Acompañantes eternos, la música jamás callará, por @ArmandoMartini

Acompañantes eternos, la música jamás callará, por @ArmandoMartini

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La justicia tarda, pero llega, no sólo la del Creador que tiene misteriosos medidores del tiempo, sino a nuestros efectos la de los creados, no todos son bandidos y existen quienes conocen leyes y códigos, elementos de procedimientos y procesamientos, armas y alcances del derecho y la justicia, de todos los días, de las cárceles públicas y el deshonor privado.





Quienes apagaron sus vidas, no están solos ni pueden disimular, no vivimos tiempos del Derecho Romano sino el de los Derechos Humanos, de tecnología que graba sonidos e imágenes. Los que ultimaron la voz del violín tienen su prontuario digital, que el mundo conocerá por internet y quedará para siempre, pero también los agobiará la mirada y el repudio de familiares, amigos, conocidos, vecinos y, aún peor, de ellos mismos.

Guardias, policías, irregulares y facinerosos, no tienen perdones posibles. El reclamo de compañeros uniformados y órdenes que se cumplen tienen responsabilidad propia e individual. El derecho moderno, desde la barbarie nazi arrasada por obuses y bombas, lo de sólo cumplí órdenes, dejó de ser coartada. Y está, el señalamiento de colegas cómplices por presencia y camaradería, pero que no han sido ejecutores personales y olfatean el hedor de los justos pagando por pecadores; no tan justos, pero aliados lo entiendan o no, torturadores, represores y verdugos. Muy diferente es la complicidad a la ejecución particular.

Todos ellos, aunque lleven escopetas, bombas lacrimógenas, perdigones, metras y mucha mala leche, son padres e hijos, más o menos humanos. Tal vez no cuando están disfrazados de robots cubiertos de sevicia y amoralidad, pero esos cascos y uniformes en algún momento se cuelgan y sus dueños, a diferencia de los vampiros cuya sed de sangre comparten, sí se reflejan en los espejos y, peor, quedan esculpidos en las mentes y aversión, especialmente de hijos y condiscípulos.

Escribo con angustia y dolor de padre, mis hijos, sobrinos están creciendo y haciéndose adultos en medio de gases y atropellos desmesurados, también pueden ser mártires como el tocayo y todos los fallecidos por la represión desaforada, ser atropellados por esos ranchos metálicos que vomitan agua sucia y gases irritantes, perseguidos por órdenes de politiqueros y oficiales que en despachos y cuarteles cómodamente instalados, con aire acondicionado, disfrutando refrescantes bebidas, exquisitos entremeses, observando aconteceres en medios de comunicación y redes sociales, mientras sus perros de presa salen a las calles a agotarse en batallas contra sus conciudadanos a quienes traicionan, porque en vez de protegerlos los masacran.

Temo por los jóvenes, porque, es natural, para ellos salir a las calles a cumplir sus convicciones de patria. Los padres debemos sufrir y morir antes que nuestros hijos, pero el castro-madurismo tiene ideas diferentes; no que los hijos sufran y mueran primero, como les ha pasado a decenas de familias en apenas un mes de vergüenza, sino que sufran y mueran todos los que tengan que desaparecer para que el club rojo y altos verdes tengan el territorio despejado para intercambios y envoltorios.

Tocayo, nunca supe que existieras, jamás te vi, mucho menos conocerte. Hoy, sin embargo, con tu muerte y la de todos, siento que algo de mí pereció con ustedes en las calles de esta atribulada y confusa Venezuela que lucha por ser libre. Pero que me sienta así, igual que miles de padres y madres de los jóvenes que están liderando la rebelión popular contra la barbarie, no significa que arriemos banderas y nos limitemos a llorar. Seria deshonrar sus memorias.

Conservando la fe en Dios y creyente de profundidades cristianas, parece que feneció el tiempo de poner la otra mejilla. El hambre ya no es sólo por alimentos y medicinas, es aún más, la de colectar el intenso y diario sufrimiento, pasar factura a inmisericordes depredadores. La justicia divina, aquella del Viejo Testamento, no era de mejillas sino de castigos, fuego sobre Sodoma y Gomorra, plagas en Egipto, diluvio universal, muros derribados de Jericó. Las enseñanzas de Jesús están bien para el día después, justicia y ley en manos de jueces íntegros y probos. Pero para llegar a ese día, hay que esgrimir la quijada de asno con la cual Sansón escarmentó a los filisteos.

Nuestros muchachos están en las calles enfrentando al cruel castro-madurismo, y quienes sean sus empleados, cómplices y ejecutores, deben ser rechazados, sancionados. Lo saben, ellos tampoco ponen la otra mejilla, en cambio colocan gases, dando soporte y tiempo a quienes mandan y corrompen, mientras guardianes se juegan el físico hipnotizados por brutalidad. Los líderes esperan disciplinados instrucciones de pretorianos castristas para diseñar castigos y terror para sus propios compatriotas.

También amas de casa, monjas, sacerdotes, adolescentes, héroes y heroínas de la tercera edad, dirigentes políticos que finalmente se convencieron de que su responsabilidad es ponerse al frente, son ahora los zapadores del castillo rojo de la inmoralidad y las leyes escritas no para regir sino para defender posiciones propias. A Dios rogando y con el mazo dando es un sabio consejo, aunque algunos sólo apliquen la parte del mazo. Los que recuerdan la historia saben que los zapadores se lucían menos que los caballeros en sus monturas, pero hacían más porque derribaban murallas para que los hidalgos pudieran ingresar.

Dios Padre te encomiendo a Venezuela y su gente. Te confío las almas de los jóvenes caídos por defender la libertad. Desde lo más profundo del corazón y como venezolano, pido piedad, clemencia y compasión para nuestros hijos. Pero también invoco tu sentido de justicia y castigo.

Quita el vendaje que no deja ver a los militares, dales valentía para enfrentar al enemigo, que no son quienes reclaman paz y libertad. Cuando el oficialismo ofrezca circo, entretenimiento, negocios y diálogo, haz, que recordemos los nombres de sus víctimas; suelta, tus caballos y jinetes apocalípticos para hacer justicia con quienes enaltecieron este averno; que ratas sinvergüenzas pretenden abandonar y redimirse rebuscando impunidades que irresponsables, en actitud absurda y despreciable ofrecen, con pretendidas bienvenidas de aquí no ha pasado nada, por conveniencia política, olvidando con desmemoria grosera, desfachatez y descaro, el sufrimiento de víctimas, familiares, Venezuela y sus ciudadanos.

@ArmandoMartini