“No podrán atarme, no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior”
Miguel Hernández
Pensábamos que la ignominiosa agresión de un coronel de la GN contra el Presidente de la Asamblea Nacional era el superlativo de los bochornos a los que nos ha acostumbrado este régimen. Pero, puro candor de nuestra parte. Al día siguiente, el Golem gobernante, que en materia de infamia sabe ir más lejos que todos sus subordinados, nos sorprendió con un acto cuya procacidad cobra dimensión cósmica: la condecoración de este sujeto por esa “homérica” actuación en la Asamblea Nacional en la defensa de la revolución y la soberanía nacional. Además, por partida doble: la Orden de Honor de la Guardia Presidencial y la Medalla de Honor de Mérito al Estandarte del Destacamento de la Guardia Nacional Bolivariana.
Estamos pasando de la desmesura al esperpento. Si son perturbadoras las escenas de la agresión a Julio Borges y a las diputadas (que para añadirle morbosidad, eran grabadas por los propios guardias), lo de las condecoraciones es una escena rediviva del Tirano Banderas de Valle Inclán, que como en la novela, encaja en las satrapías burreras de comienzos del SXX. Buscando un referente más cercano, la actitud titánica de este pendenciero podría incluirse en el guión de La Naranja Mecánica de Anthony Burgess.
Nos preguntamos: si este militar tiene familia, ¿cómo le explicará a sus hijos que recibió dos condecoraciones como héroe porque -armado él y apoyado por sus soldados- manoteó y empujó por la espalda al Presidente del Parlamento de Venezuela? ¿Les contará que en la misma proeza echó al suelo a dos diputadas? ¿Como responderá si los chicos le comentan que eso es como el bullying de los grandes y fornidos contra los más pequeños…?
Brutalidad y cobardía, valores en ese código de honor.