Golpe en Palacio de Arabia Saudita: La secuela

Golpe en Palacio de Arabia Saudita: La secuela

Mohammed bin Salman durante la primera reunión de la Autoridad de Asuntos Económicos y de Desarrollo del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en Riad el 10 de noviembre de 2016 (fotografía: AFP)
Mohammed bin Salman durante la primera reunión de la Autoridad de Asuntos Económicos y de Desarrollo del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en Riad el 10 de noviembre de 2016 (fotografía: AFP)

 

 

Un príncipe saudí necesita tres fuentes de poder para convertirse en rey. En orden de importancia, son Estados Unidos, la familia real y el pueblo saudí, aunque éste último tiene un tercer lugar distante en cualquier cálculo.

Por: David Hearst, Arabia Watch

Esto ha sido así para cada rey saudí desde el 14 de febrero de 1945, cuando Franklin D. Roosevelt conoció al rey Abdul Aziz, el fundador del reino, a bordo de un destructor estadounidense en las aguas del Gran Lago Amargo de Egipto.

Cuando el rey Abdullah murió el 23 de enero de 2015 y su medio hermano Salman llegó al trono, su hijo, Mohammed bin Salman no tenía nada de su parte. Él era un ministro de Estado y consejero de su padre, pero era desconocido en Washington y tenía solamente 29 años. Un joven novato.

El primer acto en una ópera de cuatro actos para instalar a Mohammed en el trono saudí comenzó en ese momento.

Primer acto: Escalera real

El rey Salman sacudió los restos de la corte de Abdullah, empezando por el que fue el “cardenal Richelieu” del difunto rey, Khaled Tuwaijri, el secretario general y jefe de la Corte Real.

Tuwaijri fue reemplazado por el joven Mohammed, que al mismo tiempo se convirtió en el ministro de Defensa más joven del mundo. Salman nombró a su hermano, el príncipe Muqrin, como príncipe heredero y puso a su sobrino, Mohammed bin Nayef, como segundo en el línea al trono.

La caída de Tuwaijri fue una mala noticia para el hombre fuerte emiratí, Mohammed bin Zayed. Ambos habían financiado y organizado el golpe militar que llevó a Abdel Fattah Al-Sisi al poder en Egipto, y los tres se unieron en su común creencia de que la Hermandad Musulmana, no Irán, representaba una amenaza existencial.

El pacto entre los dos Estados se vio afectado por lo que ocurrió unos meses más tarde en abril de 2015, que podría ser considerado el 2º acto.

Acto Dos: Levantamiento del hijo

El rey Salman expulsó a su hermano el príncipe Muqrin de su papel de príncipe heredero, puso a su sobrino, Bin Nayef, en su lugar y nombró a su hijo favorito, Mohammed, segundo príncipe a la corona. Mohammed fue fotografiado besando la mano de su primo mayor, Bin Nayef. Pero era sólo cuestión de tiempo antes de que aprendiera a morderla.

La tierra ya se había movido bajo los pies del príncipe heredero, porque el rey abolió la corte real del príncipe heredero. Hasta entonces, tanto el rey como el príncipe heredero tenían séquitos reales por separado. La abolición de su propia corte dejó a Bin Nayef con el Ministerio del Interior como su única base de poder.

Bin Nayef mantiene un rencor personal contra bin Zayed, que comparó a su padre con un mono. Además, el ‘valor de las acciones’ de Bin Nayef con el Pentágono y Washington eran altas. Era el hombre de Washington. Muy pronto sus miradas empezaron a dirigirse hacia las potencias regionales que desafiaron a los emiratíes, los Estados que apoyaron a la Hermandad Musulmana:Turquía y Catar.

Bin Zayed lamió sus heridas y se tomó un tiempo. Bin Zayed pensó que tenía una manera de volver a tener el favor de la Corte Real, a través de otra puerta, una abierta por Mohammed. Bin Zayed calculó que él y Mohammed tenían un enemigo en común. Al bin Nayef en la ‘pole position’ como príncipe heredero, le surgió un obstáculo en el camino al trono; su primo Mohammed.

Los primeros movimientos de Mohammed como ministro de Defensa no sentaron demasiado bien en Washington. Lanzó una importante intervención contra los hutíes en Yemen, cuando el príncipe Meteb, el ministro de la Guardia Nacional, estaba fuera del país. El joven ministro de Defensa se ganó la reputación de arrogante. Desapareció en vacaciones a las Maldivas y el secretario de Defensa de Barack Obama, Ash Carter, tardó días en localizarlo.

En diciembre de ese año, la agencia de Inteligencia alemana BND emitió un memorándum de una página y media que presentaba a Mohammed, de 29 años, como un joven imprudente con demasiado poder.

Bin Zayed actuó con rapidez. Contactó con un poderoso magnate de los medios saudíes para actuar como interlocutor -en cuyas cuentas él vertió millones de dólares. Dada su propia experiencia, Bin Zayed aconsejó a Mohammed que actuara con rapidez.

Bin Zayed le dijo a Mohammed que tenía que poner fin al imperio del wahabismo en el reino y acercarse a Israel.

Bin Zayed prometió abrir el canal de comunicación con Washington personalmente, pero primero Mohammed tuvo que ser conocido como un actor regional por derecho propio.

Lanzó el mayor programa de privatización que su país había visto. Se organizó una campaña de relaciones públicas para vender al joven príncipe a una audiencia occidental y en un lenguaje que Occidente pudiera entender. Mohammed fue debidamente retratado como un joven rebelde, un reformador impaciente.

Después de su primera entrevista con The Economist, brillaron las críticas. El ingenuo Thomas Friedman del New York Times se tragó el cebo, el gancho, el hilo y el mango de la caña de pescar.

“Pasé una noche con Mohammed bin Salman en su oficina, y él me agotó. Con explosiones de energía intermitentes, me explicó detalles de sus planes. Sus principales proyectos son un panel de control de gobierno en línea, que mostrará de forma transparente las metas de cada Ministerio, con informes de rendimiento mensuales, de los cuales cada ministro será responsable. Su idea es conseguir que todo el país participe en el desempeño del gobierno. Los ministros dicen: Desde que llegó Mohammed, grandes decisiones que tardaban dos años tomarse, ahora se toman en dos semanas”, escribió Friedman en su sontoral.

Mohammed fue presentado como un modernizador. Sin embargo, también como un tomador de riesgos. El mayor riesgo que tomó en realidad no fue cuando lanzó su “Visión 2030”, y prometió privatizar el 5% de la compañía estatal de petróleo, Aramco, ni siquiera cuando quitó el poder a la policía religiosa. Fue recortar los ‘beneficios nacionales’ que representan entre 20 y 30% de los salarios de los trabajadores del sector público. Como este grupo representa dos tercios de la fuerza de trabajo saudí, el murmullo del descontento fue generalizado, y no precisamente en voz baja.

Mientras tanto, Bin Zayed trabajaba duro estableciendo una línea directa a Washington. Ya se habían establecido muchos vínculos entre los Emiratos Árabes Unidos y Trump. Uno de ellos llegó en la forma de un multimillonario inmobiliario, Hussain Sajwani, que se había asociado con Trump en un campo de golf llamado Akoya cerca de Dubai.

“Hicimos un trato con Trump como organización, ellos saben cómo dirigir los campos de golf”, dijo Sajwani a la revista Forbes. Sajwani pensó que era un negocio habitual cuando su socio estadounidense se convirtió en presidente. En enero, Trump reveló que rechazó un acuerdo de $2 mil millones de su amigo de Dubai: “Tuve que rechazarlo, porque como ustedes saben, para evitar una situación de conflicto de intereses porque soy presidente “, dijo Trump. “Es algo agradable de tener, pero yo no quiero sacar ventaja de nada”.

Un mes antes de que Trump tomara el cargo, bin Zayed voló secretamente a Nueva York. Rompió el protocolo al no informar al presidente estadounidense Barack Obama, cuyo personal sólo se enteró cuando el nombre de Bin Zayed fue descubierto en un plan de vuelo. Según el Washington Post, bin Zayed se reunió con el círculo íntimo de asesores de Trump, Michael Flynn, Jared Kushner y Stephen Bannon.

El objetivo principal de Bin Zayed era ofrecer sus servicios a la familia Trump. El hermano de bin Zayed, el asesor de seguridad nacional de los Emiratos Árabes Unidos, coordinó una reunión en Seychelles entre el fundador de Blackwater, Erik Prince y un ruso cercano a Vladimir Putin. La idea era establecer una línea de comunicación extraoficial entre Moscú y el entonces presidente electo Donald Trump, dijo el Washington Post.

Pero la reunión también estableció a Bin Zayed como un ‘solucionador’ para Trump en el Golfo. Cuando Trump finalmente conoció a Mohammed en la Casa Blanca en marzo, la reunión fue descrita como un “punto de inflexión”. Trump aprovechó la oportunidad para señalar que estaba restableciendo vínculos con el reino que Obama había desperdiciado persiguiendo la paz con Irán. Pero la suposición a la hora de conocer a Mohammed era más reveladora que las propias conversaciones: Trump estaba hablando con el futuro rey.

Cuando James Mattis, el secretario de Defensa de Estados Unidos, realizó una visita a Riad el fin de semana pasado, se encontró con el rey Salman y Mohammed. Bin Nayef, el ex-hombre de Washington en el reino, quedó fuera de escena.

Tercer acto: Sentencia de divorcio

Ahora viene el tercer acto de la ópera. Este sábado, el rey Salman emitió 40 decretos. El más importante fue restablecer la popularidad de Mohammed restableciendo los subsidios financieros para los funcionarios y el personal militar que la Visión 2030 había reducido drásticamente. A Mohammed se le dio extrañamente crédito por esto, aunque fue su decisión reducir los subsidios en el primer lugar, pero sirvió para relegar el papel de su primo, bin Nayef.

En otros decretos, el hermano menor de Mohammed, Khaled, fue nombrado embajador de Estados Unidos. La única experiencia de Khaled en diplomacia internacional está en los controles de un F16 como piloto de caza. Curiosamente, en el mismo lote de decretos, un ministro fue despedido por contratar a su hijo. Sin embargo, esa regla no se aplica a la Casa Al-Saud.

Otro hermano de Mohammed, el príncipe Abdulaziz bin Salman, fue nombrado ministro de Estado para asuntos energéticos. Otro miembro de la familia cercano a Mohammed, su sobrino, el príncipe Ahmed bin Fahd bin Salman, fue nombrado vicegobernador de la rica Provincia Oriental. El gobernador de esa provincia es Saud bin Nayef, hermano de Mohammed bin Nayef, por lo que la llegada del príncipe como vicegobernador representa otra forma de apretar el lazo alrededor del cuello del príncipe heredero.

Docenas de otros miembros de la familia real recibieron puestos importantes, cada uno de ellos intensificando el dominio de Mohammed.

Con el tema de Washington ya cuadrado, la familia cerca, y la gente contenta. Bin Nayef, sin embargo, continúa en el camino de Mohammed.

Luego vinieron decretos sobre el Ejército y la seguridad interna. El jefe del Ejército, un profesional de carrera, el teniente general Eid Al-Shalwi, fue despedido, para ser reemplazado por su segundo, el príncipe Fahad Bin Turki, que justamente había estado en Abu Dhabi para informar a Bin Zayed sobre la guerra en Yemen.

El decreto clave que dio el golpe de gracia a bin Nayef no tuvo nada que ver con Yemen. Fue el anuncio de la creación de un Centro de Seguridad Nacional bajo la dirección de la Corte Real. Esta organización es un rival directo al ministerio del Interior dirigido por Bin Nayef. El hecho de que el nuevo organismo informe directamente a la Corte Real es significativo, porque Mohammed también la controla.

Cuando renunció a su trabajo como secretario general de la Corte Real para convertirse en vicepresidente de la corona, Mohammed se aseguró de dejar un aliado dentro de ella para controlarla en su lugar. Ese hombre era Saud Al-Qahtani, quien se ha ganado la reputación de ser un ‘Tuwaijri 2.0’.

El escritor saudí Turki Al-Ruqi, fundador del periódico Al-Wi’am, acusó a Al-Qahtani de actuar como un troll de Internet, lanzando campañas en redes sociales contra objetivos seleccionados para aterrorizar a los disidentes.

Al-Ruqi afirmó que Al-Qahtani tenía acceso a un ejército de hackers para atacar sitios web, además de difamar y dañar la reputación de muchos.

Al-Ruqi aseguró: “El hombre ha transgredido mucho. Muchos de los jóvenes del país han sido sus víctimas. Ha provocado tensiones en las relaciones entre los tomadores de decisiones y los ciudadanos del país. Ha socavado la inmunidad que supuestamente deben gozar los ministros y los hombres de Estado”.

Ciertamente, un número de destacadas voces saudíes han sido silenciadas, como la de Jamal Khashoggi, uno de los principales analistas del país dentro del establishment.

Acto Cuatro: Tirar la casa por la ventana

¿El cuarto acto?. Todavía tenemos que saber el destino que espera al príncipe heredero Bin Nayef. El gobierno de Trump lo ignora. Está marginado de reuniones importantes, y su primo ahora tiene todo el poder.

¿Juego, set y partido? Parece que así es. El antiguo eje contrarrevolucionario ha sido restaurado, con la adición de una nueva cara, la de Mohammed. Con él están dos rostros viejos, Bin Zayed, y el presidente egipcio Sisi, que también apareció en Riad el fin de semana pasado para hacer las paces después de una breve riña. La administración Trump está apoyando ciegamente a cada uno de ellos, con la bendición de Israel.

Todo está de vuelta a donde estaba bajo el rey Abdullah. Cuando el rey Salman habló con Trump, fue cauteloso en señalar que Bin Laden había sido miembro de la Hermandad Musulmana. Hay, sin embargo, una pequeña diferencia.

El pueblo árabe ha cambiado desde el Atlántico hasta el Golfo. Han derramado sangre, perdido casas, familias, trabajos y su libertad. Miles están en la cárcel. Miles más se han ahogado en el Mediterráneo. Millones han sido desplazados. Ya no temen a sus gobernantes absolutos con sus absolutos privilegios y su absoluta riqueza. Y están dispuestos a luchar por los derechos humanos básicos.

La Casa de Saud, sin embargo, con todas sus intrigas -con Abdullah que dió paso a Salman y éste a Mohammed- no ha cambiado. El acceso al poder depende del árbol genealógico.

Las carteras ministeriales todavía se transmiten de padre a hijo como bienes y bienes muebles. Los profesionales siguen siendo reemplazados por asignación. La familia pone un enorme poder en manos de un solo hombre. Cometen errores gigantescos en Yemen y Siria. Y sigue siendo, con su inimaginable riqueza, un castillo de naipes. (Arabia Watch)

 

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