Detrás de la orden de Maduro de dar “arresto domiciliario” a Leopoldo López hay causas diversas: presión popular por 100 días consecutivos, llamado a plebiscito para el 16 de julio, presión internacional, debilidad del régimen, desprestigio por el asalto terrorista a la AN, ausencia de apoyo a la ANC, presiones militares, agotamiento de la represión como mecanismo de contención de la protesta popular, culillo, etc.
Sobre todas ellas cada quien especula para lucirse con sus explicaciones y le concede mayor peso según soplen a su vanidad. Al final, todo se resume en la confluencia de factores que incidieron para que la orden se diera.
En torno al procedimiento político a través del cual se dio -decisión unilateral, petición, diálogo secreto, negociación, entendimiento, etc.- se sabe menos y se especula más. Acusaciones, defensas, justificaciones, anónimos y triquiñuelas van y vienen por las redes y en el cuchicheo entre café y café.
Pero lo cierto es que no parece haber sido una decisión apresurada, sin trabajarla, sin discutirla, sin acordarla, aunque sí bastante confidencial al momento de ejecutarla. Pobre Diosdado.
Ahora bien, cualquiera la causa y el camino de la ejecución, dos cosas quedan claras:
La primera, fue una gran noticia, en especial para su familia, que insufló los ánimos de la gente cuando el esquema de calle planteado exigía ser redimensionado y la consulta popular llenaba esa necesidad.
Segunda, hay una ruta abierta, aunque siempre culebrera, para la negociación que debe ser asumida sin asco ni complejos si queremos bloquear el abismo de la violencia y encaramarnos a construir la paz necesaria para despejar el camino de la reconstrucción democrática de la república.
PD: A Leopoldo, un grande y afectuoso abrazo de amigo y todo mi contento porque su libertad plena está más cerca que nunca.
Otrosí: Confío en un pronto desenlace que ponga fin a la tiranía.