El descontento con el gobierno es de tal magnitud que, incluso, cuesta conducirlo. Se notó el lunes pasado cuando una voz intentó disminuir las horas del plantón de 10 a 2. De inmediato saltaron diversas voluntades reclamando se cumpliera la idea inicial de protesta prolongada hasta las 8 de la noche, y quienes asomaron la idea de reducirla a dos horas, saltaron presurosos a corregir. Nos gobierna el discurso radical, donde no tienen cabida las posiciones de centro, por muy sensatas que sean, y esto ocurre de ambos lados de la toponimia política del país. Diosdado Cabello es el pontífice más destacado del lado oficialista, predica desde su programa de los miércoles su odio a los opositores. Anuncia el desalojo a los diputados y de todo espacio conquistado legítimamente, amenaza con perseguirlos allá donde se encuentren, en sus casas, en sus trabajos, aplicando la operación Tun Tun, de vigilarnos con sus “patriotas cooperantes”, en fin, todo un menú de acciones fascistas que hace rato dejaron de ser amenazas para convertirse en práctica cotidiana. Lo más grave de esto es que cualquier movimiento hacia la mesura y la sensatez es visto y denunciado como traición, y esto ocurre en ambas parcelas de la polaridad a la que parece reducirse Venezuela.
Por otro lado, están los políticos que se resisten a reducir todo a la confrontación fratricida, los que intentan convertir la política en diálogo y entendimiento, y luchan contra el descrédito total de estos términos, porque saben que no hay democracia sin negociación y la única forma de parar la sangre en las calles es entenderse. Lo hacen con timidez y a escondidas, casi con pena, como evitando exponerse al descrédito.
Esas conversaciones vienen caminando, con prisa, mucha prisa. Es lo que apreciamos detrás de los hechos suscitados a partir del envío a casa de Leopoldo López, que podríamos definir como la primera decisión de Nicolás Maduro en un eventual cambio táctico. Luego han sucedido dos hechos relevantes: la suspensión de la sesión de la Asamblea Nacional el martes y la posposición del nombramiento del TSJ paralelo, previsto para este jueves, por el lado opositor, y la no destitución por parte del TSJ de la Fiscal General de la República anunciado desde hace días, son acciones que no podrían explicarse sino en el contexto de una negociación entre las partes. Esas negociaciones siguen su curso discreto y a escondidas. Casi nadie las admite, pero están.
Nuestros políticos deberían asumirlo con franqueza y quitarles de una vez por todas ese halo pecaminoso que se les señala. Asumir que se conversa para buscar una salida dentro del marco constitucional es una posibilidad real y positiva. Quizás por ahí comienza el ejercicio del liderazgo responsable, hablándole claro al país. Un líder no es aquel que lee de las encuestas la última página y actúa conforme a qué opinión resultó mayoritaria. Un líder le habla a los ciudadanos a partir de sus convicciones y propone soluciones y un camino, a veces espinoso, pensando en el bien para todos.
Mientras tanto, las dos agendas siguen su desarrollo. La MUD con la consulta popular de este domingo pretende dar una demostración inequívoca de apoyo popular, será el acto de desobediencia civil más contundente de todos los realizados hasta ahora. Millones saldrán a votar, no tengo la menor duda. El gobierno intentará sabotear, nada que suponga expresión masiva de rechazo les conviene. Sus radicales saldrán a enfrentar con fuerza y violencia a los ciudadanos en las colas de los centros de votación. Una prueba de fuego mas.
El gobierno seguirá con su votación del 30/7 para la ANC intentando hacerse con todo el poder, aplastando todo vestigio opositor.
Incrementando la crisis, que no cesará así logre llevar a cabo la votación, con pocos electores a pesar de las amenazas. Al día siguiente seguirán los graves problemas sociales de hambre, desabastecimiento de alimentos e inflación, y la gente en la calle, protestando y profundizando la ingobernabilidad.
Bien lo dijo Henrique Capriles días pasados, Maduro tiene la posibilidad de parar esto en 5 minutos, este choque descomunal, que dejaría una profunda herida en los venezolanos, desconvocando la ANC. El país celebraría en las calles este acontecimiento y el clima social y político cambiaría para bien. Pero Maduro es dual, sabe ser el más duro de los radicales y ahí compite con Diosdado Cabello, y también puede dar cambios de timón como enviar a su casa a Leopoldo López y abrir las posibilidades de una salida pacífica. Una especie de Dios Jano, de la mitología romana, con un rostro puede apuntar hacia la solución y con el otro ahondar la crisis.
Un asunto tengo claro, en algún momento de esta tragedia los políticos de aquí y de allá, se tendrán que sentar a negociar unos términos, una ruta y al final de esa ruta habrá unas elecciones donde prevalezca la democracia, y con ella la justicia y la libertad. Ojalá las víctimas, que ya son demasiadas, no sigan incrementándose.
César Morillo H.