Cierto, por varios años, hemos leído con interés a los economistas versados en materia cambiaria y monetaria, siendo sobradas las advertencias hechas en relación al curso de las políticas oficiales. Argumentos sencillos y complicados, en los extremos de la angustia, dibujaron con bastante precisión la situación en la que hoy nos encontramos.
Lamentablemente, cumplidas las advertencias, no ha sido necesaria una formulación teórica para constatar que el socialismo – valga el acento – irremediablemente rentístico, ha destruido la moneda nacional quizá apostando seriamente a la realización de nuestras transacciones con fichas de distintas acuñaciones, como prometió Chávez Frías al pretender regresarnos al siglo XIX. O, siendo el mismo musiú con diferente cachimbo, a convertir el tal Carnet de la Patria en una suerte de ficha estelar con todas las implicaciones que comporta.
El pasaje mínimo urbano de transportación pública, por ahora, está en cien bolívares y, como lo alegó un pasajero con el que compartimos un largo rato en el tráfico, atentos ante cualquier súbito asalto, no alcanza para comprar una golosina cuando anteriormente, años atrás, el pasaje mínimo equivalía a cinco pequeños paquetes de galletas. Nos llamó poderosamente la atención tan didáctica explicación a la que sumó, siendo apenas un lector irregular de la prensa convencional, pues, no accede a las redes en casa, la disminución de las reservas internacionales, la venta fraudulenta del oro repatriado y el nombramiento del diputado Sanguino que, intentándolo subrepticiamente, reemplazó de manera ilegal a Merentes.
Casualmente, porque lo tenemos en casa, el anónimo compañero de viaje citó a Domingo Alberto Rangel y un libro intitulado “La moneda ladrona” de muy de principios de los sesenta. Explicaba con paciencia que, durante su juventud, simpatizante de las guerrillas, lo leyó para debatir en la universidad que no pudo concluir y, palabras más, palabras menos, espetó: “Parece mentira, fue tanto el escándalo que armamos contra Betancourt por destruir el bolívar que hoy son los izquierdistas, los supuestos herederos del viejo Domingo Alberto, quienes se lo llevaron por el medio, incluyendo el dólar que no veremos nunca jamás”.
No menos cierto, acaparadas las divisas por el gobierno – además – insignemente endeudador, acá no se le verá por largo tiempo la cara a un dólar, a un euro, a una libra esterlina, como en el marcado financiero internacional tampoco al bolívar que antes gozaba de mejor salud. Acotemos, lección final del pasajero en cuestión, tenemos años sin saber de los céntimos o fracciones, ocupando el billete de 50, 20, 10 y 5 el lugar muy anteriormente concedido al real, al medio, a la locha y a la puya: el billete de 100 bolívares ya alcanzó su nuevo rango, en el prolongado sepelio del dólar.