Para ello, el aparato político del régimen, permitió la exteriorización de un programa cómico de cierta acogida en la teleaudiencia cubana, cuyo nombre a simple vista, pudiese resultar inofensivo y anodino por demás: Pánfilo. Sin embargo, un análisis medianamente minucioso del personaje, el contexto y parte del guión puesto en escena, pueden revelar claves cifradas en torno a la manera de pensar y actuar del cubano promedio.
Muy llamativas fueron las expresiones de emoción y candidez que el personaje “Pánfilo” esbozó al hacer contacto con ni más ni menos que el mismísimo Presidente de los EE.UU. en directo desde Washington y mucho más cuando, Obama entró a la sencilla morada del personaje que representa un hombre de la tercera edad, cuyas necesidades básicas parecen estar cubiertas por la única “revolución” que ha conocido en su vida. El personaje destila, conformismo, resignación, cierta pena por no tener que ofrecer demás a su invitado, pero que algunas veces recurre al juego de palabras para traslucir algunas realidades incómodas.
A nuestro modo de ver el personaje en cuestión, juega a hacerse el “pánfilo”, es decir, al tonto porque es lo que más le conviene para sortear los riesgos que implica vivir y sobrevivir bajo la férula del socialismo castrista. Ese es el arquetipo del “hombre nuevo” que la revolución castrista le impuso a su pueblo y el que le ha servido para mantener incólume su predominio.
Pues bien, eso es lo que busca hacer en nuestro país, el parapeto de Constituyente que ha convocado el presidente Nicolás Maduro. Un escenario perfecto para finalmente transpolar el modelo de dominación totalitaria que impera en Cuba, y convertir a los venezolanos en una tropa de “pánfilos” que acepten sin chistar las migajas del régimen, que rumeen en baja voz sus carencias pero sin representar un peligro al orden establecido, a sabiendas que en cualquier momento pueden ser delatados por la “inteligencia comunal” y perder lo poco que reciben.
De ahí la premura por instalar la “Constituyente pánfila” que debe consumar “la paz” y eliminar de una vez y para siempre el riesgo contestatario que el venezolano de a pie siempre ha cultivado en sus maneras cotidianas. Desde La Habana, los ocupantes de Miraflores, recibieron una clara la instrucción: convertir a los venezolanos en los nuevos pánfilos del siglo XXI. La mesa parece estar servida, falta ver si nos damos por vencidos.