Algunos dirán que nos volvimos locos. ¿Qué hacen estos tipos pidiendo firmas en lugar de estar incendiando al país para que estos delincuentes se vayan? Sin embargo precisamente es ahora cuando hace falta urgentemente el proceso constituyente. A ese proceso se convoca cuando, según palabras de Donnedieu de Vabres, en su obra L’Etat: “se llega a una total ingobernabilidad e inseguridad jurídica y no hay reglas de juego claras. Cuando se desborda el enfrentamiento político, el odio, y la división prevalece entre los ciudadanos. Cuando un gobierno dilapida los mayores recursos que ha tenido el país en toda su historia y no hay manera legal de controlarlo. Cuando la corrupción, la incapacidad, la inseguridad y la impunidad incrementan la situación de crisis. Cuando todas las realidades anteriores nos puedan conducir al abismo de una guerra civil”. Lo había mencionado en una nota anterior y lo repito ahora: nadie puede dudar ni discutirme que ese no sea el país que tenemos ahora y la situación actual de Venezuela.
Venezuela es ahora un país descuadernado. Esto es desbaratado, descompuesto (2da. acepción del verbo descuadernar, DRAE). Ya no hay manera de lograr un consenso entre dos extremos enfrentados. Ambas partes se plantean la aniquilación de la otra como única manera de resolver el conflicto. Pero cuando hablamos de “partes” estamos refiriéndonos a su dirigencia, que a su vez es seguida por sus colaboradores más radicalizados.
Esto genera un estado de enfrentamiento que le echa gasolina a un fuego encendido. Decía nuestra amiga, recientemente desaparecida, la Dra. Rosa María Zulueta, Psicólogo Social, que el venezolano está psicológicamente enfermo producto de una estrategia deliberada del régimen al aplicarnos “discursos violentos, intolerancia, chantajes y manipulaciones, engaños y rebotes de culpa, violaciones de derechos humanos, discriminación política, ineficiencia, corrupción y pobreza” (ver Rosa María Zulueta, ciudadana integral, en http://ticsddhh.blogspot.com/2017/03/rosa-maria-zulueta-ciudadana-integral.html). Y eso provoca “quiebres de lógica, desesperanza, inermidad, incertidumbre, frustración, resentimiento, rabia tóxica, paranoia y reactividad”.
La manipulación indebida de esos estados psicológicos por personas interesadas “en arrimar el carbón para su sardina” nos pone encima de una bomba de tiempo que esta estallando por etapas. ¿Cómo racionalizamos esas emociones tan intensas? Si a eso le añadimos hambre generalizada y mayor frustración por el alargamiento de un gobierno de delincuentes, la mesa de la violencia está servida.
Los detractores del proceso constituyente lo plantean como algo banal, que “hacer una nueva constitución” no resolverá el problema de los venezolanos. Y eso es ignorancia deliberada y manipulada del tema. El proceso constituyente no es para hacer una Constitución. Un Proceso Constituyente es para acordar un nuevo Pacto Social, y el resultado de ese nuevo acuerdo entre los representantes legítimos de la población se plasma en un documento llamado Constitución redactado entre quienes acuerdan ese Pacto. Si no se cumple la Constitución es porque no hubo un Pacto sustentable.
Como se podrá ver, ambas cosas son muy distintas. De esa explicación se deriva el porque estamos donde estamos, debido a que lo que ocurrió en 1999 no fue eso, sino la imposición de un vencedor sobre un perdedor, y no un Pacto Social. Y quienes redactaron el texto no fueron los legítimos representantes de los venezolanos sino los representantes del vencedor de turno, quien de paso hizo las reglas para quedar en abierta mayoría. No hubo Pacto sino una imposición. De allí que no se podía esperar un país estable ni en paz, y mucho menos con pretensiones de desarrollo social, político y económico.
No podemos volver a cometer el mismo error de 1999. Esa frase maniquea de “primero somos gobierno y luego hacemos una constituyente” apunta precisamente a cometer ese mismo error que ya tiene más de 180 años, donde el que está en el poder manipula los resultados de la deliberación constituyente a su favor para hacer una constitución a su medida. En 1947 los venezolanos tuvimos la suerte de contar con tribunos de la talla de Andrés Eloy Blanco y las intenciones de su partido en el gobierno para conceder los Derechos Civiles a los venezolanos. En 1961 tuvimos de nuevo la suerte de un Pacto Social surgido de un Congreso Constituyente para evitar más dictaduras en Venezuela, que nos dio 40 años de estabilidad política. Pero en 1999 ya no tuvimos la misma suerte.
En esta oportunidad quienes convocamos a un Proceso Constituyente no deseamos que ese proceso dependa de la “suerte” de contar con venezolanos que “deseen” públicamente el bienestar de sus compatriotas. Ya Chávez fue suficiente escarmiento. Es por eso que debe ser Originario, esto es, que salga, no de un gobierno en el poder que sesgue su resultado, sino de la propia población que conduzca el proceso, desde el establecimiento de las reglas hasta la elección de los Constituyentes. Venezuela ha llegado a un estado de tal degradación moral que es imposible confiar en una dirigencia política con valores superiores de cambio y bienestar. Eso lo tenemos que garantizar desde el mismo proceso, eligiendo Constituyentes consustanciados con los problemas del país, de todas las regiones de Venezuela.
Un país con la destrucción institucional como la que tenemos no puede garantizar elecciones libres y auténticas, como lo establecen los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos. Por eso hablar de elecciones de cualquier tipo en Venezuela resulta en colaboracionismo. La intervención del CNE, TSJ o cualquier institución destruida por el régimen para llevar a cabo un proceso Constituyente está completamente descartada. Es por eso que desde la misma base, la población deberá contarse a sí misma para decidir su destino en un proceso regulado y reglamentado a nivel de detalle. Ese es el carácter inédito del proceso que estamos convocando desde la ANC (http://ancoficial.blogspot.com/).
Convocar, como lo estamos haciendo, a un Proceso Constituyente Originario es la solución que contrapone a la violencia que el régimen espera, y de la cual es el único beneficiario al atornillarse al poder. Contando las manifestaciones de voluntad y solicitando el respaldo correspondiente a quienes institucionalmente están llamados a defender con las armas de la República al pueblo de Venezuela, estos deberán decidir si seguir apoyando a un régimen o respaldar la convocatoria del dueño de la Soberanía a un Proceso Constituyente. Lo contrario seguirá siendo el caos y la violencia de un país descuadernado…
Caracas, 8 de Abril de 2017
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