Indicaba en días pasados que el llamado Estado de derecho está formado, tradicionalmente, por dos componentes: en primer lugar, el Estado (como forma de organización política) y en segundo término, el derecho (como conjunto de las normas que rigen el funcionamiento de una sociedad). En estos casos, por lo tanto, el denominado poder del Estado, se encuentra limitado siempre por el derecho, pero el asunto se complica cuando la ley se convierte en instrumento de la minoría para atropellar a la mayoría.
Las actuaciones groseras y arbitrarias del Tribunal Supremo de Justicia solo pueden explicarse dejando claro que existen muchas manos metidas en el manejo de la administración de justicia y que se actúa a conveniencia, me atrevería a decir inclusive, que están legalizando lo ilegal, eso está sucediendo en estos momentos en Venezuela.
De ser así, nos encontramos en la actualidad ante una desviación tal que atenta contra la propia democracia, más aún si tomamos en cuenta que un Estado realmente democrático es definido como “el gobierno de las mayorías, el gobierno del pueblo y para el pueblo”, donde funcionan los poderes con independencia y respeto y esa independencia otorga al sistema los contrapesos necesarios para que exista gobernabilidad y eso hoy no existe.
Definitivamente, lo que vemos a diario con la emanación de sentencias del TSJ, son capítulos de una oscura historia que podemos denominar como los “años revolucionarios del siglo XXI”, años de involución, sin duda, para nuestro país.
Vale la pena recordar y explicar brevemente lo que magistralmente relata el abogado alemán Ingo Müller, en su libro “Los juristas del horror”, que constituye por demás un alerta para con las personas que tienen hoy la obligación de impartir justicia y no lo hacen adecuada o correctamente, esto en el entendido de que durante los años del denominado Tercer Reich, ocurrió lo que quizás fue la máxima expresión del secuestro de las leyes por una ideología, ya que bajo el nazismo, nada de lo que se hizo fue ilegal y mucho menos ilegítimo, por el contrario, estaba apegado a la ley, pero a la ley que fue ajustada al régimen.
Todo lo que se puede leer en el libro “Los juristas del horror” es verdaderamente espeluznante. En él no solo se describen los sucesos ocurridos en esa época, sino que es una especie de profecía de hasta dónde pueden llegar los regímenes autocráticos, en su afán de violentar y conculcar las libertades y los derechos de la mayoría de las personas. Una de las terribles conclusiones a la que se llega una vez estudiado el texto, tiene que ver con que los atropellos, las prisiones, las torturas y todo lo demás, se hicieron de modo totalmente legal.
El episodio observado en cadena nacional en el cual Nicolás Maduro indicó palabras más palabras menos que: “lo que no se pudo con los votos, lo haríamos con las armas”, ya dice todo de las circunstancias actuales en Venezuela; casi simultáneamente a dicha declaración, se presentaron hechos en la Asamblea Nacional que evidencian un alto grado de descomposición en cuanto al respeto por la institucionalidad, sobre todo por parte de la Guardia Nacional Bolivariana.
Todo nos lleva a pensar que de una u otra forma habrá un final, en cuanto a la legalidad o no de los actos cometidos por el actual régimen. Solo puedo decirles que muchas veces la lucha por la verdadera justicia puede ser larga, pero siempre se llega a ella.
En conclusión y a modo de reflexión, les digo que quienes cometen actos contra las normas constitucionales establecidas y contra el correcto proceder, piensan que siempre estarán amparados por el escudo de la impunidad, pero nada más lejos de la realidad, así de simple y sencillo.
Reinaldo J. Aguilera R. / Coordinador Nacional Electoral Adjunto de Primero Justicia
@raguilera68