Diferente, algo diferente. Pompeyo Márquez perteneció a la estirpe de dirigentes políticos que combinaron muy bien la acción y el pensamiento, responsables de sus actos, capaces del evento más audaz y del párrafo más sesudo, organizador a la vez que cultivador de la palabra.
Érase hombre de pelea, en el cuerpo a cuerpo y en el plano de las ideas. Arriesgó el pellejo durante la dictadura de Pérez Jiménez, en las guerrillas y supo rectificar a tiempo. De haber tenido veinte años menos de edad, como otros igualmente marxistas, socialdemócratas, socialcristianos, liberales o tecnotrónicos, el cuento de la oposición venezolana hubiese sido diferente.
Pudo tener y los tuvo, todos los defectos del mundo, pero no era – por un lado – el codicioso que, teniendo por pretexto una revolución, además, impensada, se enriqueció por todos estos años, o enriqueció a sus hijos y se rodeó de testaferros siendo capaz de aplaudir la feroz represión de un gobierno que privilegia a los muchachos como destino final de un disparo. Y – por el otro – no era el abnegado pescuecero que explota cada ocasión, piratea políticamente con maniobras mediáticas, pantallero que da infinitos codazos para aparecer en la foto, tuitero de enfermizos sueños de grandeza.
Si me dieran a elegir una etapa de su vida para ejemplificar al conductor político que extrañamos, citaría aquella separación dramática del PCV, siendo de nuevo su secretario general. Participó en un amplísimo y profundo debate, rompió con el pasado y se atrevió a fundar el MAS que, independientemente de la quiebra ética que lo devoró al entrar el siglo XXI, fue en su momento una respuesta a esa izquierda cavernaria y entreguista que, por una asombrosa ironía, hoy es gobierno en Venezuela.
Santos Yorme, el legendario, deja un testimonio de vida que ojalá ocupe la atención de esta nueva generación que muy bien retratan los escuderos, los muchachos de la resistencia a quienes, por cierto, les llegará el momento de definir vocaciones y superar esta bastarda herencia que nos ha dejado la antipolítica. Porque, frente a la brutal y embrutecida dictadura, con expresiones equivalentes en las inadvertidas sucursales de la oposición, la política va mucho más allá con sus poesías y realidades.
@SosolaGuido