A Diego Arroyo Gil
Se ha dicho mucho de ella; pero no tanto ni todo, porque no es posible. Más que una loa a Sofía Imber, es la verdad, eso creo. Porque hizo mucho por el país y su desarrollo cultural; puso a Venezuela en el mapa y en la agenda museística mundiales.
Mi paso por la Fundación Teatro Teresa Carreño, me permitió conocer a mucha gente vinculada a la cultura, a las artes en general, entre esas valiosas personas estuvo Sofía. De ella recuerdo cuando llamó para pedir un par de boletos (comprados), y yo –motu proprio- le hice llegar los míos.
Entonces en la Junta Directiva del Teatro estaba su esposo, Carlos Rangel, de quien también conservo una muy buena anécdota. Fungí de secretario accidental de aquella reunión de directorio, cuando se trataba la solicitud de arriendo de la Sala Ríos Reyna, para presentar en ella a la cantante Nina Hagen. Ante la reticencia y falta de acuerdo del directorio para decidir, pidió la palabra el doctor Rangel, quien señaló: “no nos podemos convertir en censores, el teatro debe estar abierto a todas las manifestaciones artísticas, y en el caso presente, que las instancias administrativas correspondientes tomen las previsiones y soliciten las garantías del caso”. Acto seguido, aquel cuerpo colegiado aprobó arrendar la sala para la presentación de la cantante alemana.
También hubo un Consejo Consultivo, del cual formaba parte Sofía, junto a Tomás Lugo Marcano, Mimí Guevara de Herrera Uslar y JhonLange, de modo que el director general de entonces, Elías Pérez Borjas, con frecuencia conversaba con ella –con Sofía- para saber su opinión sobre temas diversos.
Por cierto, me tocó atender en la dirección general del teatro, su llamada telefónica que avisaba de la sorpresiva muerte de su esposo.
En verdad, no hacía falta despedirla para darnos cuenta y constatar, una vez más, la intolerancia de esa cosa que nos desgobierna y de la sumisión servil de su séquito de acólitos.
Nos corresponde hacer honor a su recuerdo perenne, a conservar su legado, aprender y ahondar en sus enseñanzas.La honraríamos al defender los valores democráticos, al enfrentarnos a la discriminación y a la intolerancia, y al defender también la riqueza del pensamiento libre y plural, que es como si actuáramos en defensa propia. Si se reivindica la justicia y la libertad, se reivindica al propio tiempo la vida misma, y la humanidad.
Homenaje a Sofía sería pintar obras y hechos civiles, refrescarlos. Borrar el fantasma del militarismo vulgar y corrupto. Darles vivas a la civilidad. Otro homenaje a Sofía sería, reivindicar la política como el deporte, las buenas costumbres, el amor y la cortesía. Rescatar la democracia, sus valores y principios republicanos. Trabajar, decir no a la flojera y al hedonismo chavistas, por ejemplo.
El museo lleva su nombre como Sofía lo llevaba consigo. Su obra monumental, su otro hijo, su aporte que nada ni nadie podrán hollar ni echar al olvido. Tendría el mar que perder la memoria para olvidarse del horizonte.
No basta un minuto de silencio para la merecida honra, ni una hora para tanto hecho por Sofía, la imborrable, el humano museo. La verdad sea dicha.
Jesús Peñalver