“Tanto los optimistas como los pesimistas contribuyen a la sociedad.
El optimista inventa el avión, el pesimista el paracaídas”. / B. Shaw
Casi dos décadas es largo tiempo pasado y espacio caminado. Es existencia vivida casi veinte años. En mis primeros veinte años, fue mucho lo que hice, cosas muy buenas y muy malas. Pero las hice en libertad. Porque mis primeros casi veinte años los viví en democracia.
Hoy comparto comunidad de vida con mis alumnos en Filosofía Social y Política de la UCAB. Enlazado con chamos que están viviendo sus casi veinte años. Y en sus casi veinte años, han vivido bajo el yugo de la opresión, la escasez, la inseguridad, el control indebido, el conflicto… La incertidumbre es su normal. Ellos no conocen ni la libertad ni la democracia que yo conocí. Aún así, sin haber vivido ellos ni en libertad ni en democracia, luchan, como luchamos otros, por conquistarlas.
Y es que hay algo en nuestra naturaleza humana, un motor invisible, que nos mueve y nos llama, ¡a gritos!, a ser libres, incluso, cuando no lo hemos sido. La historia de la civilización nos muestra esta verdad derivada de la experiencia de los pueblos antiguos y modernos.
En Venezuela y desde el extranjero muchos venezolanos me preguntan: “¿saldremos de esto?”, y yo, con claridad de propósito, les respondo: “dependerá de nosotros”.
La dictadura tiene las armas, nosotros tenemos los votos. No hay elecciones, pero no somos sólo votos. Porque antes que votos, somos voluntades. Tenemos la voluntad de libertad y es la voluntad la que nos mueve a la acción. Estamos en desventaja y en ventaja a la vez, ellos tienen la fuerza de las armas, nosotros somos millones, ellos miles, y estamos determinados a ser libres.
Esta determinación ha llevado a que altos jerarcas y grupos con poder real dentro del chavismo se hayan venido volteando contra la dictadura. Hoy son nuestros aliados circunstanciales. Vendrán otros. Algo similar ha venido ocurriendo en la comunidad internacional. Es lento, sí, estamos impacientes, también, pero avanza. Lo vemos en las votaciones en la OEA, en el hecho de que el caso Venezuela ya entró en la agenda de las Naciones Unidas.
Frente a la despótica somos políticos. Porque el tuétano de la autoridad política es la resistencia, como bien destacó hace 2.400 años Aristóteles. La autoridad política ahora está en nuestras manos. Esto es el significado del artículo 333 de la Constitución. Porque al habernos, la dictadura, secuestrado la soberanía popular, se invierten la autoridad y la obediencia. Ahora, es el déspota quien ha de obedecer.
Veo en protesta y resistencia a venezolanos de todas las edades y clases sociales. Veo a los chamos que han vivido sus casi veinte años, y a los no tan chamos, dando sus vidas, en resistencia, por la libertad. Venciendo el miedo con valentía. Es con esta actitud vital, optimistas o pesimistas, que habremos de ser libres. “¿Saldremos de esto?; dependerá de nosotros”.