Luis Alberto Buttó: La desesperante espera

Luis Alberto Buttó: La desesperante espera

En Venezuela, cada quien tiene un horizonte. El punto es que algunos pueden esperar por la concreción de aquél pero a otros se les convierte en drama vital su arribo porque luce exageradamente alargado en el tiempo. Todo depende de la acera desde donde se enfrenta el trajinar. Los que forman parte del lote que ha perdido empleo, seguridad social o capacidad adquisitiva y que, por consiguiente, experimentan pobreza de ingresos y/o estructural, difícilmente pueden esperar. El hambre y la desesperación que éste acarrea no son pacientes y asaltan sin piedad cada hora del día. Por el contrario, los que suman en el selecto grupo al que van dirigidos los comerciales destinados a vender bienes inmuebles en Estados Unidos o el Caribe o lanchas de alta potencia para juguetear en las costas nacionales, le es sumamente placentero aguardar. La riqueza súbita relaja.    

Dos millones de venezolanos se cansaron de esperar un futuro que no llegaba y regaron su caminar en tierras distantes. La capacidad productiva así pérdida es prácticamente irrecuperable y el reacomodo económico del planeta no toma pausas para permitir la llegada de los países atrasados incapaces de competir en la época del conocimiento. Achantados sí están los que no necesitan esforzarse o prepararse, pues con aplaudir incoherencias, ser «pájaros bravos» y militar en las filas de la improvisación y el populismo, les basta para asegurarse la estabilidad que les protege.

A las decenas de miles de asesinados por el hampa señora de estas calles, se les truncó con sangre la posibilidad de espera. Para los escoltados de ayer y hoy el reloj no tiene importancia. Familiares desesperados en pasillos de hospitales se ven atrapados por la premura del tiempo que acorta la vida de sus seres queridos ante la inexistencia de insumos y medicinas. La espera deja de ser angustiante para el que puede curar a los suyos allende las fronteras. Al final de la jornada, los ocupantes de enanas parcelas de poder llamadas gobernaciones, alcaldías o curules, pueden entenderse con los atrincherados en las parcelas mayores del poder nacional y posponer ad infinitum los cambios demandados por la mayoría que entiende que sin nuevo rumbo no hay anhelo que valga la pena. De allí las contradicciones, la supuesta torpeza, las incongruencias, las afectadas poses de estadista, las indefiniciones.

Emergente significado ha de darse en estos lares a aquello de «dulce espera». Millones de venezolanos saben de memoria lo amargo que es el conteo de los días.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3

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