Resulta paradójico que después de dieciocho años el gobierno sea multitudinariamente rechazado por el pueblo por someterlo de manera exponencial a todas aquellas penurias que esgrimieron sus protagonistas como bandera para alzarse con el poder en los albores del siglo pasado.
El gobierno encarna hoy, sin lugar a dudas, todos y cada uno de los más exacerbados miedos que aterrorizan a una sociedad: hambre, miseria, inflación desmedida, inseguridad personal y jurídica y por sobre todas las cosas la falta de alimentos, medicina y de libertad.
Estamos en presencia de un gobierno perdido en un interminable laberinto por su propia incapacidad de resolver los problemas del país y que pareciera optar por los mecanismos menos ortodoxos para aferrarse al poder, un poder que definitivamente no pertenece a grupos ni individualidades sino a todo un pueblo tal y como lo consagra la Constitución vigente de la República, y que lejos de escuchar el clamor popular y someterse a la voluntad del soberano, y al mandato constitucional, vocifera, miente, amenaza y trata de someter a un pueblo que ya le abandono, que no les cree, que los dejo solos. De allí, el temor a medirse en elecciones, libres, universales, directas y secretas.
Estamos en presencia de un pueblo que no quiere salidas violentas, vemos como día tras día los venezolanos piden en las calles que se les permita elegir su destino ante las urnas electorales. No desprecia la democracia quien pide elecciones libres, muy por el contrario la reivindica.
Escuchen a la ciudadanía, no permitan que una ceguera auto impuesta no les permita ver la realidad de la crisis que vivimos hoy los venezolanos. Engañarse tratando de engañar al pueblo con consignas vetustas, con sentencias acomodaticias y mecanismos electorales que vulneran el espíritu de los constituyentistas del 99 y la propia carta magna aprobada por la soberanía popular que reside intransferiblemente en el pueblo, solo alarga la agonía y el sufrimiento de los venezolanos.
La mentira y el engaño corren ligero pero tienen piernas cortas y la voluntad de los pueblos por sagrada, termina imponiéndose por sobre todas las cosas; por cuanto todo ciudadano investido o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de la efectiva vigencia de nuestra constitución.
Diputado Freddy Paz
@freddyspaz