En la cúspide del paganismo y mucho antes de la ciencia dura los romanos optaban por soluciones más creativas y variadas para combatir las enfermedades, algunas de las cuales parecían ser completamente misteriosas. Una solución que ha documentado el blog Atlas Obscura es el uso de amuletos de penes gigantes voladores, los cuales eran usados frecuentemente con campanas y sonajas –el pene volador se hacía sonar en el viento– como un recurso apotropaico.
Estas figuras eran llamadas fascinum o penes divinos, usados para evitar el mal de ojo, entre otras cosas. Diversos historiadores explican el poder simbólico y mágico de los amuletos fálicos argumentado que tenían que ver con la fertilidad –esta es una especie de reduccionismo que se encuentra frecuentemente en la antropología y la mitología, donde todo tiene que ver con la fertilidad. Los amuletos también eran utilizados por los niños, ya que éstos eran especialmente vulnerables a las enfermedades; de hecho, el dios fálico Fascinus era el protector de los niños. Plinio el Viejo nos da una clave sobre el simbolismo de los fascinum: “Es la imagen de esta divinidad la cual está adherida al carro triunfal del general victorioso, protegiéndolo, como un médico atento, en contra de los efectos de la envidia”. El falo es un símbolo de la victoria, de la vida en sí misma que conquista.
Los romanos y los griegos son algunos entre muchos otros pueblos que han divinizado y utilizado el falo como un símbolo mágico-religioso; quizás el ejemplo más abundante es el falo de Shiva, el Shiva-lingam.
El hecho de que sean voladores podría tener que ver con una doble fuerza cifrada en que la palabra griega para “ala” servía como eufemismo de “falo”. Así, un hombre podía hablar de su “ala” cuando su miembro se había alzo, algo que puede extenderse y vincularse con las alas de Eros o Cupido. El amor necesita alas.
El término fascinum significa “magia” o “encantamiento”, pero algunos historiadores notan la semejanza con el término “bascanum” o “bascinare”, que significa el pene erecto. Se ha sugerido que nuestra palabra “fascinación” tiene este doble origen de falo y magia, lo cual explica la fascinación que existe en nuestra cultura por el falo. Pascal Quignard sugiere que existe una fascinación connatural por lo fálico; el ser humano es el resultado de un acto creativo que no presenció, del cual el falo es la directa representación. Esta curiosidad por el propio origen desconocido se erige en el falo, de aquí la fascinación.
Ahora bien, si el poder de la fertilidad y la victoria está en el falo, ciertamente también lo está en la vagina y en las representaciones femeninas como las Venus de amplias caderas o los yonis de Shakti, por lo cual podríamos también, para ser incluyentes y abarcar todo el espectro apotropaico, servirnos de vaginas subterráneas, de cuevas y cuencos protectores para sintonizar la medicina y la sanación de la Tierra.