Es indignante que luego de 18 años de fracasos y corrupción la culpa sea del imperio, la derecha o la oligarquía. El gobierno tiene las centrales azucareras, el control de las torrefactoras de café y la mayoría de las plantas procesadores de harina de maíz pero la escasez del producto es por la “guerra económica”. Si no hay agua, ni luz o se incendia una refinería seguramente es sabotaje o quizás sea culpa de una iguana. Así pudiéramos poner cientos de ejemplos que evidencian la irresponsabilidad y el cinismo de la narco-revolución chavista pero su capacidad de burlarse del país parece infinita: en medio de este deslave económico y moral, lanza una dispendiosa publicidad sobre la “Venezuela potencia” que insulta la inteligencia de los venezolanos. Tal cosa es una afrenta en un país que exhibe 80% de pobreza, donde hay gente buscando alimento en los basureros y muriendo por falta de medicinas, cunde la desnutrición infantil y ni siquiera se consigue papel tualé. Hay que ser bien “caradura” para impulsar esa campaña pero hay que ser absolutamente indolente y corrupto para mantener el guiso de los CLAP y tras bastidores un oscuro negocio con la importación de alimentos y el manejo de dólares preferenciales. Por si fuera poco, parece que alguien cuadró un buen negocio con los chinos y ahora Nicolás Maduro aprobó 1.386 millones de bolívares y 1.975 millones de dólares para comprar 30.000 teléfonos inteligentes para los CLAP. ¡Insólito!
El gobierno prefiere importar harina, ganarse miles de millones de dólares y que el pueblo la pague a Bs 2.500; en vez de permitir que los productores venezolanos de maíz ganen un precio justo e Industrias Polar ponga a Bs 770 la harina en el mercado. Lo mismo sucede con la importación de medicinas, la prioridad no es atender la demanda de la población sino engordar sus abultadas cuentas bancarias e incrementar sus malolientes fortunas personales. En la corta memoria del venezolano permanece vivo el recuerdo del insepulto gritando “exprópiese” y un público adulante aplaudiendo a rabiar. ¡Nada nuevo! En Cuba, a principio de los años 60, la Central de Trabajadores dispuso una semana de “júbilo popular” para celebrar el asalto legalizado a las 382 mayores empresas establecidas en el país, asumiendo el Estado el control del 80% de la capacidad industrial. El resultado también fue el mismo: en Cuba y en Venezuela, ese fue el inicio de una dolorosa historia de corrupción y destrucción de la economía nacional, una historia de hambre y miseria para millones de conciudadanos. La escasez e inflación en Venezuela es la consecuencia directa de un modelo caduco y fracasado pero se agudiza con esa cadena de disparates y tropelías contra la empresa privada y los sectores productivos.
Lo trágico es que el gobierno -lejos de procurar soluciones- insista en esa ruta y pretendan expropiar las panaderías para resolver la escasez de pan. Repetir la cómica de las “areperas socialistas” es la solución que ahora plantea Nicolás Maduro: una cuantiosa inversión dilapidada que nos recuerda a “Pañales El Guayuco”, la fábrica de teléfonos “Vergatarios”, los cementerios de autobuses chinos por todos lados y un largo etcétera como signo del “legado”: un país inviable, pobreza extrema y una revolución prostituida, corrupta e insaciable que ha desangrado a Venezuela. Así las cosas, el cambio no es una opción, es una decisión impostergable de cada venezolano.
Twitter: @richcasanova
(*) Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla.