Padres y hermano de Augusto Puga: El orgullo no es por ser héroe, sino porque iba a ser médico”

Padres y hermano de Augusto Puga: El orgullo no es por ser héroe, sino porque iba a ser médico”

La sala de la casa es ahora un santuario para la familia (Foto Leonardo Suárez Montoya)
La sala de la casa es ahora un santuario para la familia (Foto Leonardo Suárez Montoya)

 

El hombre, ni tan calvo, ni tan gordo, vecino de la calle de la familia respira profundamente y señala: “¿ves la chaguarama y los mangos de más allá? Ahí vas a encontrar la casa”. Más adelante, otro vecino, se queda unos segundos en silencio. El respiro. El silencio. Hay un impacto momentáneo cuando se pregunta por la casa de los Puga, la familia cuyo hijo del medio estuvo acá el 14 de mayo, Día de las madres. Estuvo. Por última vez, además, antes de que dejara de ser un anónimo y su nombre fuese detonante de indignación nacional. Él, que creció aquí, en Manoa, San Félix. El niño entusiasta que estudió preescolar, primaria y bachillerato en el Colegio Nuestra Señora de Fátima. El impacto más desgraciado del 24 de mayo en el Decanato de la UDO de Ciudad Bolívar. El ahínco hecho persona. Los 22 años que se esfumaron con un balazo en la cabeza. Augusto Puga. Así lo reseña correodelcaroni.com

En la casa están los habituales de estos días: César, el padre; Carmen Teresa, la madre; y David, el hermano menor. El mayor, que ahora vive afuera, estuvo ese Día de la madre: fue la sorpresa, el mejor regalo. Los tres hijos reunidos. No podían pedir más. La familia en pleno. Nada les haría siquiera imaginar lo que vendría una semana y media después. Porque todo parecía perfecto. Todo. Así lo explica ahora, de negro, Carmen Teresa.





Él se graduó de bachiller en el 2013. En el 2014 ingresó en la Universidad de Oriente, por Enfermería. Vimos que cuando era niño atendió una perrita que no podía parir. Se puso una bolsa plástica en las manos y le sacó los perros. En estos días estaba estudiando Anatomía: El viernes 27 iba a presentar el primer parcial de Anatomía. Ese domingo compartimos, comimos, jugamos. Recuerdo que la noche anterior: él me escribió: Bendición, mamá. Te quiero. Le dije: Dios te bendiga. Mamá, no me has dicho que me quieres. Sí, sí te quiero, hijo.

La noche anterior”. Carmen Teresa interviene poco. Prefiere asentir. Mira a David (idéntico a Augusto Sergio, por cierto). Con “la noche anterior” se refiere a la del 23 de mayo de 2017. La anterior al día que impuso en la sala de la casa un altar improvisado: un casco amarillo (del paramédico que atendió a Augusto). Unos lentes (que, como tributo, le dejó un amigo en la urna). Una Biblia (que una señora le regaló el mismo día de su asesinato). Una bandera de Venezuela. Un birrete y una medalla (de su graduación de bachiller). Una vela. Y un pendón: Augusto Sergio entre nubes.

Esta mañana, la del jueves 22 de junio, estuvieron en una misa en la redoma La India. Una misa en honor a Augusto. Allí escuchó algunas cosas. Las mismas que ha escuchado desde hace un mes: héroe. Valiente. Qué va. Dice que no. Él no quería ver a un héroe o a un valiente: él quería ver a su hijo como médico. Por ello, esa “noche anterior” le escribió un mensaje: “Cuídate, no andes de noche por allá. Las cosas no están bien en el país”. Lacónico, respondió: “Ok, papá”. Fue la última vez que se comunicaron. Eso fue “la noche anterior”. César toma la palabra. De negro, también.

Siempre hemos estado a bajo perfil. Si mi hijo hubiese sido un guarimbero, yo me callo la boca. Pero no andaba en eso. Les decía a mis hijos: no anden por allí, porque viene un coño e’ madre de esos (policías) y les pega un tiro. No era el héroe que dicen, ni el libertador que pretenden usar. Yo no puedo hacer nada, no puedo evitarlo. Si la muerte de mi hijo era designio de Dios, que es algo que no se me mete en la cabeza, pero si era un propósito y si de algo sirve esa muerte, que sirva para acomodar lo que pasa en el país. Pero el orgullo que siento por mi hijo no es por héroe, sino por lo que iba a ser. Yo ponía la boca grande cuando hablaba de él porque era un estudiante que sabía. Lo de héroe no lo va a calmar ni me lo va a devolver.

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