Editorial
El Mundo de España
La imagen de niños, jóvenes o padres de familia rebuscando en las bolsas de basura tiradas en las calles de Caracas algo para comer es lo que mejor ilustra el legado económico de casi dos décadas de chavismo. A la continua vulneración de derechos y libertades en Venezuela, que tantas veces hemos denunciado desde estas páginas, se ha unido en los últimos tiempos el hambre. Un drama que el Gobierno de Nicolás Maduro trata de menospreciar -llegando incluso a bromear en público con la escasez de comida- pero que afecta ya a miles de venezolanos. En concreto, al 10% de la población, según denuncia la oposición.
El caso de Venezuela no es el único en el que una tierra tremendamente rica gracias a sus recursos naturales es habitada por una población pobre. Pero lo que es inexplicable desde cualquier lógica es cómo el régimen chavista ha podido llevar a esta situación extrema a un país en el que había una amplia clase media.
La gestión económica de Maduro no ha podido ser más desastrosa y su modelo económico (si es que lo tiene) se ha demostrado perverso. El último dato oficial publicado situaba la inflación en 2015 en el 180,9%. Pero recientemente el FMI calculó que el IPC podría haber alcanzado en 2016 nada menos que el 480% en un contexto de fuerte recesión. Esa brutal subida de los precios, combinada con las repetidas devaluaciones a las que ha sido sometido el bolívar explican en buena medida las penurias que están sufriendo los venezolanos que se ven obligados a buscar algo de comida en la basura. Y ello sin olvidar los problemas que está generando el hecho de que el suministro de alimentos y bienes básicos a la población esté en manos del ejército desde el año pasado.
El resultado de este cóctel es que el 81,8% de los hogares venezolanos vive en situación de pobreza y el 51,5% de pobreza extrema, según los datos de la Academia Nacional de Ciencias Económicas del país. Esa escasez se ha cobrado la vida de decenas de niños en lo que va de año.
El problema es tal que los índices de delincuencia han comenzado a elevarse por el aumento de delitos relacionados con la escasez de alimentos.
La reflexión del articulista crítico, Juan Linares, que recogemos en el reportaje que publicamos hoy es elocuente: “Todas las ventanas democráticas se cierran y el Gobierno propicia el hambre porque la considera su aliada”. En efecto, sólo así puede explicarse la mofa con la que Maduro trata el hambre para desesperación de su pueblo.
La historia juzga a los regímenes por los hechos. En el caso del chavismo, el legado no puede ser más nefasto. En el ámbito político, el encarcelamiento que sufren Leopoldo López y otros tantos opositores encarna el marco de ausencia de libertades y permanente vulneración de derechos en el que viven los venezolanos. Y en el terreno económico, la desnutrición de los niños y las fotografías que muestran la hambruna de la población hablan por sí solas sin necesidad de recordar los alarmantes datos macroeconómicos.
El chavismo está ya en fase de agonía. Pero es intolerable que en su huida hacia delante, el régimen esté sumiendo en la miseria al pueblo venezolano.