Nicolás Maduro sorprendió a propios y extraños el pasado sábado 8 de julio, cuando ordenó a su lugarteniente Maikel Moreno, presidente del Tribunal Supremo de Justicia, sacar a Leopoldo de la cárcel de Ramo Verde y enviarlo a su casa. Los demócratas, en su gran mayoría, fuimos tomados por sorpresa por esa medida, que había sido planteada por los abogados del fundador de Voluntad Popular y por los integrantes de la Mesa de Diálogo hace poco mucho tiempo atrás. Pero los más asombrados, sin ninguna duda, fueron los chavistas y maduristas, sobre todo los del ala radical, que habían catalogado a López como un “monstruo” y que aseguraban que el ex alcalde de Chacao no saldría de esa prisión hasta dentro de al menos 14 años.
La medida de casa por cárcel otorgada a nuestro amigo Leopoldo nos produce, obviamente, una gran alegría. Yo estuve preso en el Centro Penitenciario de Occidente, en Táchira, durante 8 meses, y puedo dar fe del sufrimiento que padece la familia de un preso político. Cuando uno está preso, nuestra familia también lo está. Y aunque es uno el que está tras las rejas, nuestros familiares también se encuentran presos. De manera que enhorabuena por Leopoldo y su familia, que al menos a partir de ahora no tendrán que sufrir vejaciones y maltratos de todo tipo para poder estar en contacto con él.
La medida de casa por cárcel a favor de Leopoldo tiene, no obstante, muchas lecturas. Un gobierno de malandros y delincuentes como el que preside Maduro, no va a tomar una decisión como esa sin saber que la misma tiene un costo político. Pero como así como hay un costo, también hay algunos beneficios, que aunque pírricos, tienen que entrar necesariamente en la contabilidad y ser tomados en cuenta a la hora de establecer lo que los economistas y contadores llaman el estado de ganancias y pérdidas.
Lo primero que debemos preguntarnos es ¿Qué pierde Maduro con la medida de casa por cárcel a favor de Leopoldo López? En primer lugar pierde credibilidad y la confianza de sus seguidores (que cada día son menos). Los radicales, que son quienes más se la están jugando por el ex chofer del Metro de Caracas, en esta hora menguada de la revolución, no parecen estar muy contentos con la medida y aunque no lo admiten públicamente, saben que la decisión de enviar a López a su casa es un signo de evidente debilidad del régimen.
Maduro prometió que “el monstruo de Ramo Verde” se iba a podrir en esa celda. Repitió una y mil veces que Leopoldo no iba a salir de allí hasta el 2030. Y sin embargo, justo 3 semanas antes de las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente, lo envía a su casa por supuestos “motivos de salud”. Es evidente que Nicolás se vio forzado a sacar a Leopoldo. Y al hacerlo, el régimen mostró sus verdaderas costuras. Conclusión: el gobierno revolucionario no está tan fuerte como algunos creían. La procesión va por dentro.
La segunda interrogante es: ¿Qué gana Nicolás Maduro con la medida de casa por cárcel a Leopoldo López? Lo primero que intenta ganar es tiempo. Maduro necesita que las horas avancen rápido y que llegue el 30 de julio para ver si logra concretar su tan anhelada Asamblea Nacional Constituyente. El ex chofer del Metro de Caracas está tan desesperado por tener su Constituyente Cubana instalada y operativa que no le importa enviar a Leopoldo para su casa y dejar en libertad a todos los presos políticos en los próximos 15 días.
Duele decirlo pero es cierto: no hacemos nada con Leopoldo preso en su casa si Maduro logra instalar el 1 de agosto de 2017 una Asamblea Nacional Constituyente a la Cubana. Que Leopoldo esté en su casa con su esposa y sus hijos es muy bueno. Pero a decir verdad, eso no nos servirá de nada si no logramos detener la elección y posterior instalación de la ANC. Y eso es precisamente lo que busca Maduro. El heredero de Chávez nos distrae con la medida de casa por cárcel a favor de López, mientras sigue trabajando afanosamente junto a Tibisay Lucena, en la elección de una ANC ilegal y violatoria de todo el estado de derecho.
Con la medida de casa por cárcel a favor de Leopoldo, Maduro también logró parar, al menos por ahora, una nueva reunión de los países miembros de la OEA, convocada de emergencia por Luis Almagro. En la recién finalizada Asamblea General, celebrada en Cancún, México, 8 países se abstuvieron de votar y firmar el documento en el cual se condenaba al gobierno de Venezuela y se le exigía detener las elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente. El oficialismo regresó de México con lo que aparentemente era una victoria diplomática, en razón de que se había evitado que los mexicanos obtuvieran los 23 votos necesarios para la moción.
Pero luego de los acontecimientos ocurridos en la Asamblea Nacional el pasado 5 de julio, cuando un grupo de seguidores y matones al servicio del vicepresidente Tareck El Aissami ingresaron al hemiciclo y le cayeron a palos a varios diputados, dejando heridos al menos a 7 parlamentarios y a varios empleados, algunos de los gobiernos que se habían abstenido de votar en Cancún, empezaron a reconsiderar las cosas. Extraoficialmente se ha sabido que los gobiernos de República Dominicana, El Salvador y Ecuador hicieron saber al gobierno de Cuba (que es quien en realidad lleva los asuntos de Venezuela en la OEA aunque no forme parte de ella) que estaban dispuestos a votar contra el gobierno de Maduro en una próxima reunión si no se producía cuanto antes una decisión que demostrara a la comunidad internacional que Nicolás estaba dispuesto a dar muestras de verdadera rectificación.
La sala situacional de Miraflores hizo una rápida evaluación de las opciones que quedaban sobre la mesa y se decidió que la mejor decisión era mandar a Leopoldo López para su casa. Esa medida cumplía con varios objetivos: 1)enviar un claro mensaje a la comunidad internacional respecto a que Maduro está dispuesto a realizar concesiones para que se reactive la Mesa de Diálogo; 2) lavar la imagen del gobierno a nivel internacional y borrar aunque sea por un momento (las 3 semanas que faltan antes del 30 de julio, día de las elecciones de la ANC) la pésima imagen que se creó luego del asalto a la Asamblea Nacional; 3) lavar la desprestigiada imagen del TSJ que tanto dentro como fuera del país es visto como el brazo ejecutor del Golpe de Estado continuado que viene dando el régimen de Maduro; 4) lavar la desprestigiada imagen de los magistrados del TSJ y muy especialmente la de su presidente, Maikel Moreno, quien no ha podido borrar su prontuario judicial y sus pocas credenciales para estar al frente de ese cargo; 5)preparar el terreno para que el TSJ proceda en las próximas horas a declarar con lugar el antejuicio de mérito contra la Fiscal Luisa Ortega Díaz y destituirla de su cargo; 6) invalidar las acciones del Comité de Postulaciones de la AN, organismo que tiene prácticamente listo el nombramiento de nuevos magistrados del TSJ; y 7) crear el ambiente para invitar a la MUD a sentarse nuevamente alrededor de una Mesa de Diálogo para tratar de destrabar la grave crisis política y social que se vive en Venezuela.
Como puede observarse, el estado de ganancias y pérdidas, cien horas después de la sentencia de Maikel Moreno a favor del preso político más emblemático de Venezuela, es muy favorable para el gobierno. Con la decisión de sacar a Leopoldo López de la cárcel y enviarlo a su casa, Maduro perdió, es cierto, pero también ganó. Y si las cuentas se sacan sin apasionamientos ni fanatismos trasnochados, es evidente que más fue lo que ganó que lo que perdió.
En los actuales momentos, a Maduro no lo trasnocha que Leopoldo López esté preso y mucho menos en su casa. Lo que le quita el sueño es que la Asamblea Nacional Constituyente, el único salvavidas que le queda a la revolución, va en picada, tiene plomo en el ala, por la sencilla razón de que la organización de las elecciones para el 30 de julio es un desastre, los testigos no están listos, la maquinaria electoral tampoco (así lo admitió el propio Maduro en Barcelona, Anzoátegui) y la militancia no quiere salir a votar. Por ello ha dado órdenes de que se revise las nóminas de las empresas públicas y se obligue a todo funcionario público a votar así tengan que llevarlo amarrado.
Conclusión: la medida de casa por cárcel a favor de Leopoldo López es motivo de alegría, pero si la gente no entiende que el problema no es Leopoldo si no la Asamblea Nacional Constituyente, la verdadera bomba sólo mata gente que quiere instalar el madurismo para terminar de acabar con lo poquito que nos queda de libertad y democracia, estamos fritos.
Leopoldo debe entender (y yo creo que lo entiende a la perfección) que todos estamos felices por el hecho de que él se encuentre en su casa con su esposa y sus hijos. Pero que estar en su casa puede convertirse en un boomerang para las fuerzas democráticas y en un excelente motivo de propaganda política internacional para el régimen de Maduro. Leopoldo ha hecho un enorme sacrificio por el país. Eso nadie lo niega. Pero la hora de la verdad ha llegado. Necesitamos a Leopoldo en la calle, liderando la batalla final contra la dictadura, impidiendo que haya elecciones el 30 de julio, y evitando que se instale la Asamblea Nacional Constituyente.
Si Leopoldo se aparece un día de estos frente al CNE, exigiendo como cualquier otro ciudadano que se desista de hacer las elecciones para la ANC y se convoque inmediatamente a unas elecciones generales, el régimen lo tomará de los brazos y lo llevará de nuevo a Ramo Verde, pero la chispa que se encenderá en todo el país será de tal magnitud que ya no habrá vuelta atrás y que Maduro tendrá que tomar un avión e irse a Cuba o a Rusia o a donde mejor le convenga.
No estoy pidiendo que Leopoldo se inmole. Tampoco le pido que se sacrifique más de lo que ya lo ha hecho. Sólo le pido que haga lo que los grandes líderes como él están llamados a hacer frente a las dictaduras. No sólo es la libertad de Leopoldo lo que está en juego, es la libertad de 30 millones de venezolanos la que pende de un hilo.
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