La promesa de cambiar a Ecuador ha sido una constante en la historia de este país, al que no le son extrañas –como en casi en toda Latinoamérica- las figuras de caudillos con una autovaloración excesiva de sí mismos y movimientos políticos que nacen y mueren alrededor del caudillo.
Esta, parece, será la historia de Alianza País, el movimiento político del polémico presidente Rafael Correa, incluso si el candidato oficial Lenín Moreno logra ganar el balotaje del 2 de Abril pues la serie de intereses e ideologías que confluyen en este movimiento y que, desde hace por lo menos cuatro años, han mostrado su creciente división interna, difícilmente sobrevivirán, en el largo plazo, sin la presencia de Correa.
Sin embargo a Alianza País aún le queda oxígeno por la importante representación que logró en la Asamblea Nacional, 74 de 137 curules y porque mantendrá el control sobre varios organismos estatales de fiscalización.
En cuanto a Correa, muchos coinciden en que los ecuatorianos están viendo el ocaso de un caudillo, aunque su futuro parece estar muy atado a lo que suceda con las denuncias de corrupción en su Gobierno y no se descarta que, dependiendo de esto, pueda intentar resurgir como redentor en el 2021 o posteriormente, pero todo dependerá de si le salpican directamente las causas por corrupción y, de ser este el caso, hasta dónde, así como de la forma en que el Presidente que asuma funciones el 24 de Mayo logre enfrentar la grave crisis económica y la polarización que Correa dejará de herencia.
En varias ocasiones y más recurrentemente desde el 2013, Correa ha dicho que se retirará, al menos por un tiempo, de la política para que el país descanse de él y él descanse del país, y se irá un tiempo a Bélgica –la nación de origen de su esposa- para dar tiempo a su familia, porque es una deuda que tiene tras los 10 años de gobierno; sin embargo, el mes pasado advirtió a sus opositores que la mejor manera de tenerlo lejos “es que se porten bien” porque “si se portan mal me les vuelvo a presentar y los vuelo a derrotar”.
En días pasados, Correa -que piensa que su vida “a estas alturas ya no es de uno sino de su misión, de su pueblo, de su país y uno tiene que estar donde le exija el momento histórico porque tiene una enorme responsabilidad sobre sus hombros”- advirtió que “si ese tipo (el candidato opositor Guillermo Lasso) gana … nos va a empezar a perseguir (…) Esa gente nos va a perseguir en caso de ganar el gobierno y será la mejor fórmula para que me quede en el país a defender mi gobierno, mi honra, etcétera, y los volveré a vencer. Si gana Lenin (Moreno) podré ir a descansar un poco, y le debo eso a mi familia (…); sino tendré que quedarme a evitar que destruyan lo logrado y a defenderme porque esta gente nos va a perseguir”.
Analistas locales coinciden en que, luego de acaparar tanto poder durante 10 años, para Correa será muy difícil pasar a ser una persona común y corriente, y que cuando salga la lista de los coimeados por Odebrecht, él tratará de defender por todos los medios la imagen de su período de gobierno, pues aunque gane Moreno en el país habrá mucha presión para conocer los nombres de los implicados no sólo en ese caso, sino en muchos otros.
Según Simón Pachano, Coordinador del Programa de Estudios Políticos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), lo más probable es que Correa se vaya por un tiempo, “pero lo que hay que ver es qué pasará en términos judiciales con él porque seguramente tendrá un montón de juicios y probablemente incluso juicios de lesa humanidad, sobre todo por los sucesos de la revuelta policial de 30 de Septiembre del 2010”.
“Por supuesto que Correa va a tratar de seguir en la política nacional, pero un factor determinante será lo que pase en términos judiciales. El pegamento del correísmo es la persona de Rafael Correa, pero en el momento en que no esté, incluso si gana Moreno, y salten a la luz hechos de corrupción se debilitará tremendamente su movimiento político, pues muchos de sus integrantes perderán la idolatría por el líder y el temor de discrepar, tomarán distancia, habrá rupturas internas; los propios jueces ya no tendrán el terror que tienen de hacer algo en contra del Estado y del Gobierno, y aceptarán juicios que ahora no aceptan”, enfatiza Pachano.
En cualquiera de los dos escenarios: si el 2 de Abril gana Lenín Moreno o Guillermo Lasso, la presencia o no de Correa en Ecuador también dependerá del comportamiento y habilidad de sus aliados en la nueva Asamblea, y de la capacidad de la oposición para restar votos al correísmo.
Si gana Lasso está claro que se vienen tiempos difíciles para Correa y para el correísmo y se puede prever una fiscalización similar a la de Argentina con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
“Correa tiene un ego muy grande, si se da el triunfo de Lasso es muy probable que se quede en el país para dar guerra porque a él le encanta representar la figura de héroe, de mártir, de quien da la lucha, de quien pelea; lo único que le jugaría en contra es la fiscalización que se vendrá. El correísmo se ha mantenido por la presencia de Correa en el Ejecutivo, sin él será muy difícil continuar”, dice Natali Becerra, consultora de Comunicación y Estrategia.
Según Becerra, el correísmo ha sido una fuerte estructura de propaganda, basada en la figura de Rafael Correa; si él se va será muy difícil que se queden unidos porque no hay amor a Alianza País como tal, sino a Rafael Correa, por eso su estructura es muy frágil.
La socióloga Natalia Sierra refuerza esa tesis: “Si Lasso gana la Presidencia, sin Correa y sin Moreno es más fácil que se pueda desarmar el bloque legislativo de Alianza País pues bastará que 10 legisladores salgan para que pierdan la mayoría y eso podría darse con un estratégico manejo político de CREO”.
Hasta ahora, sin embargo, el panorama no es nada claro sobre quién podrá ganar el balotaje del 2 de abril; las encuestadoras difieren diametralmente en sus resultados.
La encuestas muestran gran paridad entre Guillermo Lasso y Lenín Moreno, el opositor y el oficialista que competirán en el ballotage del 2 de abril.
Pachano realizó una simulación, con varios escenarios, para determinar qué podría pasar con los votos de quienes no votaron ni por Correa ni por Lasso en la primera vuelta. El resultado fue prácticamente un empate entre Lasso y Moreno, por lo que el resultado final dependerá de lo que pase en lo que resta de la campaña electoral, y de la proporción final de los votos nulos y blancos, que si crecen mucho pueden favorecer al candidato Moreno.
La última encuesta de Cedatos -Gallup Internacional -la que más se aproximó a los resultados en la primera vuelta- realizada el 15 de marzo con una papeleta de votación simulada, dio una intención de voto de 44.2% para Lasso y de 42.8% para Moreno, con un 13% de votos nulos y blancos sobre los votos totales.
Las disputas al interior de Alianza País han sido conocidas por lo menos desde hace unos 4 años, sobre todo en torno a dos líneas: la de Rafael Correa-Jorge Glas y la de Lenín Moreno, apoyada por algunos grupos de izquierda que coexisten en el movimiento, pero las disputas más fuertes son en torno a cacicazgos territoriales por espacios de poder y nominaciones de candidatos, sobre todo en territorios pequeños.
“Si Correa pone un paso al costado, aunque gane Lenín Moreno, comenzará a darse un desmembramiento de Alianza País”, asegura Sierra. “Pero incluso quedándose Correa no hay vuelta atrás en el desarme, que puede durar un poco más o un poco menos, pero el proyecto en sí mismo se acabó como todo movimiento populista; tiende a la desintegración porque no tiene una base ideológica sólida”.
Varios analistas locales consideran que Ecuador está viendo el ocaso del caudillismo de Correa y sus propias acciones parecen dar la razón a quienes lo argumentan.
El pasado 9 de marzo, en Ventanas, una pequeña población Costera, Correa fue recibido entre gritos por la supuesta falta de medicina en el Hospital que fue a visitar. La gente enardecida gritaba “queremos medicinas”; el presidente con un megáfono les dijo desde un auto que el Hospital “está viejito” y que no se puede hacer todo nuevo, pero que el personal está completo, la farmacia equipada y el quirófano repotenciado. La gente comenzó a gritar “¡Mentira!”, lo que enfureció a Correa que amenazó con cerrar el hospital: “bueno compañeros qué pena, es todo lo que les puedo ofrecer. Si es tan malo lo cerramos, me avisan, me avisan para cerrarlo”.
Días después en uno de sus enlaces semanales, luego de pedir a sus simpatizantes que reaccionen si existen reclamos al mandatario cuando realiza visitas en las distintas localidades del país, hizo otra furibunda advertencia: “a reaccionar, pueblo ecuatoriano, o tendré que dejar de hacer visitas en territorios. O controlan a estos majaderos o los controlo yo; y se va a armar la grande ahí, porque yo me haré respetar”, dijo, no sin antes afirmar que los reclamos provienen de “infiltrados de la oposición”.
Los sociólogos tiene su explicación para ese tipo de actitudes: cuando una persona concentra todo el poder se desgasta más rápido como persona y como autoridad política. “Correa está obsesionado por defender la estructura del poder y tiene tanto poder que es incapaz de diferenciar entre Rafael Correa, la persona, y Rafael Correa, el presidente; supone que es Presidente porque es Rafael Correa y eso le hace tomar actitudes cuestionables”, enfatiza Sierra.
Mientras tanto, el articulista Felipe Burbano de Lara dijo recientemente en una columna que la transición política que enfrenta el Ecuador con el proceso electoral tiene como telón de fondo “el dramático fin de un liderazgo caudillista que vive con extrema ansiedad y angustia su retirada del poder, en medio del derrumbe del proyecto revolucionario de Alianza PAIS.
“El presidente Correa no sabe cómo enfrentar las elecciones y menos todavía cómo facilitar la transición democrática, pacífica, de gobierno. Remueve el escenario todos los días con decisiones abruptas, amenazas desestabilizadoras y llamados a la violencia”, entizó Burbano de Lara.