Una carrera en la que el perro intenta morder su propia cola. En Venezuela el Gobierno nacional anuncia hasta cinco incrementos salariales en un año, pero estos resultan insuficiente ante el crecimiento inflacionario. Pareciera que el ingreso percibido por los venezolanos difícilmente alcance los precios del mercado y permita al menos adquirir los alimentos necesarios para una dieta equilibrada, reseñó El Impulso.
Por Rosmir Sivira
Se trata de una realidad lejana de alcanzar. Así se estima si se considera que según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas – FVM) la Canasta Alimentaria Familiar (CAF) del pasado mes de mayo se ubicó en Bs. 990.918.92, es decir, 15.2 salarios mínimos de Bs. 65.021,04, a fin de que una familia de cinco miembros logre cubrir la necesidad básica de los alimentos.
Al respecto fue consultada Liliana Ferreira, economista y docente de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (Ucla), quien lamentó que cada vez que el Gobierno decretara un aumento salarial los costos multiplique hasta diez veces su valor.
Se trata de una carrera que en opinión de la analista no ganará el Gobierno mientras sustente dichos ajustes en la emisión inorgánica de dinero y no en la capacidad productiva de bienes y servicios; por tanto ajusta el monto nominal y no la capacidad adquisitiva real.
Sobre el panorama alimentario del venezolano y su limitada capacidad económica, fue consultada Maritza Landaeta, coordinadora de investigación y docencia de Fundación Bengoa, quien indicó que desde 2012 al presente, el venezolano ha perdido paulatinamente la capacidad de adquirir una dieta balanceada, lo que hunde a la población en la pobreza y los hace vulnerables a múltiples enfermedades.
-Realmente desde hace mucho tiempo el venezolano no adquiere la Canasta Alimentaria Familia, pero desde hace tres años, esta pérdida se ha venido acentuando. El consumo de alimentos de la población y la dieta balanceada son realidades muy distantes… Es así porque son pocas las familias que pueden adquirir la canasta alimentaria completa. Cada vez la brecha entre los precios de los alimentos y los ingresos se hace más desproporcionada por la inflación.
Landaeta recordó que según la encuesta Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi) de 2016 las familias trasladaban su patrón alimenticio ligeramente balanceado al consumo mayoritario de tubérculos y hortalizas. Sin embargo, el presente año la realidad es otra. La Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuario (Fedeagro) ha denunciado que los niveles productivos serán bajos, por lo que el panorama alimentario de los próximos meses y el 2018 será aún más complejo.
Porcentajes lamentables
De mayo de 2016 al mismo mes de 2017 el incremento de la CAF fue del 337,6 %, lo que explicó Ferreira, aún no es síntoma de hiperinflación, pero sí resulta indicativo de una elevada variación general de precios que golpea cada vez más al venezolano.
El promedio intermensual sería de 28 % de inflación, entre año y año. No obstante, la definición pura de la hiperinflación acepta un aumento inflacionario sostenido del 50 %. Sin embargo, se trata de una puerta abierta a un escenario difícil de superar.
La economista acotó que dichas cifras generan una ruptura de la confianza en la moneda nacional, lo que hace que quienes tengan la posibilidad adquieran bienes y servicios, o divisas, que les permitan resguardar el valor de sus ahorros. Como consecuencia se propicia una presión sobre el mercado desabastecido y, por tanto, alza de sus precios.
La otra parte de la población, que es una porción mayoritaria, pierde paulatinamente su calidad de vida y ya no sólo prescinden de bienes y servicios de lujo o tradicionales, sino también se derechos básicos como la alimentación balanceada.
Para el cierre de 2016 la población ya presentaba niveles de pobreza, los cuales mantuvieron su tendencia a la agudización con la elevación inflacionaria. Esto genera tensiones sociales y escenarios peligrosos de impacto generalizado, como el actual, difíciles de recomponer.
Landaeta manifiesta que dichas distorsiones han lleva al venezolano a abandonar un patrón de alimentación balanceada. Por esta razón proveen a sus familias únicamente de grasas y carbohidratos, para “mantenerse de pie, movilizarse y no para alimentarse”, comentó.
-Venezuela sólo sobrevive pero no se nutre. Las consecuencias son lamentables: incremento de la desnutrición grave, con especial daño en la población infantil y cuadros edematosos por la falta de proteínas básicas como el huevo y la carne que se han vuelto costosos… Son muchos los alimentos que han desaparecido de la mesa de los venezolanos.
Agregó que todas las edades y clases sociales se ven perjudicadas, por lo que cada vez se aprecian más adultos con pérdida de peso y enfermedades propias de cuadros de pobreza como tuberculosis, diabetes y desnutrición.
Se trata de la punta del iceberg de una serie de problemas, como el ausentismo escolar por falta de alimento en los hogares.
Las familias sustituyen las comidas. Concentran sus recursos para el almuerzo y en la cena consumen cualquier carbohidrato, pero esto disminuye el sistema inmunológico y la calidad de vida de la sociedad.