El cantante Rubén Blades fijó posición este sábado ante el asesinato del joven venezolano Armando Cañizales.
Armando Cañizales no perteneció a grupos aún adinerados, ni de la derecha.
Tampoco dio su apoyo a los extremos de la izquierda gubernamental que invoca consignas a favor del pueblo, apoyadas en una ideología desacreditada por la realidad y desahuciada por los pueblos.
No creo que conocí a ese muchacho, asesinado por la intolerancia y la tozudez de un presidente empeñado en gobernar a un país que no lo quiere. Pero su vida y la mía probablemente compartieron los mismos antecedentes. Nacido en el sector popular, hijo de padres que mueren sin tener vacaciones, se debe haber hecho un camino a punta de fe personal y de esperanzas, confirmadas y compartidas. Como músico, definitivamente, su vocación fue una constante consulta con los mejores ángeles y sentimientos que residen en el ser humano.
No me sorprendería que me haya acompañado en alguna de mis visitas a Venezuela, como audiencia, o como parte de la orquesta en tarima. Es posible que hayamos conversado brevemente, o que nos hayamos tomado una foto. No lo recuerdo específicamente. No poseo la capacidad que permite a la memoria almacenar eventos mas allá de una especifica cantidad de años.
Y a pesar de eso, Armando Cañizales me resulta tan familiar como cualquiera de los compañeros músicos y amigos con los cuales aun comparto la vida. Por eso siento que con su asesinato nos han tratado de matar a todos. Y se que su muerte, en vez de asustar, provoca sentimientos de solidaridad, de afecto, de fuerza. Esa foto que vi hoy, de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Venezuela, tocando el himno del país en su funeral, claramente lo demuestra.
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