En tres oportunidades casi continuas, intrusos han entrado a la Casa Hogar San Vicente de Paúl, al oeste de Barquisimeto, con intenciones de apropiarse de lo ajeno. Solo en una ocasión lograron el cometido. La noche del martes, fue el más reciente intento, reseña El Impulso.
Este sábado casi a medianoche, relató la religiosa colaboradora de la institución, sor Raizbeli Mosquera, hurtaron una rebanadora industrial, un aparato para exprimir frutas y una carrucha de dos ruedas. Al día siguiente, violentaron la puerta del área de lavandería, pero no pudieron abrirla.
El tercer intento lo hicieron el martes. Aprovechando nuevamente la complicidad de la oscuridad, comenzaron a merodear en el terreno, subieron al techo de una de las casas donde habitan las ancianas para abrirlo. Al notar el ruido, una de las abuelas notificó a las monjas. A hurtadillas, las hermanas se levantaron, en torno a la 1.00 de la madrugada, y desde la enfermería vieron a dos hombres caminar desde la lavandería hacia las residencias de las abuelas.
Frustrado el ingreso a la vivienda de las abuelas, repitieron la operación en la estructura de alojamiento de las monjas. Allí, rompieron el techo de zinc, pero no atravesaron la capa de cielorraso. También, movieron una lavadora que estaba en el patio, pero por el peso no se la llevaron, cree la hermana Mosquera. Para ahuyentarlos, encendieron luces y procuraron hacer ruido.
El caso del martes lo reportaron a la policía estadal. Los oficiales les notificaron que irían cuando llegara la patrulla, pero nunca acudieron al sitio, dijo Mosquera.
Por ahora, solo tienen el apoyo de los colaboradores frecuentes de la casa hogar que ofrecieron ayudar con la instalación de rejas para los aires acondicionados. Meses atrás, entraron ladrones, pero solo hurtaron instrumentos de limpieza (cepillos y envases).
“La situación es grave, porque uno no sabe si están armados y se meten con las abuelas”, evaluó la religiosa la situación vivida estos tres días. Temen que los antisociales causen daños a las 53 ancianas allí residenciadas porque no tienen servicio de vigilancia ni cercado eléctrico para proteger la estructura. Aseguran que no tienen objetos de valor cuantioso, “solamente las cosas que Dios nos envía cada vez para ayudar a las abuelas”.