Es una lástima que muchos, pese a estos 18 años de regresión histórica, de retorno a prácticas políticas autoritarias y el culto místico a la personalidad mesiánica, poco se hable del perdurable aporte de Acción Democrática a la cultura política en Venezuela. La historia civilista, democrática e institucional de Venezuela no cayó del cielo, al contrario, se construyó sobre la nada, desde un 18 de Octubre de 1945 donde se le arrancó el poder de las manos a los que se creían predestinados a gobernar y se le proporcionó al pueblo la posibilidad de elegir a sus gobernantes por voto universal, secreto y directo.
Sus protagonistas ya no están entre nosotros, pero la historia escrita con la sangre de nuestros mártires nos muestra que ese evento, ese parte aguas histórico, dividió dos formas de hacer política en Venezuela. En una, en la vieja república clasista, donde no votaban ni las mujeres, ni los analfabetas (quienes eran la mayoría en un país signado por la ignorancia) y los pocos que votaban, lo hacían en segundo grado, para que otros eligieran por ellos. Y en otra, la Venezuela libre, donde todos empezamos a practicar el principio “una persona, un voto”. Esa historia grande, la escribió Acción Democrática.
Pero no contentos con ello, los padres fundadores de la democracia, una vez conquistada la libertad en medio del paréntesis de 10 años de dictadura perezjimenista, firman el Pacto de Puntofijo. Ese acuerdo, tan vapuleado por quienes no reconocen la otredad, ni la humanidad en los rivales políticos, es un texto que además de servir al reencuentro de los venezolanos luego de la tiranía, sirvió de ejemplo para otras naciones que lograron a tientas dar sus primeros pasos en la experiencia democrática. De hecho, en España no se podría hablar de Pactos de la Moncloa si aquí no hubiera ocurrido un Pacto de Puntofijo.
Sin embargo, el aporte más significativo a la cultura política venezolana es la despersonalización del poder. Se le debe a Rómulo Betancourt el hecho de imponer, con su ejemplo y figura, que el poder solo es un préstamo con fecha de caducidad, que la alternabilidad es un derecho del pueblo y no una dádiva de los poderosos.
Este fin de semana, la Secretaria Nacional de Cultura de Acción Democrática, Blanca de Benaim, visita Carabobo y probablemente abordemos junto a ella el reto de restituir la vigencia de esos valores y principios que le son propios a las naciones democráticas: Democracia, voto y alternabilidad política. La lucha democrática ciertamente tiene su escenario en las calles, pero son las ideas las que impulsan las aspiraciones y anhelos de un pueblo en resistencia. #ADelante
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