Suena el teléfono. Miguel sale corriendo y contesta: “Hola, dígame. Sí, soy Miguel, ahora se pone; te quiero mucho abuela. Beso. Mamá, es la abuela”. Coge el iPad, busca la aplicación para ver los dibujos de Ben y Holly, en inglés, como quiere su padre, y no hace caso a nadie ni a nada más, publica El Mundo de España.
Por CLARA SIMÓN VÁZQUEZ/Madrid
Miguel nació con síndrome de Down hace cinco años. A los dos meses empezó el programa de Atención Temprana en la Fundación Síndrome de Down de Madrid, donde durante más de tres años acudía tres días a la semana, a estimulación, fisioterapia, logopeda…
Desde hace dos años, va a un colegio de educación especial, donde recibe el apoyo necesario. Marta, su madre, cuenta a EL MUNDO que tiene una autonomía física prácticamente normal de un niño de cinco años, “come solo, se viste solo, corre, salta, anda, chuta el balón, juega al fútbol con sus hermanos, nada solo y maneja el iPad mejor que yo”, bromea.
Miguel ahora está empezando a aprender las letras, cuando los niños de su edad ya están empezando a leer, “pero tiene el mismo interés por la lectura que cualquier niño de su edad, coge un libro y le gusta que se lo leas”, detalla Marta, con amplia experiencia con los niños como madre de cinco hijos.
Su socialización es buena. Al ir a un colegio de educación especial, recomendaron a sus padres que fomentaran el ocio con niños de su entorno. “Miguel es muy sociable y se relaciona sin ningún problema con los vecinos, con los niños del parque y con los hijos de nuestros amigos. Tiene una ventaja, que es capaz de expresarse y hablar, por lo que hacer amigos para él no es ningún problema”.
Y es que el objetivo de la atención temprana en los niños con síndrome de Down es dar respuesta lo más pronto posible a sus necesidades. “Se ha comprobado que los niños estimulados adquieren niveles de desarrollo más altos que los niños que no tuvieron esa oportunidad”, apunta Elena López-Riobóo, coordinadora del Centro de Atención temprana de Down Madrid. Otros de los beneficios de la atención temprana se centran en una mejor salud, en tener unas conductas más adecuadas y adaptadas y un buen nivel de independencia personal, que es el objetivo principal.
La forma de trabajar se basa en que el niño es el principal agente de su desarrollo, por tanto la intervención está unida a una primera evaluación diagnóstica que determina sus necesidades. “Esto supone que los tratamientos son flexibles y adaptados a cada uno de forma individual”, apunta Elena López-Riobóo.
En busca, aún, de la integración social
En el Día Mundial del Síndrome de Down, que este año se celebra bajo el lema #1díaparacelebrar y 365 deseos por cumplir, la especialista en atención temprana, Isabel Alonso Salvatella, que trabaja en el Centro de Educación especial María Corredentora, reivindica más conciencia social y, sobre todo, más información. Todavía hay personas que desconocen que el síndrome de Down es una condición derivada de una alteración genética de nacimiento y que las personas que tienen un cromosoma más en el par 21 pueden hacer casi todas las mismas cosas que el resto, sólo que con más apoyos y otros tiempos.
Dentro de los niños con síndrome de Down, cada uno presenta unas características y un desarrollo diferente. Por lo general, podríamos decir que tienen un desarrollo más lento que un niño sin discapacidad, consiguiendo con una buena estimulación y una buena educación que alcancen hitos como cualquier otro niño, solo que lo hacen de manera más lenta y con mayor necesidad de apoyo.
Porque una persona con síndrome de Down puede aportar a la sociedad exactamente lo mismo que una que no lo tenga. Muchos son capaces de integrarse en el ámbito laboral, haciendo una vida normalizada, lo que contribuye a aumentar la sensibilización social. “La integración de las personas con síndrome de Down depende en gran parte del enfoque que le da la familia en su entorno y de cómo esta constituya su propia vida. Es importante que reciban el soporte de su familia y amigos para una óptima integración social”.
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