Dos muertos, más de un centenar de heridos y al menos 270 detenidos. Es el saldo de las protestas del miércoles en Venezuela, en una jornada que sacó a la gente a las calles en masa para manifestarse en contra del gobierno de Nicolás Maduro, publica The New York Times.
Tanto el gobierno como la oposición aprovecharon el 19 de abril, fecha que marca el comienzo del movimiento independentista en Venezuela, para movilizar a sus seguidores.
Han fallecido siete personas desde que las protestas comenzaron el 1 de abril tras conocerse las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia que le quitaban poderes a la Asamblea Nacional.
Carlos José Moreno, de 17 años, falleció en Caracas horas después de recibir un impacto de bala en la cabeza. Era un estudiante de Economía de la Universidad Central de Venezuela y según relataron sus familiares a los medios venezolanos, el joven salía de su casa para ir a jugar fútbol.
Las versiones sobre quién disparó varían. Según Carlos Julio Rojas, coordinador del Frente por la Defensa del Norte de Caracas, lo hicieron civiles armados. Vecinos relatan que fueron encapuchados que querían dispersar a los manifestantes de oposición que pasaban por la zona.
Paola Andreína Ramírez, de 24 años, murió al instante tras recibir un balazo en la cabeza en la ciudad de San Cristóbal, la capital del estado fronterizo de Táchira. Venía de una entrevista de trabajo, cerca de una zona en la que desde temprano se desarrolló la marcha opositora.
Un cordón policial dividió a Caracas y marcó las diferencias entre las marchas que se realizaron en cada lado. Una, en el municipio Libertador, convocada por el gobierno, contaba con chavistas de base, empleados públicos, funcionarios de ministerios, organismos, instituciones y misiones. Abundaban las camisetas, gorras y banderas rojas, el rostro de Chávez, consignas antiimperialistas, bailes y militares.
En la otra, convocada por la oposición, la gente pedía elecciones, la dimisión del presidente, comida y medicinas. Fue quizás la marcha más grande que ha convocado la oposición en los últimos años, más incluso que el pasado 1 de septiembre, cuando se hizo “la toma de Caracas” para exigir que continuara el proceso del referendo revocatorio, hoy frenado por el Consejo Nacional Electoral.
La marcha oficialista pudo llegar al punto de encuentro sin problemas, en la avenida Bolívar, donde un jubiloso Maduro habló e incluso bailó.
El mandatario pidió recobrar el diálogo con la oposición y habló de las elecciones. “Quiero ir a elecciones pronto y verle la cara a Julio Borges y a Ramos Allup y que busquemos un camino pacífico para que la revolución ponga en su puesto a conspiradores y terroristas”.
Justamente la celebración de elecciones es uno de los reclamos por los que la oposición marchó el miércoles. En diciembre de 2016 deberían haberse celebrado las regionales, pero el Consejo Nacional Electoral las suspendió y aún no ha propuesto un calendario. “Que nadie se confunda, tenemos un Poder Electoral autónomo que tomará la decisión que tenga que tomar”, dijo Maduro.
Como ha sucedido en semanas anteriores, el humo gris y blanquecino de las bombas lacrimógenas empañó la protesta de la oposición. Antes, en las manifestaciones de 2014, las bombas se lanzaban al final de una manifestación, cuando apenas quedaba un grupo de personas que, en muchas ocasiones, lanzaban piedras o bombas caseras a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y causaban destrozos. Ahora parece que la premisa es no esperar a que sucedan esos enfrentamientos, cortar por lo sano, y empezar a lanzar bombas hasta dispersar, disuadir y replegar a los manifestantes.
En San Martín, en el oeste de la ciudad, cerca del círculo vetado para la oposición por las fuerzas de seguridad, la manifestación empezó a las 11:00 a. m. y ya había gas media hora después.
“La marcha del chavismo pasó por un lado y la opositora iba por el otro”, contó Kellys Escarbais, de 24 años. “Todo iba bien hasta que empezaron a lanzar lacrimógenas. No nos dejaron ni avanzar, nos cerraron el paso completo ahí y hasta Plaza Venezuela”, en el centro de la ciudad, donde se puso el cordón policial. Escarbais logró llegar al otro lado en moto, después de “ir por caminos verdes” y sortear a las decenas de GNB que se desplegaron en la ciudad.
Desde el populoso barrio de El Cementerio se movió Marlin Gómez, peluquera de 33 años con dos hijas de 6 y 13 años. Fue a “pedir calidad de vida, porque antes una vivía pobremente, pero vivía, ahora no consigo nada para mis hijas y la pequeña toma leche y nada que consigo. Está imposible. Vengo aquí por la democracia, por mis hijas, por su futuro”.
A su lado, un señor pasó y le gritó: “No somos 15 pelagatos, somos muchos, y se lo estamos demostrando al mundo. Y no tenemos miedo”.
Ese era el estado de ánimo de la marcha opositora. No parecía que tuvieran miedo y, aparentemente, sabían que era el inicio de una larga lucha. “Esto es para que se vea que somos una fuerza, independientemente de partidos, estamos unidos, vamos adelante hoy, mañana, cuando haga falta, poco a poco todos los días hasta que llegue el mensaje a quien tiene que llegar”, decía Moria Marcano, de 54 años. “Vamos a tomarle el pulso”.
La siguiente etapa será este jueves. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) convocó una nueva marcha a la misma hora y con los mismos puntos de salida que la del miércoles. Por ahora el oficialismo no ha convocado a su gente, como suele hacer en estos casos.
Si el pulso se mide en la calle habrá que esperar a ver quién permanece más tiempo y quién es capaz de seguir moviendo, casi cada día, a su gente. Y cuántas lacrimógenas quedan para frenar el paso de la oposición al municipio Libertador.