Más de cinco muertos, jóvenes estudiantes; acribillados por las “fuerzas del (des)orden”; centenares de heridos y de detenidos sometidos a juicios sin fundamento jurídico alguno, propio de la represión política que el mundo ha visto a través de los medios y de las redes sociales. Una violación auténtica, clara, sistemática, en contra de una parte inmensa de la población: los opositores, para ellos, para la camarilla en el poder, enemigos o traidores a la patria.
El próximo 19 de abril la marcha será determinante. Nadie quiere ni busca un golpe de estado, el que intentó dar el cobarde comandante y bien difunto hugo chávez. Mucho menos, como dicen los traidores a la patria, los que la han vendido a Cuba, Rusia y China, provocar una intervención extranjera, especialmente, de los Estados Unidos.
Mientras en la OEA el tema de Venezuela, la violación de los derechos de los ciudadanos, es examinada con enorme preocupación, en el país los venezolanos protestan y arriesgan sus vidas para dar fin al régimen narco-comunista de nicolás maduro y sus secuaces, acorralado ante la realidad, desprestigiado, despreciado por la inmensa mayoría, aunque el tarifado de Hinterlaces, afirme que goza de un apoyo popular importante.
La gravedad de la crisis abre el espacio a la transición y por supuesto a acuerdos que permitan superar la crisis. Esos acuerdos no pueden ser otros que la convocatoria de elecciones inmediatamente, sin más retrasos; la liberación de los presos políticos y la reconstitución de los poderes del estado. No puede haber otros acuerdos.
Esa transición no impedirá que se inicien los procesos correspondientes a los responsables de los asesinatos y otros crímenes cometidos contra los estudiantes y todos los venezolanos que han protestado. Tampoco impedirá que se abran las investigaciones y se castigue a los ladrones que saquearon el país. Habrá que procesar a todos aquellos que hicieron lo que no tenían que hacer y a los que no hicieron lo que tenían que haber hecho.
Los llamados defensores del pueblo que no son más que funcionarios (esbirros) del régimen, este Tarek William quien, con el mayor cinismo dice observar “con preocupación” que desde helicópteros bombardeen de la manera más cobarde, y contrariando todas las reglas, al igual que en Siria, a los que protestan y exigen sus derechos, pero que es incapaz de presentar una solicitud formal ante la Fiscalía para que ésta acuse a los responsables de esas acciones criminales por parte de esas “fuerzas del (des)orden”. Y, a los anteriores, uno hoy embajador en España y otra muy calladita en su casa, dejando que pasen las aguas turbias, quienes tendrán que responder por sus acciones y omisiones.
Habrá perdón, pero con justicia. Se aplicará la ley, respetando los derechos humanos, los que ellos han negado estos años. No será revancha, ni venganza. No, insisto. Sera simplemente, justicia.
Los venezolanos, las víctimas, sus familiares, así lo exigen y así será porque, insisto, no habrá acuerdo político que les salve pues lo hecho es simplemente inolvidable.
No podremos olvidar esta desgracia. Hay que hacer todo para que estos horribles momentos no se repitan, para que las nuevas generaciones no las sufran de nuevo y puedan vivir en un país en paz, en progreso, tranquilas de las amenazas de fariseos y avenidos, pillos y corruptos que intenten otra vez en algún momento secuestrar el país para su propio beneficio.
Demos un paso adelante, primero, saliendo de este bandidaje y luego, rehacer un país digno que nos garantice un futuro humano, libre de atrocidades. No es nuevo. Eso ha ocurrido en el mundo, en muchas partes. ¿Por qué no en nuestra Venezuela?
Robert Carmona-Borjas