Venezuela inaugura una nueva era en las luchas políticas en América Latina. Antes los grandes cambios políticos eran violentos. Invasiones y revoluciones plagan la historia mundial. Es que las aristocracias eran elites militares y su violencia era, por tanto, un alto valor social (el coraje, el héroe). El liberalismo-capitalista le arrancará a la aristocracia este monopolio militar y hará ejércitos republicanos. El cambio fue inmenso. Las sociedades pasaron de ser milenariamente aristocráticas (militares) a ciudadanas (civiles).
Sin embargo, los ejércitos de América Latina, aunque legalmente no pueden tener parcialidad política, siguieron actuando con la potestad del monarca. El colegio militar fue la vía más corta hacia la presidencia. Hubo también violencia popular, como la cubana (1959), que siendo civil se volvió militar y luego el ejército más agresivo del continente. O el raro caso de la revolución boliviana (1952), donde la insurrección popular derrotó al ejército y restableció el orden civil sin militarizarse.
Esta reminiscencia violenta del pasado hace que muchos esperen una reacción a favor del pueblo de un ejército venezolano vendido a Cuba, venal, corrupto y cobarde. Error. El liberalismo convirtió a la violencia, luego de 8 mil años, en un anti-valor y por esta consciencia liberal el pueblo venezolano opta por la paz. Uno, las bajas serán menores. A Nicaragua su guerra le costó 50 mil muertos. Dos, no habrá guerra civil. Venezuela no se convertirá en una Siria o una Angola, donde sólo florezca el ávido ejército cubano. Venezuela está inaugurando la historia futura del comportamiento político. Su insistencia por la paz, por la desobediencia civil pacífica, es el nuevo modelo político. Y triunfará.
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