Mucho se ha escrito y dicho sobre las escandalosos métodos de tortura que están utilizando los organismos de seguridad del régimen de Nicolás Maduro para castigar, tratar de doblegar, tratar de sacar información o acusación de las sus victimas. Son cientos de casos los que están siendo documentados día tras día. En lo particular, recibo peticiones a diario para que ayude a quienes las han sufrido ha dejar constancia de ello, queriendo con esto incluso en algunos casos que me han pedido maneje como clasificados, que no queden impunes cuando regrese el Estado de Derecho a nuestro país
Hoy, una vez más, quiero profundizar en lo cruel, en lo vil, en lo siniestro de estos métodos, y tratar de que ustedes se imaginen el horror que están viviendo las victimas y sus familias, ante el grado de locura mental y psicópata de los funcionarios que las perpetran.
Entre los nuevos horrores que se les ha ocurrido a estas bestias, están por ejemplo, colgar al detenido, y latigarlo con sogas calientes, o pegarles con tablas llenas de clavos. La denuncia sobre la joven a la que después de golpearla salvajemente le metieron excrementos en sus partes intimas es atroz, así como aquellos jóvenes a los que hicieron comer dichos excrementos en la comida que le suministraron. Tambien se han multiplicado las denuncias sobre torturas sexuales, de desnudamiento, de actos lascivos, de violación, perpetradas además con goce, propio de aquellos enfermos sexuales que cometen esto para excitarse. A uno de los jóvenes detenidos en el caso del limón, la policía le pasó la motos por encima cuando lo tenían sometido en el suelo.
Las denuncias sobre asfixias con bolsas plásticas, previamente roseada con gases tóxicos e incluso gasolina, se ha hecho común ya los últimos años, pero ahora es casi un “recibimiento”. Encerrarlos en celdas mínimas en donde luego les lanzan bombas lacrimógenas para asfixiarlos o rosearlos con gasolina y amenazarlos con quemarlos, también puede formar parte del ritual. Colgarlos y mantenerlos por horas permitiendo que solo toquen el suelo con las puntas de los pies, ponerles descargas eléctricas en las partes mas sensibles del cuerpo, rosearles la cara con polvos de las bombas lacrimógenas, mientras los mantienen esposados, sumergirles la cabeza en tobos de agua, previamente envuelta en bolsas plásticas, son entre otras, las más reproducidas y denunciadas.
Lo que mas me causa indignación, es lo que me narran algunas de las victimas con las que he conversado, sobre lo que han visto en los ojos y expresión de sus victimarios: odio, saña y maldad, como si estuvieran poseídos por el demonio, sin medir su propia fuerza cuando golpean con los cascos, con las culatas de las armas, con palos, bates de beisbol o lo que tengan en sus manos. Incluso tengo un testimonio de una joven que me dijo que percibió como el funcionario que le estaba propinando los golpes que le producían sangramiento en la cabeza, al ver la sangre y escuchar los gritos de la joven pidiéndole por su vida, se volvía “como loco” y le pegaba más y más fuerte, como si el “ver la sangre lo entusiasmara” según palabras de la muchacha.
Al castigo, a la intención de obtener una confesión o causar dolor o sufrimientos graves físicos o mentales, se le une el placer sádico por parte de los torturadores, que me hacen pensar en el grave grado de desviación de valores humanos que tienen los victimarios y que los venezolanos debemos enfrentar cuando ésta pesadilla pase. Porque no se trata sólo de quienes ejecutan las torturas con sus manos, sino también de aquellos que la avalan con su silencio, que descaradamente declaran que no les importa que los acusen de violadores de DDHH, que las conocen y saben lo que ocurre en las mazmorras de los cuerpos de seguridad y las permiten, los que también están enfermos.
Enfermos también están los que le disparan a quema ropa a los manifestantes para causarles el mayor daño posible, los que “malean” las balas de perdigón con bolas de vidrio o plomo para herir gravemente a quienes tienen en la mira, los que disparan horizontalmente bombas lacrimógenas a propósito contra la humanidad de quienes manifiestan sabiendo el daño que puede causarles, incluso sabiendo que pueden ser letales, los que usan indiscriminadamente gases lacrimógenos vencidos sabiendo que son dañinos para la salud, causando asfixia, intoxicación y enfermedades respiratorias graves de victimas que abarrotan las clínicas del país, por problemas causados por los efectos de estas bombas, entre otros.
La cifra dada por la oposición venezolana de 15 mil heridos en las protestas es escandalosa, pero si pensamos en que esta cifra incluye heridos de balas, heridos por bombas lacrimógenas lanzadas a propósito contra su cuerpo, heridos de perdigón maleados a propósito, heridos por brutales golpes propinados por los funcionarios, nos damos cuenta del horror que esta viviendo el pueblo venezolano que se defiende como puede, porque el poder de fuego lo tiene el régimen y los grupos paramilitares violentos que ha mantenido desde el principio del chavismo. Documentado está quedando todo. Los nombres de quienes torturan y de su cadena de mando cómplice. Los métodos y sus victimas, que suman centenas.
Los venezolanos tiene por delante, en esa transición que llegará más pronto que tarde, lo que se conoce como la justicia transicional. En esto, las comisiones de la verdad, el enjuiciamiento de los crímenes cometidos y el resarcimiento y atención a la victima será crucial para calmar tanto sufrimiento. El asesinato político y la tortura sistemática que ha ejecutado el régimen para castigar, amedrentar y obtener testimonios de sus victimas, son Crímenes de Lesa Humanidad, que no deben por ninguna circunstancia, ser objeto de cualquier negociación que pueda existir, en la búsqueda de una solución en los próximos días o meses. Aquellos que tienen sus manos manchadas de sangre de venezolanos, deben ser juzgados. El horror, tiene cara, y sus victimas no las olvidan.