Un cura detenido por la Guardia Civil de Mieres (Asturias) en España para un control rutinario de alcoholemia resultó tener una tasa de alcohol tres veces más alta de la permitida.
Pero el párroco alegó que como se trataba de domingo de Resurrección ya había oficiado misa en tres de sus cuatro parroquias rurales y que no había bebido alcohol sino que se trataba de la “sangre de Cristo”.
Aunque los agentes de la Guardia Civil se echaron a reír, consultaron con sus superiores qué podían hacer con el cura. Los guardias hicieron bajar al sacerdote de su vehículo para que pudiera tomar aire y se despejara.
Tras media hora de espera y luego de comprobar que lo que decía el cura era verdad, la Guardia Civil dejó marchar al sacerdote sin imponerle ninguna sanción para que pudiera oficiar su última misa del día. “No tenemos el derecho moral de sancionar al cura, el vino que tomó está consagrado y por lo tanto no puede tomarse como alcohol normal” declaró uno de los guardias.
Aun así los oficiales del tráfico recomendaron al párroco que, al menos los días en que tuviera más de una misa, intentara oficiar con vino sin alcohol como sangre de Cristo porque en otra ocasión no podrían hacerse los de la vista gorda otra vez.