Hacer un análisis sobre el legado político-ideológico de Hugo Chávez no resulta sencillo, menos en un artículo de opinión. Podremos disentir de muchas de sus actuaciones, como es mi caso, dado que mi condición socialcristiana me ubica en un contexto diferente, pero nunca podrá negarse el impacto, bueno o malo, de sus ejecutorias en nuestro País y América Latina, lo cual perdurará muchos años después de su muerte, tal como ha ocurrido con otros líderes de nuestro continente. Sin embargo, su legado de vida habrá que decantarlo para extraer de él, aquellos hechos positivos que le permita a sus seguidores auténticos, los Chavistas de buen corazón que existen, exaltar las virtudes de su pensamiento y acción, trascender hacia el futuro y fundamentalmente, defender lo sustantivo de su proyecto, inmerso hoy en grandes indefiniciones, que comprometen seriamente su vigencia histórica.
Nadie podrá negar que la conflictividad, casi irresoluble, es parte de su herencia y este pandemónium que él pudo administrar, metiendo en cintura a todos sus componentes que le obedecían y respetaban, es consecuencia del descarrilamiento sufrido a raíz de su muerte, por los disímiles factores que lo integraban. Maduro carece de talento, liderazgo, prestigio para ganarse esa autoridad que no ha sabido adquirir de su predecesor. El solo hecho de dilapidar el capital político de Chávez que lo ubicaba en un 60 % de aceptación para colocarse en un 15%, lo descalifica totalmente como líder de la llamada Revolución del Siglo XXI. De allí que sus auténticos herederos comienzan a distanciarse y diferenciarse del régimen Madurista, sobre todo, cuando está intentando aniquilar el más importante legado de Chávez, expresivo de su pensamiento político: LA CONSTITUCIÓN DE 1999 (CRBV), destruyendo además, la fuerte conexión que Chávez estableció con el pueblo, particularmente, el más humilde, cuyo segmento es mayoritario.
Maduro ha preferido aliarse con lo más obsceno del militarismo y los sectores más corrompidos del gobierno, ha profundizado la dependencia de Cuba, fortalecido la presencia en su gobierno de personas acusadas de estar aliadas al narcotráfico y de gente incompetente para gerenciar un país en crisis como el nuestro, transformándonos en una isla en pleno continente al actuar en sentido contrario a los esfuerzos integradores que requiere América Latina, los cuales estuvieron presentes en la agenda del proyecto Chavista. Maduro es un prisionero del poder.
El Chavismo auténtico, motivado por una ideología, que soñó un país de equidad con justicia social, no contaminado ni acusado de hechos de corrupción, el cual está exigiendo respeto a la Carta Magna de 1999, tiene un rol importante que cumplir en la recuperación de la paz y en la búsqueda de una salida a esta terrible crisis que estamos viviendo. La propuesta constituyente de Maduro y sus adláteres no es una solución sino el agravamiento del caos, la cual no podrán imponer a un pueblo que la rechaza de manera aplastante.
Es el momento de grandes convergencias para salvar nuestro País, restablecer la pluralidad, la democracia, la fraternidad, condición para nuestra total recuperación en lo social, lo político y lo económico. En ese esfuerzo, amparados en los artículos 333 y 350 de la CRBV, nadie puede ser excluido, en las luchas que debemos librar hoy en favor de la constitucionalidad y el trabajo de reconstrucción nacional que tendremos que iniciar mañana.