la reconstrucción de club, que contrató a 22 jugadores para recomponer sus filas.
Renacimiento
Pero no solo el equipo comenzó este sábado su nueva vida, también fue un día de reencuentros para el periodista Rafael Henzel, quien retomó el micrófono tras el accidente para relatar el partido en la emisora Oeste Capital.
“Será un rito de iniciación, tanto para mí como para todos los hinchas que participaron (en diciembre) en las ceremonias fúnebres. Necesitamos de momentos como este, son un renacimiento”, afirmó el sobreviviente.
Como ya ocurrió entonces, el ‘pulgarcito’ del fútbol continental volvió a concitar la atención de todo el mundo deportivo.
Un total de 241 periodistas de nueve países fueron acreditados para cubrir el amistoso contra el Palmeiras.
“Somos una comuna pequeña, no estamos acostumbrados a semejante notoriedad. Pero esta conmoción mundial nos ha reconfortado. Esta enorme ola de solidaridad nos ha ayudado a erguir la cabeza y a mirar hacia adelante”, dijo a la AFP el alcalde de Chapecó, Luciano Buligon.
La ciudad, de unos 200.000 habitantes, se tiñó de verde, el color del equipo, que se convirtió más que nunca en el de la esperanza.
El ‘Verdao del Oeste’, como se llama popularmente a este club por ser del oeste de Santa Catarina, se convirtió en el segundo equipo preferido de numerosos brasileños, más allá de las fronteras de este Estado meridional.
Los pedidos online de camisetas de la ‘Chape’ agotaron ya varias veces los stocks y su fama trascendió igualmente las fronteras nacionales.
“Vinimos de Argentina para el partido inaugural de este club que tuvo una tragedia que nos afectó a todos”, afirma Miguel Álvarez, un argentino que hizo el viaje desde Tucumán, a 1.500 km de distancia.
“La parte futbolística sí vale, pero es (sobre todo) la parte humana, hay que ser solidario”, agregó.