Millones de cristianos en todo el mundo celebran el Viernes Santo, fecha que rememora, según la tradición cristiana, la crucifixión de Jesucristo. Aquí te contamos, paso a paso, lo que pudo haber causado su muerte.
Con información de Telemundo
En el siguiente trabajo de análisis médico publicado en la Universidad de Arizona en 1965 que detalla, paso a paso, lo que pudieron haber sido los últimos y agonizantes minutos de quien la Biblia llama ´el hijo de Dios´.
“El aspecto fisiológico y anatómico de la pasión del Señor pueden ser examinados con ciertos detalles” explica el doctor quien también es pastor cristiano y escritor.
Davis comienza su análisis con el Calvario. ‘De su inusual sufrimiento, lo que resalta fisiológicamente hablando es el sudor de sangre y de manera muy interesante, es el doctor, Lucas (uno de los apóstoles), el único de quienes relatan el Evangelio, que menciona este fenómeno (Lucas 22, versículo 44)’.
Según lo señalado en la Biblia, Jesucristo habría sufrido ‘hematidrosis’, de acuerdo a Davis. Cuando una persona atraviesa o sufre un stress emocional de inusuales características, los capilares de las glándulas de la segregación se pueden romper, por lo que la sangre se mezcla con el sudor. Según Davis, ‘este proceso, por sí solo pudo haber generado una marcada debilidad y un posible ‘shock’.
De acuerdo a la Biblia, Jesucristo fue llevado ante el gobernador Poncio Pilatos tras las órdenes del César. Y luego que Pilatos ‘se lavara las manos’, lo condenó a la crucifixión, una manera de castigo bastante común por aquellos tiempos. La orden afectaba también a dos ladrones.
Le sacaron la ropa y comenzaron los latigazos. ‘Los lazos de cuero cayeron con fuerza una y otra vez sobre los hombros, la espalda y las piernas. Primero cortaron la piel pero luego, atravesaron tejidos subcutáneos, lo que produjo en principio un filtrado de sangre desde los capilares de la piel, lo que finalmente derivó en la salida a chorros de la sangre’, según el doctor C. Truman Davis.
Según se relata en la Biblia, los soldados le ofrecieron a Jesucristo una especie de analgésico, aunque lo rechazó.
Luego vino ‘el recorrido’ del condenado con la cruz en sus espaldas (Vía Crucis), resguardado por los soldados romanos.
Se estima que el trayecto cubrió unas seis cuadras. Cuando llegaron a la cima del monte, comenzó la crucifixión. Los soldados colocaron la cruz de madera en el suelo y comenzaron a clavarlo.
‘El soldado a cargo buscó la depresión al frente de la muñeca e incrustó con fuerza un clavo de acero a través de la muñeca y la madera’, señala Davis en su análisis. La operación se repitió en la otra muñeca y luego la cruz fue ergida.
`Su pie izquierdo fue presionado con fuerza sobre el pie derecho y con ambos pies extendidos, fue insertado con fuerza un clavo a través del arco de ambos, dejando las rodillas moderadamente dobladas’.
Según relata Davis en su análisis, ‘la víctima ya estaba crucificada’. Debido a la fuerza de gravedad, el peso de la víctima comenzó a sentirse en las muñecas, ‘lo que generó un dolor inconmensurable en los dedos y los brazos, hasta el cerebro.
Mientras se empujaba hacia arriba para evitar el tormento de estiramiento, puso todo su peso en los clavos a través de sus pies’.
A esta altura, según estima Davis, comenzaron los calambres. ‘Ya no podía sostenerse debido a los calambres. Colgado de los brazos, los músculos pectorales -los del pecho- se paralizaron, como así también los pequeños músculos que se encuentran entre las costillas. El aire podía ser inhalado hacia los pulmones aunque no podía ocurrir la inversa, la exhalación’.
El nivel de dióxido de carbono aumentó en los pulmones y en la sangre y los calambres decayeron. Davis recuerda en su análisis las siete frases que dijo Jesucristo antes de morir, tal como está registrado en la Biblia.
Entre las frases, Davis destaca la siguiente, que proviene del Salmo 22: ‘Mi Dios, mi Dios, ¿por qué me has abandonado?’ ‘Ya venía sufriendo un dolor sin límites, con ciclos de retorcijones, calambres, asfixia intermitente y dolor por desgarro a raíz del contacto de su espalda lacerada contra la dura madera de la cruz’.
Y luego vino otra etapa. ‘Un dolor penetrante y de aplastamiento en el pecho debido a que el pericardio, el saco que rodea al corazón, comenzó lentamente a llenarse de plasma sanguíneo o sérico’, según Davis.
A esta altura de los acontecimientos, y de acuerdo al relato bíblico, un soldado romano le pasa por los labios una especie de isopo empapado con ‘vino barato’, el trago típico de los legionarios romanos. ‘El cuerpo de Jesucristo ahora estaba en ‘extremis’ y seguramente podía sentir el frío de la muerte cómo se iba apoderando de sus tejidos.
El final estaba cerca. Davis escribe en su análisis: ‘Con un empujón final, presionó sus pies desgarrados contra el clavo, estiró sus piernas, tomó aire por última vez y dijo sus últimas palabras: Padre, en tus manos entrego mi espíritu’’.
Aparentemente, y para despejar de toda duda su muerte, el soldado romano atravesó su lanza entre las costillas de Jesucristo, de manera ascendente, a través del pericardio. ‘En el Evangelio de Juan 19:34, se señala que ‘inmediatamente salió sangre y agua’, lo que significa que hubo un escape de fluido con agua del saco que rodea al corazón’.
Este último detalle es crucial, según el doctor C. Truman Davis ya que en el mismo yace la razón por la que el cuerpo de Jesucristo expiró. Y es la siguiente:
‘Esta es una evidencia post-mortem de que Jesucristo murió no por sofocamiento o asfixia, como solía ocurrir en las crucifixiones de aquellos tiempos, pero por la falla del corazón debido al shock y constricción del corazón por el fluido en el pericardio’, concluye el doctor Davis.