Siempre repetimos en este espacio un recuerdo que los periodistas de la mal llamada cuarta república no nos cansamos de analizar: ¿en qué momento el poeta Tarek William Saab se convirtió en una ruina moral, qué desastre ético ocurrió entre aquel joven y modesto poeta que llegaba a la redacción de los periódicos todos los sábados a entregar una pequeña página a favor de los presos militares y civiles que habían participado en el sangriento golpe de 4 de febrero?
Lo recibíamos con la amistad que nace de la frecuencia de sus visitas y del respeto por sus ideas con la tolerancia que solía acompañar nuestras vidas pacíficas. No le sacamos el cuerpo ni lo tildamos de enemigo de la patria o agente de los cubanos.
Todo lo contrario, cuando el chavismo tomó el poder lo seguimos viendo y le tendíamos la mano como en los viejos tiempos. Tarek William Saab seguía siendo un joven político de mente abierta, bien diferente por cierto de los trogloditas militares que había decidido apoyar, pero claro, ese era su problema.
Cuando lo nombraron defensor del pueblo renació la confianza en él porque le habíamos visto actuar en defensa de los presos y de los perseguidos de gobiernos anteriores. Pero aquella imagen honesta comenzó a disolverse en el ejercicio del cargo cuando debió enfrentar varios casos importantes de violaciones a los derechos humanos. De hecho, en esos momentos se inició su ruina política y personal.
Hoy, como presidente del Consejo Moral Republicano, Tarek William Saab, abogado graduado en la UCV, ha salido a remendarle el capote no a su partido, ojalá, sino a la camarilla de civiles y militares que han convertido a Venezuela en un gran negocio personal y él lo sabe porque ha vivido en las entrañas de ese monstruo de la corrupción. Ayer Tarek salió a justificar uno de los actos más perversos de su gobierno: la ofensiva contra la Asamblea Nacional que, como él bien sabe, fue electa por una amplia y aplastante mayoría de votos populares. ¿Es que esos votos de los ciudadanos no cuentan, Tarek?
En el comunicado del presidente del Consejo Moral Republicano con motivo de la decisión del Consejo de Defensa de la Nación, Tarek tiene los riñones de salir a defender la sentencia 155 de fecha 27 de marzo de 2017 y la 156 de fecha 29 de marzo 2017, emanadas de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. Como abogado sabe perfectamente bien que quien preside el TSJ no tiene trayectoria ni credenciales para ocupar ese importantísimo lugar en la justicia venezolana. Conoce sus antecedentes penales y sabe que si la revolución bolivariana quiere imponer una nueva moral no será precisamente amparándose en la figura de este señor. Esto significa complicidad pura y dura.
Para Tarek William Saab todo se arregló en Miraflores en la conversación entre la fiscal y el señor Maduro. Pero los venezolanos no somos ingenuos, existe un problema de fondo que el Poder Moral teme enfrentar. Esa cobardía define perfectamente bien la hipocresía institucional que domina el poder civil militar en Venezuela y ella es: puedo quebrantar la Constitución, puedo burlarme de las leyes, puedo torcerle el pescuezo a la justicia pero no hay problema, allí estará Tarek, el justificador.