Pronto serán 25 años del 4 de febrero de 1992 que a juicio de Alberto Barrera, autor del libro “Chávez sin uniforme”, “fue una intentona militar con más de chapuza que de heroísmo”. Nicmer Evans, dirigente de Marea Socialista, por su parte ha señalado que es bizantina cualquier discusión sobre lo que conceptualmente “fue un golpe de Estado mientras que el politólogo Carlos Romero lo recuerda “como una fecha sumamente dolorosa” que seguramente es como la rememora la familia de Noelia Lorenzo Parada.
Esa madrugada, Noelia de 9 años de edad, dormía con sus 2 hermanitas en el apartamento paterno de las residencias Mariscal de Ayacucho en la Avenida Sucre a pocos pasos del Palacio de Miraflores. Seguramente cerca de ella se encontraban el uniforme del Colegio Teresiano de La Castellana que portaría horas más tarde cuando asistiese contenta a clases. Era, según relatos de la época, una brillante estudiante.
Noelia nunca despertó el 4 de Febrero; la mató una bala de fusil, de las muchas que un puñado de militares dispararon en el asalto contra la vieja casona de “Misia Jacinta”. El pupitre de Noelia quedó vacío y a su familia la tragedia la marcó por siempre.
Noelia no pudo crecer entre amigas, no supo de más cumpleaños, no fue a la Universidad ni se graduó con honores, no conoció de novios ni se casó ni pudo tener hijos.
Hoy Noelia estaría por cumplir 34 años de edad y seguramente sería una profesional brillante, entusiasta, una mujer plena, pero está muerta. Nunca se supo, nunca se sabrá, quien fue el asesino material, seguramente ni él lo sabe. Pero de los responsables no cabe ninguna duda: Hugo Chávez Frías, Francisco Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos, Jesús Urdaneta y Miguel Ortiz Contreras, tenientes coroneles del Ejercito de Venezuela que desde que ingresaron a la Academia Militar –a decir de ellos mismos- conspiraron para tomar el Poder en Venezuela.
No fue la de Noelia la única vida que ese día se cortó en seco. 271 seres humanos cayeron abatidos en las distintas escaramuzas que en Caracas y Valencia se dieron. Echarta Gaiska y Migdalia Delgado, estudiantes los dos, cuando caminaban cerca de La Carlota; Hugo Villarte y José Enrique Ordaz, blanco de francotiradores presumiblemente apertrechados en el entonces Museo Militar en La Planicie, los muchachos que defendían a La Casona o a la sede presidencial, los que murieron en las cercanía de la 41 Brigada Blindada, entre tantos.
Hay muchas maneras de ver el 4 de Febrero de 1992 pero es tiempo que se mire desde el dolor de las familias que perdieron a los suyos.
Si bien es cierto que un fin de semana cualquiera en Venezuela, el hampa suma más muertos que los de la fallida intentona militar del 4 de Febrero, que frente a las 28,749 víctimas del hampa en el 2016, según el Observatorio Venezolano de Violencia, 271 del 4 F pareciera una cifra modesta, cada vida cuenta y cuenta mucho y estas que se perdieron no tuvieron ninguna razón para concluir así. El sábado, mientras algunos desfilen y otros hagan colas, yo rezaré por Noelia.