Querida democracia:
Espero que al recibo de la presente te encuentres bien donde quiera que estés. Te pienso y me pregunto si en tu propia naturaleza no está la fatalidad de tu destino. Me explico: creo que tu requieres de un clima espiritual tan especial, que si no lo tienen todos los que se arropan bajo tu manto, tu fortaleza se transforma en una profunda debilidad y usaran tu nombre para edificar tanto atroces dictaduras como perversas y cínicas tiranías.
Mi querida amiga, me llama la atención que a pesar de tu avanzada edad –naciste por allá por el siglo V antes de Jesucristo de ese matrimonio inestable entre el demos y el krátos- tu verdadero desarrollo es muy reciente. Es de poco tiempo a esta parte que te has consolidado como forma de vida de los pueblos que han alcanzado la madurez política de entenderte, de tolerar visiones políticas antagónicas que logran coexistir dentro de tus normas y principios. Tú has acompañado el momento de mayor progreso de la humanidad.
Qué falta nos haces por estos lados. En honor a la verdad, no es que te hayamos conocido tan plenamente como a veces creemos, pero nos acercamos bastante alguna vez: conocimos la separación de poderes, algo de libertad de expresión, cierta dosis de justicia, altenabilidad en el poder, posibilidades de acceso a la educación, un movimiento cultural que no dependía de la incondicionalidad política, salud, seguridad, bienestar y muchas otras cosas. No fue poco, si tenemos en cuenta que venimos de una historia en la que los conflictos políticos se resolvían las más de las veces con fusiles y no con votos.
En nuestra difícil relación con tus principios, un tema que mucho nos ha costado es el del bien común, que debería ser tu finalidad y que es algo muy difícil de establecer, porque la gente suele creer que su interés particular es el bien de todos. Cuando esto sucede, en tu nombre aquellos que deberían administrarte se transforman en seres corruptos que se apropian de tus bienes y arrebatan el oro de la libertad de las bóvedas de las instituciones que juraron defender, dejando al resto de los ciudadanos padeciendo la ruina y la desilusión de ti. Hay algo que no anda bien en el criterio del bien común reinante, cuando el futuro muere aun sin salir de la maternidad.
Creo que lo peor que puede sucederte –como ha sido el caso- es cuando se te usa como disfraz y luego de llegar por la fuerza de los votos, quien lo hace cree que recibió un cheque en blanco que no tiene fecha de vencimiento, ni los limites que las normas señalan, que es inaceptable el cambio de opinión de los ciudadanos y se asume como traición todo intento de rectificar. Los pueblos, querida amiga, a veces se equivocan y las equivocaciones no siempre tienen que ver con la fuerza o debilidad de su tradición cultural: el instruido pueblo alemán de la década de los treinta votó por un hombre como Adolfo Hitler y el pueblo mayoritariamente analfabeto de la Venezuela de 1947 eligió como presidente a su más significativo hombre de letras con el 80% de los votos y el 20% restante fue a dar al otro significativo hombre de letras que le adversaba. Cuando recuerdo esto y el brillo de nuestra juventud, sé que volverás.
En fin, era solo para saludarte de lejos y decirte que por aquí se te extraña mucho, que ojalá regreses pronto, que quiera Dios que aprendamos esta triste lección y podamos refundar un compromiso ético que retome tu vigencia. Mi definición preferida de ti, es la de Bernard Shaw: “La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos”.
Ojalá que pronto volvamos a merecerte.
Tuyo,
Uno del demos.
C.c.p. OEA