La Asamblea no es gallera, por Jesús Peñalver

La Asamblea no es gallera, por Jesús Peñalver

Jesús Peñalver  @jpenalver
Jesús Peñalver @jpenalver

También las paredes de la AN tendrán memoria, como las de VTV en 1992, cuando los militares entraron a asesinar personas.

Nos expresamos el pasado 6D por una verdadera Asamblea Nacional, que hasta ahora ha sabido cumplir su rol constitucional, ni más ni menos.

Ley de Amnistía o decreto legislativo o la promoción de sobreseimientos o indultos, según correspondía, sería su primera prioridad, además de la declaración de abandono del cargo del aposentado en Miraflores y la revisión de los amañados, de suyos ilegales e inconstitucionales nombramientos de los gandules que hoy vemos muy orondos en Dos Pilitas, poniendo groseramente sus plastas.





De modo que la AN ha cumplido, y en eso ha habido suficiente información de la MUD, instancia política que reúne a los partidos de oposición democrática venezolana, ganadora de la mayoría de las curules en los referidos comicios.

Pero lo anterior no significa, en modo alguno, borrón y cuenta nueva ni renuncia de la AN a ejercer a plenitud su labor contralora. Existe el principio de la rendición de cuentas, y a este se debe todo funcionario. No se trata de venganzas ni prácticas revanchistas, mucho menos retaliaciones producto del odio sembrado desde el poder.

La tarea no ha sido fácil y en ello se ha insistido demasiado, siendo que hasta hace poco el Poder Público estaba en manos de uno solo, concentrado como un cubito. Ahora la realidad es otra, el pueblo se pronunció a favor de un cambio al sufragar por la opción de la MUD, lo cual conlleva el compromiso ineludible e impostergable, encarnado por 112 diputados, de atender las necesidades del pueblo, sus ingentes problemas, sus angustias y desesperanzas.

A esto se añade –por dicha- la actitud institucional y de apego a la Constitución que ha asumido el Ministerio Público, en cabeza de la Fiscal General de la República, cuyo desempeño no debe verse como una adecuación o acercamiento a la oposición, sino del cumplimiento del ordenamiento jurídico que rige en el país, o lo que queda de éste.

Por tanto, son estos individuos los que por medio del voto, ejercen –no con comodidad-  la representación de sus electores. Ellos nos representaran en la AN, intentan dictar las leyes para lograr los objetivos esbozados, en las cuales se condensa y expresa la soberanía representada en el parlamento, la voluntad de la Nación. Tal es la razón que sustenta la existencia de las inmunidades de los representantes del pueblo.

Estos privilegios o prerrogativas están justificados plenamente en la historia de las luchas por las libertades públicas, ya que los diputados son elegidos para que elaboren libremente, mediante la acción parlamentaria, la voluntad de la Nación y no podrían cumplir esa tarea con dignidad y eficiencia si sobre ellos pesara, en forma inhibidora, todo el peso del poder y si, además, corriesen el riesgo de que sus palabras en la Cámara, o fuera de ella en ejercicio de sus cargos, fuesen interpretadas como delitos para coartar las manifestaciones encaminadas a defender puntos de vista honestamente concebidos para confirmar los derechos del pueblo.

El Poder Legislativo no es gobierno, pero ha intentado desde su rol hacer mucho, dentro del marco jurídico vigente, lo necesario para cambiar este terrible estado de cosas, corregir tantos entuertos, aminorar en lo posible los daños de esta siniestra pesadilla de largos dieciochoañera, coloreada de un rojo alarmante que nos acogota.

Lo ocurrido ayer en la AN es sencillamente vergonzoso, por lo criminal y antirrepublicano que el mismo hecho connota. Ver las injusticias y no tratar de corregirlas, por miedo o indiferencia radical, es también un pecado de omisión que puede ser tan grave como el de comisión. Es como si se ayudase a cometerlas.

La actuación pavorosa y displicente de la gnb fue la inacción, omisión criminosa, actitud permisiva, esa que no impidió que bandas chavistas irrumpieran en la AN. El hampa armada y desalmada, la común y la administrada, con impunidad garantizada.

¿Por qué no reprimieron a las hordas chavistas, cáfila de delincuentes, esos males vivientes apoyados por la peste?

Un hombre en el suelo, diputado Armando Armas, inerme y abatido, en el suelo, dije. Es Venezuela, su representación echada por tierra y agredida. ¡Ruines!

Por ello debemos seguir apostando por lo civil, lo cívico y civilista, por encima del gorilismo y de la barbarie que huella a la República y a sus instituciones.  En eso estriba la celebración o conmemoración del 5 de julio.

De allí que reitere mi condena y rechazo a la acción criminal  de bandas chavistas en el día de ayer, en contra de la AN, y ratifico hoy una vez más -no me cansaré- mi respaldo absoluto al cuerpo legislativo, a su directiva, a la bancada de la Unidad, y desde luego, al diputado Julio Andrés Borges.

La acción vandálica  merece el repudio de toda la Venezuela decente, el rechazo de la comunidad internacional y la respuesta firme de los votos. Por suerte, gobiernos como los del Reino Unido, Canadá, México, España y Panamá, se han pronunciado en tal sentido. Ojalá se siga el ejemplo en el llamado concierto de naciones.

Ocurrió ayer, 5 de julio de 2017, y 206 años después, la maldición chavista, esa desgracia o vainón que nos echó aquel desquiciado milico golpista,  decidió conmemorar en forma distinta, sangrienta.

Sí, aquel gorila mediocre, resentido y delirante, enemigo de la democracia, pésimo administrador, un militarista desquiciado que acabó fragmentando con su odio a toda una sociedad.  El mismo que mal gobernó hasta el hartazgo, 14 años de una pesadilla teñida  de un rojo pavoroso.

El país sufrió el hartazgo catorceañero a merced de un ser despreciable; sufrimos la desdicha de un milico golpista que encarnó la suma de todos los defectos morales del venezolano.

Hoy el chavismo, trocado en una cosa que llaman “madurismo”, recurre a un elemento muy inflamable: el nacionalismo, chovinismo paranoico que lo hace defender un óptimo país inexistente, con lo cual sigue el atropello a todo el ordenamiento jurídico venezolano; la burla de toda convención del derecho, los encarcelamientos arbitrarios; las curiosas expropiaciones, mejor, despojo de la propiedad a innúmeros ciudadanos honestos.

Siguen los insultos y el escarnecimiento que el mandón de turno hace con sus deleznables y obligadas cadenas nacionales de radio y TV;  la  enajenación de nuestra soberanía a los designios de la oprobiosa dictadura cubana.

Los eventos de ayer en la AN, nos confirman el desastre en que se ha convertido el apoyo chavista a sus hordas y demás bandas delictivas, y se pudo constatar con estupor, lo que trágicamente anunció maduro: “lo que no con votos, con armas”.

Pero hoy Venezuela es una sala de espera con muchas esperanzas y se impondrá la civilidad, la sensatez y la voluntad democráticas, porque somos más los que queremos superar esta desgracia y salir de estas cavernas en que ha pretendido meternos la barbarie.

 

Jesús Peñalver