La periodista Nitu Pérez Osuna entrevistó al ex preso político sobre su tiempo en la cárcel.
A continuación, sus declaraciones:
Ninguna lucha por los Derechos Humanos se libra en silencio. Así lo mantiene Rosmit Mantilla, quien luego de dos años y medio de encierro, fue liberado y pudo juramentarse como diputado suplente de Voluntad Popular. Es también activista del movimiento LGBT, y de los pocos que se atreve hablar abiertamente de la tortura como práctica de la dictadura venezolana. “Hay que decir las cosas por su nombre y hay que denunciarlo sin miedo a pesar de la advertencia que me hacen algunos compañeros”
Usted afirma que la tortura es la ministra más importante de Maduro, ¿nos lo explica?
Fui torturado psicológicamente todos los días durante los dos años y medio que duró mi encarcelación. En las noches nos encerraban con candados los comisarios y custodios; pateando y golpeando los barrotes gritando “si nos atacan los yanquis, nosotros contraatacamos”.
Entiendo que no sufriste tortura física. ¿Y tus compañeros?
Todos sin excepción. Creo que no se atrevieron a tocarme porque, gracias a Amnistía Internacional y a la poca prensa independiente venezolana que queda, mi perfil como preso de conciencia siempre estuvo en la palestra, ya que, para el 2014, yo era el único preso perteneciente a un partido político, quizás por eso se cuidaron de no dejar señales visibles de torturas. Uno de los episodios que le puedo contar fue cuando Gerardo Resplandor, Ronny Navarro y yo decidimos iniciar una huelga de hambre para que sacaran a unos compañeros de la llamada “tumba”. Luego de todo un día ingiriendo solo agua y suero pedialite, a las 10 de la noche nos llevaron al salón de visita y horas más tarde llegó un comisario con una Biblia y comenzó a leernos el Apocalipsis. Entre versículo y versículo nos decía: “No verán más nunca a sus padres”. Leía otro y nos decía: “Los voy a aislar sin siquiera agua hasta que mueran”. Llegó un momento en el que comenzó a decirnos cómo se movían nuestros padres, familiares y la esposa embarazada de Ronny. Nos daban sus direcciones, lo que hacían segundo a segundo. Todos estaban seguidos y en peligro. Fue entonces cuando tomamos la decisión de dejar la huelga de hambre. Puede sonarle frágil lo que le cuento, pero vivirlo es muy fuerte, deja heridas, cicatrices psicológicas para siempre.
¿Qué pasaba en la llamada “tumba” que los impulsó a llevar a cabo una huelga?
Nosotros descubrimos que en Plaza Venezuela, Caracas, sede del SEBIN, a 30 metros bajo tierra -que fue en algún momento la bóveda de un banco- la habían transformado en siete celdas monocromáticas, con cámaras internas. Allí estaban presos Lorent Saleh, Gerardo Carrero y Gabriel Valle, quienes recibían a diario golpes, vejaciones, insultos e incluso advertencias de que serían desaparecidos. Cuando conocí a Gerardo -en un traslado- me confesó que su encierro en la tumba se debió a haber iniciado una huelga de hambre. Por ello, le guindaron de una viga del techo por la muñecas, de forma que quedara en puntillas. Le propinaban tablazos. Si el intentaba bajar los pies, se le desprendían las muñecas. Estuvo así toda una noche. Llegó a pensar que le matarían. Avanzada la madrugada, al ver la escena, un funcionario cortó la soga y él cayó desmayado al suelo. El castigo que recibió por su resistencia fue llevarlo a la tumba. Allí conoció a Lorent y a Valle. Nosotros supimos de ese horror y en protesta por nuestros compañeros de lucha Gerardo, Ronny y yo decidimos ponernos también en huelga de hambre como medida para que estas torturas cesaran.
¿Cómo supiste cómo era la tumba?
En un traslado a los calabozos del tribunal, alguien que estaba allí me la dibujó en una servilleta. Un pasillo con siete celdas donde ni siquiera podían verse las caras, todas blancas. Según los estándares internacionales, eso califica como tortura blanca. Allí eran visitados de madrugada por fiscales que les decían que si declaraban contra el Alcalde Ledezma, Leopoldo López y María Corina Machado, recibirían beneficios, sino se “pudrirían en la cárcel”. Nunca cedieron, por eso pasaron dos años allí. Algunos periodistas conocieron de esto y se atrevieron a sacar notas. Lilian Tintori comenzó hablar de algo que hasta el momento era desconocido: la tortura. Y ese es un punto importante para que se conozca la verdadera naturaleza del régimen.
Segundo Informe Almagro del 14/03/2017 “El Observatorio de Derechos Humanos del Centro de Estudios para América Latina, CASLA, introdujo como anexo a la denuncia que por torturas sistemáticas lleva ante la Corte Penal Internacional contra el gobierno venezolano consideradas -como crímenes de lesa humanidad-… La denuncia revela que del año 2013 al 2016, más de 300 personas han sido víctimas de torturas entendiéndose ésta, según el Estatuto de Roma, el causar intencionalmente dolor o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, a una persona bajo su custodia o control”
Pero ya no se habla del tema. ¿Han cedido las torturas?
No, es incómodo para algunos políticos hablar de esa práctica frente a un proceso de diálogo, porque ¿cómo te sientas a conversar con personas que por acción u omisión llevan en sus manos la sangre y el dolor de los tuyos? Es moralmente muy difícil. Desde el SEBIN yo vi, por ejemplo, cómo se cocinaba el diálogo, cómo “algunos factores de oposición” jugaron con la desgracia y horror del preso político y les vendieron a Zapatero como mediador de ese fulano diálogo que derivó en oxígeno al gobierno y la cárcel a más políticos.
Tu organización , Voluntad Popular, ¿hace esfuerzos porque se conozca la realidad de los presos políticos?
Tratamos de elevar el tema todos los días. Yo soy de los que piensa que las cosas hay que decirlas y llamarlas por su nombre. Estamos en dictadura.
¿Y se legalizan con las leyes de la dictadura?
Pienso que no se pueden dejar los espacios de lucha. La recolección de firmas para los partidos es un obstáculo más que pone la dictadura, pero no hay que hacerles la cosa fácil. Creo como ciudadano que tenemos que luchar en dos direcciones: en lo electoral, aunque estemos en dictadura, y sobre todo, luchar en la calle y esa es la principal bandera de Voluntad Popular y la mía propia. Nosotros, como partido, advertimos lo que vendría con la vagabundería del llamado diálogo, con ese salvavidas lanzado a la dictadura. A principios de este año, algunos voceros del bloque unitario anunciaron que venían momentos para sincerar la deprimida unidad, ya que algunos queremos salir de este régimen ya, pero otros quieren acomodarse y mantener sus feudos que se llaman alcaldías y gobernaciones y yo solo pregunto, ¿alcaldías y gobernaciones para qué?, ¿con qué presupuesto?, ¿cómo se adelanta una gestión sin presupuesto? En el 2014 a Leopoldo y quienes les acompañamos nos tildaron de locos, y lo hicieron para proteger sus pequeños feudos.
¿Podemos decir que la fortaleza del régimen está en la debilidad de la Unidad?
Sin duda, mientras no reorganicemos moralmente a la unidad esto no cambiará. Como parlamentario he observado cómo hay bloques que empujan por la salida porque Maduro no es presidente porque abandonó el cargo, pero hay otros que dicen bajito que eso fue algo protocolar.
Hay la posibilidad de que la unidad se siente nuevamente a dialogar, ¿qué opina?
Quienes lo hagan se van a sentar sobre los cuerpos de cientos de jóvenes que cayeron en 2014, sobre las boletas de libertad de 115 presos políticos, se van a sentar encima de la sentencia condenatoria a Leopoldo López, lo harán sobre la dignidad de los torturados y perseguidos y de quienes no se doblegan ni negocian. Quiero ver quiénes se van a sentar allí.