Cuando se ve el pasado fin de semana al presidente venezolano Nicolás Maduro decir: “estar listo para lo que diga el poder electoral” y para “el diálogo”; estar “ansioso porque vengan las elecciones de gobernadores, y cuando se venzan las de alcaldes, que vengan las de alcaldes“; y asegurar que “Venezuela necesita un nuevo desencadenante histórico, democrático, revolucionario y popular”; se observa a un Maduro divergente, provocador. Se mueve para crear una dirección en la que quiere ganar tiempo para mantener el sistema de dominación política.
Sin embargo, las manifestaciones opositoras en la calle desde el pasado 19 de abril han gestado la salida convergente del gobierno de Maduro. Una salida que busca restituir el orden democrático a través de una elección presidencial para que “el pueblo vuelva a tener en sus manos el poder de decidir su destino”; liberar a los presos políticos; y restituir los derechos políticos a Henrique Capriles. Además de permitir la ayuda humanitaria internacional.
La salida convergente tiene dos hojas de ruta. La primera, motivada por el propio Nicolás Maduro, solicitando al Consejo Nacional Electoral (CNE) la convocatoria de la elección presidencial en el corto plazo. Y la otra, es a través de una Junta Cívico-Militar, asumiendo el poder y presentando un cronograma electoral para elegir el nuevo presidente.
Que se de una u otra hoja de ruta dependerá de los factores políticos internos e internacionales.
La hoja de ruta causada por Maduro surgiría por la facilitación de algún mentor o mentores, bajo el argumento de que es “la salida democrática excepcional con el menor costo posible para toda la población”. Además de asegurar la supervivencia política del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
El gobierno de Cuba y/o China podría ser facilitador de este proceso. El primero por su liderazgo en la conducción política del oficialismo, y China por el apoyo financiero con los préstamos otorgados por el Banco de Desarrollo de China al Fondo Chino Venezolano. Otros que lograsen hacer el rol son los expresidentes que acompañaron el diálogo el año pasado.
Es el escenario de Nicaragua en las elecciones de 1990. Cuando Daniel Ortega aceptó ir a una elección presidencial para resolver la crisis de gobernabilidad del país, provocada por la lucha armada entre “la contra” y los sandinistas. Ortega entregó el poder a Violeta de Chamorro, y estuvo fuera de la presidencia hasta 2006. Y desde entonces el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ha mantenido el poder en Nicaragua.
La otra hoja de ruta, decretada por una Junta Cívico-Militar, sería el producto de la renuncia de Nicolás Maduro. Las manifestaciones de calle imponen una dinámica de lucha ciudadana que sobrepasa la capacidad de respuesta del aparato represivo del Estado, y ante este hecho Maduro da la orden de masacrar a los manifestantes. Se produce la desobediencia a la orden presidencial por parte de los comandantes militares, generando una crisis institucional dentro de la Fuerza Armada Nacional. La sindéresis se impone. Maduro renuncia a la primera magistratura del país. Se forma una Junta Cívico-Militar para administrar un gobierno de transición. Y antes de la elección presidencial, esta Junta depura y legitima el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia –hoy entregados al dictatorial Poder Ejecutivo. Es el tiempo de tender puentes con los sectores del chavismo que buscan una salida democrática a la grave crisis social y económica que atraviesa el país.
En esta hoja de ruta, la salida abrupta de Maduro del poder ejecutivo tiene el riesgo de arrastrar al PSUV al despeñadero por la gran cantidad de muertos, civiles indefensos. Asimismo, los involucrados en la masacre serán objetos de la justicia nacional e internacional. Es la salida más cruenta y difícil para la paz social del país.
Es un escenario resultante de la acción directa de la resistencia no violenta. Sucedió con cada particularidad en la revolución de los colores, en las repúblicas ex-soviéticas (2000-05), la revolución tunecina (2010-11), la revolución de los jóvenes en Egipto (2011), entre otras.
La salida convergente vive momentos cruciales. Si el régimen decide mantener el poder a través de la excesiva represión perderá toda legitimidad y se convertirá en una dictadura del siglo XX. Difícil de sostener en el siglo XXI. Hasta el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdo?an, utilizó recientemente las formas de la democracia para legitimar su autoritarismo. Y el expresidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva, pidió el pasado lunes elecciones anticipadas ante un Brasil que considera “desgobernado” por el conservador Michel Temer.
Los gobiernos de la Región deberían concentrar su esfuerzo en impulsar la hoja de ruta en la cual Maduro convoca a elecciones presidenciales anticipadas. Porque otra acción extenderá la agonía de un gobierno y de un pueblo que no tienen futuro.